Fuck you. [Slash & tu] ✔️

⚕️Emotions⚕️

Narra _________.

Voy en auto con Sebastián. No tengo idea de a dónde vamos, y la verdad, no me importa. Lo único que quiero es apagar mi mente, dejar todo atrás. Sebastián intenta distraerme un poco, subiendo el volumen de la radio, pero al sonar "Welcome to the Jungle" solo logro sentir más tensión. Lo miré de reojo y, sin decir palabra, apagó la radio. Durante todo el trayecto, el silencio entre nosotros era pesado, sólo sus ojos, que me buscaban de vez en cuando, rompían la quietud.

Nos detuvimos frente al edificio donde todo comenzó. Me sorprendió saber que aún vivía allí, pero no dije nada. Sólo entré y me dejé caer en el sofá.

—¿Quieres algo de beber o de comer? —me preguntó, observándome sin demasiada preocupación. Dejé mis cosas sobre la mesa de café, mi mirada vacía y mi mente ocupada con todo menos con él.

—Vodka —respondí, apenas consciente de lo que decía. No era lo que quería realmente, solo quería dejar de pensar, dejar de sentir, emborracharme hasta deshacer todo lo que me quemaba por dentro. Sebastián colocó las botellas de vodka y Jack Daniels sobre la mesa, en silencio. La tarde pasó rápido, pero el peso del tiempo seguía doliendo. Bebimos, bebimos sin frenos, sin tener noción de cuántas copas, cuántos tragos. En ese momento, todo lo que podía hacer era ahogar mis pensamientos, apagar este incendio interno que no se extinguía.

Tal vez me excedí. Bebí sin medida, fumé como si fuera la única forma de calmar el descontrol. Pero aún así, ese dolor persistió, esa sensación de que algo me faltaba seguía martillando mi mente. Lo necesitaba a él. Sus insinuaciones, esos ojos cafés clavados en mí, su presencia, todo eso seguía allí, como una sombra que no me dejaba en paz.

El sufrimiento fue tan abrumador que me levanté y corrí al baño, buscando liberar de alguna forma todo lo que me oprimía el pecho.

Aún no entendía por qué me engañó, por qué, cuando siempre le di lo que quería, cuando lo complací siempre. Pensé que me amaba, creí que lo que tenía con él era real, incluso si a veces todo parecía demasiado perfecto, tan inalcanzable. Pero me hizo creer que sí me quería. Él lo hizo todo tan real.

Las lágrimas comenzaron a caer, imprevistas, como si fueran lo único en lo que podía entregarme. Me senté sobre el inodoro, ahogando sollozos, liberando de alguna forma ese dolor, esa rabia, esa sensación de haberlo dado todo sin recibir nada a cambio. No me gusta llorar, no me gusta mostrarme débil, pero en ese instante ya no podía controlarlo.

El alcohol y los cigarrillos, esos siempre son buenos compañeros cuando todo te explota por dentro. Pero hoy sentía que necesitaba algo más fuerte. Sólo lo había hecho un par de veces, algo que nunca me llamó demasiado la atención, e incluso lo despreciaba. Sin embargo, en ese momento, la desesperación, el dolor y la ira estaban tan presentes que ya no quería sentir nada más. Busqué dentro de mis tacones, como si por una costumbre sin explicación, esa droga estuviera ahí. Slash siempre me pedía que la guardara allí, por obvias razones.

Dudé unos segundos, mi mente volaba en mil direcciones, pero la necesidad de apagar todo fue más fuerte. Tomé la liga, la anudé en mi brazo, golpeé suavemente la piel, esperando que las venas se marcaran. Tomé la aguja y la introduje con lentitud. Sentí un ardor al entrar el líquido en mis venas, pero la sensación de alivio fue instantánea. Por fin, un respiro.

Cuando volví al living, Sebastián seguía allí, fumándose un cigarrillo, ajeno a lo que acababa de hacer. Ambos estábamos ebrios, pero la compañía de Sebastián, por alguna razón, me reconfortaba. Me sentí bien a su lado, me dejé llevar por su presencia y, en cuestión de minutos, terminamos las últimas botellas de la nevera. La música seguía sonando de fondo, el vaivén de la vida se diluía entre la euforia de la borrachera.