⚕️Vivir Juntos⚕️

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Narra ________.

Mi mirada está fija en Slash. Dolía verlo así, con esos moretones en los brazos que eran testigos de la batalla que libraba con la heroína.

—¿Puedes dejar de mirarme? —murmuró sin siquiera levantar los ojos. Dio una calada a su cigarrillo, mientras su atención parecía perdida en algún punto fijo.

—No... No puedo. Ya no quiero verte así —le respondí mientras me acercaba. Su rostro se tensó, evitando cualquier contacto visual.

—Eso no dijiste el día de la boda... —murmuró, las palabras casi cortándole al salir.

—Todos cometemos errores, Slash —susurré mientras tomaba asiento a su lado. El olor a tabaco llenaba mis pulmones.

—Sí, yo soy el tuyo —replicó con una sonrisa amarga y volvió a aspirar su cigarro.

—Claro que no. Tú no eres un error, Slash, eres lo mejor que me ha pasado. —Me puse de frente a él, pero siguió evadiendo mi mirada. El peso de mi culpa nublaba mis ojos. —Lo siento. Creí que alejarme sería lo mejor para ambos, pero claramente me equivoqué.

—Ya ves que sí —musitó, una sonrisa triste curvando sus labios.

—Si de verdad quieres que me aleje... mírame a los ojos y dime que no me amas. —Mi voz tembló y un sollozo escapó de mi boca. Alzó la mirada hacia mí, y en ese instante algo dentro de mí se fracturó.

—No te... —Bajó la cabeza, dejando escapar un suspiro profundo. Su voz, rota, terminó la frase. —No puedo.

—Te amo, Slash —acaricié sus rizos desordenados, deseando borrar el dolor de ambos.

—Yo también te amo —dijo al abrazarme con fuerza, como si temiera perderme otra vez. Su contacto me llenó de seguridad y alivio. Nos separamos apenas un momento, el tiempo suficiente para un ligero beso.

Se levantó, apagó el cigarrillo y dejó la botella en la nevera. Sin más, comenzamos a arreglar la habitación. Entre bromas y esfuerzos silenciosos, la tarea pasó rápido.

—Ahora vamos a bañarte —le dije con una sonrisa mientras terminábamos de tender la cama.

—Los dos, ¿verdad? —replicó con picardía. Yo solo solté una carcajada.

—Solo estoy cuidando que no te caigas con lo ebrio que estás. —Él río y se dirigió al baño.

La ducha se volvió un juego improvisado. Entre risas, bromas y el murmullo del agua, logramos limpiar las tensiones acumuladas de la semana.

Después de vestirnos, nos acurrucamos en la sala. Él se veía mucho mejor.

—¿Qué haremos hoy? —preguntó mientras rodeaba mis hombros con su brazo.

—No sé... ¿qué te gustaría? —murmuré, recostando mi cabeza en su pecho.

—Podríamos quedarnos acá, ver una película... —respondió mientras jugaba con mi cabello—. Y así es más fácil llegar a la cama después.

—O podríamos salir a caminar, comer algo y luego ir al cine. —Levanté la cabeza para mirarlo.

Su sonrisa de medio lado lo dijo todo.

—Está bien.

Él tomó las llaves del auto, pero fui yo quien condujo. Llegamos a un restaurante y pedimos una mesa en un rincón tranquilo. Al mesero no le costó complacernos.

—¿Cuándo llegan Axl y Erin? —preguntó Slash mientras pasaba distraído las páginas del menú.

—Se supone que en dos días —respondí, pero su atención seguía en otra parte.

Dejó el menú sobre la mesa y me miró con una intensidad que me desarmó.

—___, ¿recuerdas cuando hablábamos de vivir juntos? —sus dedos buscaron mi mano, acariciándola con ternura.

—Claro, ¿qué pasa con eso?

—Con todo lo que ha pasado, creí que ya no era una posibilidad. Pero no quiero perder más tiempo. Quiero que vivamos juntos ya.

Mi corazón dio un vuelco.

—Está bien. Pero necesitamos contactar a alguien de bienes raíces para ayudarnos.

En ese momento, el mesero llegó con la comida, y dejamos la conversación en pausa.

Más tarde, Slash llamó a Vicky, su manager, para que nos ayudara a encontrar una casa. Esa misma noche ella nos consiguió dos citas: una en Sunset Boulevard y otra en West Hollywood.

La primera opción era inmensa, más una mansión que una casa. No encajaba con nosotros, con nuestros planes de un lugar que realmente se sintiera como un hogar.

La segunda, sin embargo, era distinta. Situada en West Hollywood, era todo lo que habíamos soñado: espaciosa, con cuatro habitaciones adicionales, un estudio perfecto para sus guitarras, y un jardín con piscina. Las paredes en tonos oscuros, entre vino tinto y negro, eran exactamente lo que Slash adoraba.

—Esta es —dijo con los ojos brillando de emoción mientras exploraba cada rincón.

—¿Seguro?

—Segurísimo. Es perfecta.

Estar ahí, compartiendo su ilusión, me recordó por qué, a pesar de todo, siempre lo elegía.

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Fuck you. [Slash & tu] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora