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ACEPTO TODOS LOS CARGOS

ADAM 


En el hospital la atendieron enseguida. Me pidieron que rellenara unos formularios en los que no pude completar ni la primera casilla, vale, ¿cómo iba a saber yo su número de seguro social? ¿Sus alergias? ¿El número de algún familiar? Joder, no lo sé, ¿su hermano? No, su hermano tenía diez años, creo. ¡Ni puta idea! Me propuse comenzar a preguntar ese tipo de cosas.

Mi esfuerzo por ser alguien útil en ese tipo de situaciones se fue al carajo en menos de dos minutos. Le devolví la planilla a la mujer del mesón y le dije que lo mejor era esperar a que Hannah lo llenara. Me quedé esperando una hora sin saber qué hacer. Una enfermera iba y venía para decirme qué era lo que estaban haciendo, que una radiografía a sus caderas, que unas suturas, que un escáner en la cabeza. Me sentí como un estúpido al no poder hacer nada más que asentir o dar las gracias. ¿Qué iba a decir? ¿«Vale, gracias por no matarla»? Mi experiencia en los hospitales no era buena. Lo que pasé con Lynn la noche de su accidente no está entre mis recuerdos, solo sé lo que los demás dicen que ocurrió, pero no lo puedo recordar. Nunca pude. Todos los gritos, todos los llantos, el dolor, la histeria. Todo fue absorbido por un agujero negro. Leí que el cerebro bloquea los momentos traumáticos a modo de defensa o algo así, pero yo desearía poder recordar al menos una parte, solo una. La parte en que la veo por última vez en la camilla. Lo demás no existe. No en mí. Si alguien me pregunta si he visitado un hospital, mi respuesta es que sí, lo he hecho. ¿Cuándo? Un veintisiete de febrero del dos mil catorce. ¿Qué pasó allí? No lo sé. Solo sé que Lynn murió.

No sé nada más. No recuerdo nada.

Esperé dos horas. Ciento veinte minutos en los que no pude hacer nada más que estar sentado en una silla de esas que te dejan el culo plano. Cuando Hannah volvió, no solo tenía una mano vendada por un pequeño magullón y tenía la cabeza rodeada por una fina banda blanca.

No pude contener las ganas de molestarla.

—¡Niña Rambo! Te queda bien ese estilo. ¿Todo bien? —Me puse de pie en cuanto la vi, pero su rostro no traducía ningún estado de ánimo.

Alcé las cejas cuando no recibí ninguna respuesta, ni si quiera un insulto.

El doctor que la atendió llegó detrás con sus exámenes en la mano y un folio enorme. ¿Qué había allí dentro? ¿el expediente de un viejo?

—Todo está en orden con tus exámenes —comenzó a decir con la mirada fija en la primera hoja de la carpeta. Levantó la cabeza y le siguió hablando a ella —, fue solo la contusión del golpe- La sutura fue pequeña, pero es mejor que guardes reposo absoluto por tres días para prevenir malestares, ¿de acuerdo? En el sistema aparece agendada una visita para la próxima semana con el doctor Gibson, coordinaré ese mismo día una revisión para controlar tus suturas, ¿vale? Aquí hay algunos medicamentos para un posible mareo y dolor, sobre todo en el coxis. Lo bueno es que no te rompiste la cadera y no fue más grave. Los golpes en la acera producto de la nieve han dejado personas paralizadas, aunque no lo creas —terminó extendiéndome a mí una prescripción médica.

Abrí la boca para preguntar, pero Hannah ya había despachado al médico con un escueto «Gracias» seguido de un «Nos veremos pronto». Así es que le pregunté directamente a ella:

—¿El doctor Gibson? ¿Otro doctor? ¿Qué pasó?

—Vayámonos de aquí —contestó irritada adelantándose hacia la salida.

No quise preguntar de nuevo.

Tal vez debí insistir.

La mitad del trayecto a su residencia Hannah no habló. Eso era extraño en ella, considerando que el ochenta por ciento del día tengo que escucharla parlotear de alguna cosa en la oficina. Traté de repasar cada cosa que había dicho porque en una de esas la había ofendido, pero no. No era mi culpa, ¡enhorabuena!

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora