ELLA SE VA
HANNAH
—Lamento la tardanza —escuché su voz al tiempo que la puerta se abría y una Hannah empapada, tiritona y pálida entraba por ella. No conocía esa faceta de ella hasta ese día.
Sus rodillas temblaban de frío y sus dientes castañeteaban. Su cabello caía como cascada por sus hombros y goteaban la alfombra. Desde mi puesto, podía notar sus labios faltos de color, tan blancos como su piel. Temí que le diera hipotermia y cayera al suelo hecha un cubo de hielo.
Volteé la mirada hacia el ventanal. La lluvia rugía contra el cristal. Resoplé. No por el atraso, sino porque ¿cómo no andaba con un paraguas?
—Gracias por el permiso —volvió a decir, de pie frente a mi sitio con los brazos cruzados y los hombros encogidos. Irradiaba frío.
Había pedido media hora extra de almuerzo para tener una «cita» con su novio. Tenían «cosas que hablar». Novio. ¿Qué verga es eso? No es más que un chico que acaba de conocer. Estaba seguro de que ni si quiera le había preguntado sobre Taylor Fritz ni por la situación que vivió en la firma jurídica donde llegó como un perro a rogar por defensa. Si hubiese sido por mí, lo hubiese dejado comer tierra en el centro de rehabilitación por mil años, pero Hanks insistió en ayudar a ese chico.
Volví a resoplar, esta vez con más fuerza.
—Más vale que hayas aprovechado el tiempo, porque hoy nos quedaremos para recuperar las horas perdidas —Le extendí un folio. No alcanzó a recibirlo cuando se lo aparté rápido—: Sécate esas manos, vas a mojar los papeles. Eso te pasa por salir con personas sin auto.
Tomé un pañuelo de los que guardaba en el primer cajón y se lo ofrecí. Ella me lo arrebató de las manos de la mala gana con un mohín en los labios.
—Bla, bla, blá, señor Wilson. Usted tiene auto y sube puras promiscuas de piernas largas.
—Tú te has subido a mi auto.
Se quedó en silencio por un momento.
—Maldición —alcancé a escuchar.
Me levanté y caminé hacia la puerta. Con un movimiento de cabeza, le dije que me siguiera. «Sígueme y no hables». Obedeció a regañadientes y diciendo un par de cosas en japonés. Me costaba seguirle el ritmo de sus palabras, hablaba demasiado fluido el idioma de su madre. Luego de eso, no dijo nada más hasta que, llegando al elevador, presioné el botón del subterráneo.
—¿Puedo hablar?
Me encogí de hombros.
—De todas formas, lo harás.
—Siento que esta situación se parece a la escena de una película que vi en que un asesino serial llevaba a la chica a un subterráneo y allí la mataba y la escondía en el maletero del auto. Luego...
—¿Qué clase de películas ves?
—Cuando ando con mi periodo, me gusta ver películas de terror para no llorar. Si tengo miedo, no lloro. En mi periodo suelo llorar demasiado, así es que el miedo vence al llanto.
Giré la cabeza lentamente y la observé por un buen rato. Esperé el momento en que me dijera que eso último era una broma. Nunca pasó.
Hannah era así. Espontánea, risueña, sincera. No parecía importarle lo que la gente podía creer o decir de ella. Eso me hacía envidiarla. De alguna forma, ella tenía lo que yo no podía alcanzar. Nada la limitaba para ser ella misma, ni si quiera le importaban esos ataques de verborrea en que decía cosas sin sentido, como esas o como lo que vino después:
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Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTO
RomanceHannah ha sido premiada con una beca en una prestigiosa firma de Nueva York. Adam no está feliz con la llegada de la novata. Hannah es alegre, espontánea y risueña. Adam es arrogante, escéptico y orgulloso. Hannah es golpeada por una noticia que pod...