Película III

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-¿Tienes que irte ya?-preguntó Dean sin despegar la vista del reloj, aunque ciertamente era temprano.

Durante unos segundos siguió mirando la pared, hasta que el prolongado silencio le recordó que el chico sentado a su lado prefería evitar hablar a toda costa. Así, volteó a verlo, y se encontró a Castiel mirándolo fijamente, como si hubiese estado esperando pacientemente a que lo mirara. El morocho negó con la cabeza, pero parecía tímido. Se levantó lentamente, mientras señalaba a Dean. Luego, se auto señaló, y por último, señaló la puerta de salida de la casa. El rubio intentó comprender qué quería decirle, aunque era difícil eso de comunicarse sin palabras.

-Entonces... ¿no tienes que irte?-preguntó temeroso, pero recordando que Castiel había negado con la cabeza cuando le había preguntado lo mismo.

El morocho volvió a negar, pero siguió mirándolo fijamente, como esperando otra pregunta. Dean repasó sus acciones previas....y ahí entendió, sin estar seguro, de lo que quería decirle el otro chico.

-¿Me estás diciendo que no tienes que irte....pero que si yo quiero puedes marcharte?-preguntó con nervios de haber entendido cualquier cosa.

Castiel sonrió tímidamente, y asintió con la cabeza. Clavó sus ojos azules en Dean, exigiendo una respuesta, mientras se quedaba allí parado al lado del sillón. El rubio le devolvió una sonrisa brillante, satisfecho consigo mismo de haber entendido lo que el chico raro había querido decirle. Básicamente, no quería auto instalarse en una casa ajena de alguien que recién conocía. Era tan diplomático.

-No seas idiota, Cas. Claro que puedes quedarte si quieres. Por mí mejor, mi padre no llegará hasta dentro de bastante rato. Así que... ¿qué tal si vemos otra película? Aún nos quedan varios snacks que liquidar.

Las joyas azules brillaron como si Dean le hubiese ofrecido el mismísimo cielo. El corazón del rubio dio un vuelco ante esa expresión tan alegre y fascinante a la vez. Castiel sonrió con auténtica alegría ante la invitación, lo cual relajó a Dean, porque quería decir que realmente la estaba pasando bien con él. Había pensado que quizás había aceptado ir a su casa a ver una película por mera cortesía, o para comenzar a conocer gente. Pero ahora era diferente, porque elegía quedarse, cuando claramente podría haberse ido sin quedar mal.

Dean se sintió confundido cuando Casiel no se sentó, si no que siguió parado. Antes de preguntarle si ocurría algo, el otro chico se dirigió a la caja con películas. La agarró, y luego volteó, depositándola sobre las piernas del rubio. Dean lo miró sorprendido, pero Castiel se limitó a sonreír. Luego agarró los platos vacíos de la mesa ratona y con ellos se dirigió a la cocina, donde Dean había dejado las bolsas con snacks. El rubio pestañeó, sorprendido por la manera en la que su vecino hacía las cosas sin decir nada. Miró la caja, suponiendo que tenía que elegir cuál era la que veían, pues al parecer Castiel se había desentendido del asunto. Entonces, mientras revisaba los ya conocidos videos, algo en él se prendió. Recordó la manera en la que Castiel le había indicado que no pagaría los snacks porque ponía su casa. Y, ahora, le daba la caja de películas porque la anterior la había elegido. Dean sonrió, y alzó la vista para mirar al oji azul.

-¿Sabes? Para no tener hermanos, tienes un gran sentido de justicia, de lo que le corresponde a cada uno.

Castiel lo miró, y sus mejillas se sonrojaron adorablemente. Terminó de colocar la comida en los platos y volvió con ellos, depositándolos en la mesa ratona. Luego se sentó al lado de Dean, pero mucho más cerca de lo que estaban anteriormente. Miraba la caja y las películas que el rubio iba agarrando para examinar, como si estuviese estudiando qué película iba a elegir. Pero Dean solo podía pensar en que Castiel estaba más cerca de lo que jamás habían estado. Sus piernas prácticamente se tocaban, y el oji azul estaba inclinado hacia la caja, lo cual suponía que estaba inclinado sobre él. Lo peor de todo es que no parecía molestarle. ¿Tendría siquiera un concepto sobre el espacio personal? Ciertamente no parecía. Y no es como si a Dean le molestase en absoluto. Así que se limitó a seguir pasando las películas, respirando agitadamente. A sus fosas nasales llegaba casi directamente el olor del cabello ajeno, llenándolo de ansiedad. Por suerte Castiel no parecía haberse percatado de su nerviosismo, ni siquiera se había movido de su posición.

Sobran las Palabras [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora