POR HANKS Y PARA HANKS
ADAM
*Comes and waves - Greg Laswell
Soñaba con ella de vez en cuando. Soñaba que nada había cambiado, que mi vida era como antes de ese veintisiete de febrero. A veces, era consciente que solo era un sueño, pero en otras ocasiones, cada vez más lejanas entre sí, creía que era real y que la realidad era la pesadilla. Lástima que todo era al revés.
Esa madrugada de domingo volví a soñar con Lynn.
Ella tocaba la puerta de mi apartamento y al abrirla estaba ahí, tal cual como en su último día, con su cabello ondulado y sus pecas traviesas. Me sonreía y me decía que todo estaba bien, que se había demorado en volver pero que ya había regresado. En su mano llevaba una bolsa del supermercado, me decía que la fila para pagar era demasiado larga y que lamentaba haberme hecho esperar, y me ofrecía cocinar juntos una vez más. «Ey, me he encontrado con tu madre. Me ha dicho que debes comer más o quedarás como un espagueti», añadía con una sonrisa traviesa, de esas que siempre me regalaba por las mañanas junto con un beso en la punta de la nariz. Luego, preguntaba: «¿Me extrañaste?» Y mi respuesta era la misma de siempre: «Todo el tiempo, Lynn», solo que cada vez la decía con más resignación disfrazada de negación. Y al final, agregaba: «Deberías dejar de irte por tanto tiempo».
«Todo el tiempo».
Y entonces...
Una llamada me despertó a las ocho y treinta.
La luz fría y débil del día se filtraba por las gruesas cortinas negras y titilaba sobre mis ojos cuando el teléfono no dejaba de vibrar sobre la mesita de noche. Me senté en la cama, asustado por no poder recordar que era lo último que había hecho antes de caer dormido. Cuando deslicé mi mirada por el edredón perfectamente estirado debajo de mí, recordé que había estado preparando un juicio para la semana. Los papeles y los libros de jurisprudencia ocupaban más espacio que yo y la tinta del lápiz negro había salpicado la colcha blanca.
Pero qué putada.
Me froté el rostro y cogí el teléfono sin verificar el número.
—Adam Wilson. Abogado —dije en medio de un bostezo —, ¿en qué puedo ayudarle?
Una risita contenida se escuchó desde el otro lado de la línea.
—Adam, cariño, ¿estabas durmiendo?
Penny era la única que podía decirme cariño de una forma en que mi mente no se imaginara algo porno. Tal vez porque era una anciana que podría ser mi abuela y eso sería demasiado bizarro.
—Algo así —resoplé.
—Perdón, cielo, pero necesito pedirte algo importante y tú eres el único que puede ayudarme con eso.
Me rasqué la barbilla con temor a preguntar qué era, pero sabía que, fuese lo que fuese, de todas formas tendría que hacerlo. Nadie le dice que no a la vieja Penny.
Pensé que me pediría llevar a su esposo al hospital porque se había tragado otro hueso de pollo, como había ocurrido en el día de acción de gracias del año pasado o que se había olvidado de su clave de Facebook o que necesitaba que le saque una copia a algún papel y se lo lleve al trabajo el día lunes.
Pero no.
Era otra cosa.
Me levanté de la cama de un salto y caminé apurado por una taza de café cargado mientras la anciana no dejaba de contar la historia detrás del famoso favor. Cuando el nombre de Hannah apareció en la conversación supe que debí haber dejado el teléfono en silencio la noche anterior.
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Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTO
RomanceHannah ha sido premiada con una beca en una prestigiosa firma de Nueva York. Adam no está feliz con la llegada de la novata. Hannah es alegre, espontánea y risueña. Adam es arrogante, escéptico y orgulloso. Hannah es golpeada por una noticia que pod...