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TIC, TAC

HANNAH


Hay dias en que despierto y quiero creer que el tiempo es mi mejor amigo. Quiero creer que el tic-tac del reloj no es una amenaza y que puede llegar a acariciar mi espalda dándome animos y palabras de aliento. Días como hoy, en que Adam regresa.

Ese era el trato, él se iba de lunes a viernes y volvía por dos días para luego irse otra vez. Nos convencimos que podríamos estar así mientras «todo esto», pasa. Pero, la pregunta es, ¿qué es todo esto?. Bueno. No es necesario especificar. Es mejor decir «todo esto» a decir «cuando el corazón llegue y puedas ser libre». En fin, no quiero hacerme falsas esperanzas cuando ya han pasado dos semanas desde que Adam volvió. Los fines de semana son pequeñas vacaciones, son un respiro agradable a mis pulmones. Son los únicos días en que siento que no estoy enferma. Son días en los que siento que el tic-tac del reloj no es una amenaza.

Abro los ojos y observo el reloj sobre mi mesita de noche. El reloj marca las once y quince de la mañana y no lo puedo creer. Adam llegaba a las seis de la mañana, ¿¡por qué no me ha despertado!?

Me acelero.

Lanzo las colchas hacia el suelo, cojo mis zapatillas de casa y cargo a Wall-e. No me interesa arreglar mi cabello largo y desmarañado y tampoco me importa estar usando mi pijama viejo de Snoopy, ese que Haru pasó a quemar con la plancha la vez en que se le ocurrió ser un chico ascendoso para el día del padre.

Bajo las escaleras, apenas. Papá mencionó ayer que iba a trasladar mi cuarto al primer piso hoy y ahora me hace sentido. Joder. Cada vez es peor.

—¡Papá! —grito cuando apenas he bajado tres peldaños.

Nadie responde, pero escucho unos murmullos desde el salón.

—¡Papá! ¿Adam ha llegado? Le he dejado la llave bajo el masetero de rana, pero no sé si ha tenido la confianza de entrar o se ha quedado en un hotel.

Nadie responde.

—¿Hay alguien en casa? —insisto cuando por fin toco suelo firme —¿Haru?

Camino hacia el salón con cierta inquietud. Estoy tentada a coger el candelabro que está al lado de la foto de mamá en el corredor, por si necesito clavarselo a alguien en su cabeza, pero no lo hago. Ultimamente Haru pasa todo el día conmigo en su intento de «cuidarme», asi es que descarto esa posibilidad. Pero, de inmediato, pienso en otra. ¿Y si tienen a Haru? Obsevo la puerta abierta de la cocina. Podría ir por una olla y darle con ella a cualquier extraño. Estoy ideando planes en mi cabeza, cuando las tres siluetas de pie en medio de la sala me sobresaltan.

Me llevo una mano al pecho junto con un grito ahogado.

—Venga, ¿Qué no pueden contestar? ¿quieren que me de un ataque cardiaco antes de lo previsto?

Haru revuelve los ojos. No le gustan mis bromas sobre ello.

—Esperábamos a que bajaras —aclara mi padre quien observa su reloj de pulsera.

—Estábamos pensando en ir a comprar algo para el almuerzo, ya que no despertabas —dice Adam, como si ya fuese el mejor amigo de mi padre.

Lo contemplo de los pies a la cabeza y me siento embobada. Amo cuando usa vaqueros y jersey. Es tan atractivo con su ropa casual, más que cuando usa traje. Debe ser que siempre lo veo formal que me derrite verlo como un ser humano cualquiera.

—¿A que hora has llegado? —pregunto de mala gana mientras le cojo la cintura en un abrazo. Apoyo mi cabeza en su pecho y cierro los ojos. Podría dormirme ahí mismo —. Lo siento. Te diría que te extrañé y saltaría a tus brazos, pero tengo sueño. Pasé mala noche y...

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora