Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTO

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FUIMOS MENTIROSOS

ADAM

*River of tears - Alessia Cara

No entendía nada.

No sabía que había pasado.

Y lo peor, era que las preguntas seguían.

Y necesitaba respuestas.

Y nadie me las daba.

—¿Es usted su esposo? —preguntó con una carpeta abrazada a su pecho. No contesté —. ¿Familiar más cercano?

—Soy su novio —aclaré, apenas.

El sujeto hizo una mueca de decepción.

—Lo lamento, no puedo darle información de la paciente.

—Pero, ella está sola en esta ciudad. No hay nadie que pueda venir a acompañarla ni...

—Lo lamento. Soy solo un interno y no me dejan dar información si no es familiar cercano.

Chasqueé la lengua.

—Ella está sola —dije, con brusquedad —. ¿Qué eso no cuenta? ¿Acaso no velan por la estabilidad emocional de los pacientes?

No contestó.

—¡Soy su novio! —repetí, alzando la voz. Estuve tentado a agarrarlo de la bata y sacudirlo.

El chico de cabello rubio agachó la mirada. Observó a ambos lados por el rabillo del ojo y luego volvió a mi.

—Está estable —musitó —. No fue tan grave y pasado mañana, si todo sale bien, podrá llevársela a su casa. Lo único que preocupa a los doctores, es que se le acaba el tiempo para el trasplante de corazón.

Fruncí el ceño, irritado por sentirme vagando en la ignorancia.

—¿Trasplante de corazón? Niño, mi novia es Hannah Montgomery. Hannah Rei Montgomery. Necesito que vuelvas y recibes bien el maldito expediente porque me está irritando que nadie me diga ni puta mierda de...

El chico abrió la carpeta y revisó la primera hoja.

—Es ella —interrumpió —. Es Hannah Montgomery, señor. Ingresada en urgencias por...

No lo quise seguir escuchando, le arrebaté el expediente de sus manos. El chico chilló un momento y amenazó con llamar a seguridad, pero lo ignoré. Al final, él también se rindió y solo se quedó de pie, mirando a todos lados, rogando porque un superior no lo descubriera en aquella falta de protocolo.

Era un expediente muy gordo para una persona tan joven, pero ahí estaba su nombre en letras mayusculas.

La primera hoja lo rezaba con una letra apenas legible:

«Diagnóstico: Síncope por arritmias cardiacas. La paciente está previamente diagnosticada con miocardiomiopatía dilatada».

Y un poco más abajo:

«Obervaciones: Paciente ingresada a lista de espera para trasplante de corazón desde 2018»

Cambié de página. Habían hojas impresas con registros de atenciones médicas en Stanford, en San Francisco, en Boston y cuatro últimas visitas y examenes en Nueva York, durante estos meses.

No necesitaba ser Sherlock Holmes para entenderlo.

El tiempo se relentizó hasta detenerse por completo. Pero, yo seguía ahí. Estaba de pie, observando como una ola emergía del caos, y se dirigía hacia mí. Observándo como se abalanzaba con cada recuerdo de la vida que creí que teníamos y como los destruía. Y, cuando terminó con ellos, me envolvió. Me arrastró. Me mandó lejos, hacia el pasado. Hacia los años que quería olvidar, recordándome el porque no debía comprometerme con nadie. Ya lo había vivido. Ya había dolido una vez y estaba doliendo de nuevo.