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HERMANOS WILSON

HANNAH


Es curioso. Creí que tras un mes en la firma podría conocer en algo a Adam Wilson. Pero, lo cierto es que la primera vez que lo vi no fue mi primer día en Nueva York, cuando buscaba desesperada la oficina de recursos humanos y le pregunté a un desconocido que, al cabo de un tiempo, me enteré que era mi tutor. 

Más bien, fue ese día lunes, cuando llevaba exactamente un mes en la firma, en que vi al verdadero Adam por primera vez. 

—¡Que no puede pasar! —Una de las secretarias de recepción de nuestra área alzaba la voz detrás de un hombre que caminaba apresurado por el corredor. El ceño fruncido del sujeto era cada vez más profundo a medida que los gritos aumentaban —. El señor Wilson está ocupado, ¡le he dicho que no puede entrar!

—¿Cómo que no puedo pasar? Adam y sus niñerías deben parar. Dígale que tiene que recibirme.

—¿Qué sucede? —pregunté al tiempo que me levantaba de mi silla y trataba de obstruirle el paso.

—Hannah, avísale a Adam que su hermano no ha obedecido la orden —Vacilé. El sujeto se hacía cada vez más grande a medida que avanzaba hacia mí —¡Ahora, niña! —insistió la chica que ya se había rendido y había quedado detenida a mitad del corredor.

—Adam dijo que no tenía hermanos —murmuré. No me escucharon.

No tuve tiempo de preguntar.

Corrí como pude a la oficina de Adam, pero, tras un mes aún no me acostumbraba a los tacones.

—Señor Wilson...

Puso los ojos en blanco cuando me vio. Cerró la carpeta que tenía abierta sobre su escritorio con brusquedad y se mesó el cabello con la intención de reprenderme.

—No te he llamado, ¿qué haces aquí?

—Es su hermano —Sus ojos se abrieron como platos. Hice una pausa dudando de lo que estaba diciendo. Sé que él dijo que no tenía hermanos, pero también sé que era muy difícil que un loco llamara para bromear con eso—. Bueno, eso dice él —murmuré más para mí que para él.

De pronto, el rostro de Adam se transforma, su entrecejo se divide en tres enormes pliegues y su mandíbula se tensa al punto que temía que se le desencajara por la fuerza con que apretaba los dientes. Una vena sobresalía bajo su piel y dividía su cuello en dos.

Jamás lo había visto así. Joder y creí que yo lo hacía enojar cada vez que me equivocaba en un punto o una coma de un escrito.

Miré por sobre mi hombro. El sujeto estaba ahí, con las manos en los bolsillos y la barbilla en alto. Sus ojos desafiaban a Adam de la misma forma que él lo hacía, me pregunté cuál de los dos ganaría en el caso que se agarraran a golpes porque, para ser sincera, Adam se venía más joven que él y menos robusto, aunque ambos eran de la misma estatura; me sentí como un gnomo de jardín en medio de ellos. Su cabello era un poco más oscuro, casi rozando el castaño y su mirada tenía pinceladas de diferentes tonos marrones.

—¿Qué haces aquí? —Se levantó de la silla de un salto.

—No contestas mis llamadas ni mis correos, ¿sabes cuántas semanas llevo tratando de comunicarme contigo?

Traté de contar las veces que Adam me había pedido que borre los mensajes de la contestadora.

—Vete —Se limitó a decirme.

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora