⚕️Pregnant⚕️

2.8K 155 79
                                        

Narra _________.

Slash abre la puerta y se encuentra con Dave, con sus maletas a un lado. Detrás de él aparece Sebastián, una botella de whisky en mano. No tenía ni idea de que Sebastián conociera a Dave.

—¿Qué quieren? —La voz de Slash se oye fría, molesta, y no es para menos. A él no le gusta que interrumpan sus momentos íntimos.

—Rompi con Sandra —dice Dave. A pesar de ser su ruptura, parece sorprendentemente feliz.

—Y venimos a ahogar las penas aquí —agrega Sebastián, levantando la botella como si fuera un trofeo.

—Pues pasen —responde Slash con desdén. Ellos entran; Dave se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. Sebastián hace lo mismo. Slash, por su parte, se sienta a mi lado y me abraza.

—¿Y por qué vamos a beber? —Slash coge la botella, destapándola, mientras Dave se acerca al bar para sacar unas copas.

—Yo, porque las perras van y vienen —responde Dave, dejando las copas sobre la mesa.

—Y yo, porque la mujer que amo está con otro. Aunque lo importante es que ella está feliz —declara Sebastián en un tono sombrío. Mi mirada se encuentra con la de Slash, quien lo observa seriamente. Claramente, fue una indirecta, pero a estas alturas, Slash ya no se enoja tanto con él; es más comprensivo respecto a ese tema. De todas formas, Sebastián siempre bromea al respecto.

—Bueno... yo me voy a dormir —digo, sintiéndome algo cansada, aunque en el fondo tengo ganas de hacerlo, especialmente tras la interrupción. Pero esa noche no estaba de humor para consolar a esos hombres, y mucho menos cuando se ponen molestos después de beber. Les doy un beso a Slash, me despido de los chicos y subo a la habitación.

Afortunadamente, no hicieron mucho ruido. Al cabo de unas horas, Slash se acurruca junto a mí en la cama. Cuando abro los ojos por la mañana, allí está, boca abajo, desvestido y oliendo a alcohol, no solo él, sino todo el living. Me levanto, preparo el desayuno y me meto a bañar para salir con Erin al médico.

Erin ya estaba lista, pero parecía fatal. Su piel pálida, las ojeras oscuras bajo sus ojos rojos, y sus labios completamente resecos. No hubo palabra alguna mientras la llevaba al auto. El camino al doctor fue en completo silencio. Al llegar, me acerqué a la recepcionista para preguntar por Isabel. Nos indicó su consultorio.

—Qué bueno verte, Vane —dijo Isabel, abrazándome. Siempre me llama por mi segundo nombre.

—Lo mismo digo, pecas —respondí sonriendo. Ella también saludó a Erin.

—¿Qué necesitan? —Nos preguntó desde su escritorio.

—Una prueba de embarazo —dije sin rodeos. Isabel me miró con sorpresa, su expresión cambiando completamente.

—No me digas que estás embarazada, Vanessa... —murmura, abriendo los ojos como platos.

—No es para ella, es para mí —interrumpe Erin, mirándola directamente con seriedad. Isabel se queda en shock por un momento, pero cuando finalmente recupera la compostura, le da instrucciones a Erin para que se dirija al laboratorio para que le tomen la muestra de sangre. Mientras tanto, Isabel y yo nos dirigimos a la farmacia del hospital para comprar una prueba de embarazo.

—Mañana es tu cumpleaños, ¿estás emocionada? —Isabel pregunta mientras esperamos la prueba.

—Para nada... —respondo riendo mientras nos sentamos a esperar—. Es solo un día más, además, no voy a ponerme feliz por estar más cerca de mi muerte.

Isabel no puede evitar reírse a carcajadas.

—Aunque Slash te va a sorprender, seguro. Incluso vino aquí a preguntarme qué es lo que más te gusta. —La miro y me doy cuenta de lo bien que me conoce. Es tan inseguro que recurre a mis amigas para pedirles consejos.

Un rato después, nos entregan la prueba y regresamos al consultorio. Erin ya estaba ahí, esperándonos con una sonrisa triste. Se dirigió al baño para hacerse la prueba. Pasó la tarde llena de incertidumbre, ya que los resultados del laboratorio no llegaban. La prueba de la farmacia había salido positiva, solo faltaba confirmar todo con el análisis de sangre. Finalmente, Isabel abrió el sobre con los resultados y nos miró.

—Es positivo —dijo, sus palabras pesaron como plomo. Miro a Erin, quien se quedó inmóvil, sus ojos abiertos en shock, mirando al vacío, incapaz de procesar la noticia.

—¿Cómo le diré a Axl? —murmura después de unos segundos, la voz quebrada—. No sé cómo va a reaccionar.

—Se va a poner feliz, sé que sí —le aseguro, tocando suavemente su hombro. Erin cierra los ojos con esfuerzo y algunas lágrimas escapan por sus mejillas.

—Espero que sí —dice, con voz ahogada, tratando de limpiar las lágrimas.

Isabel, al ver su reacción, interviene.

—¿Qué tal si nos vamos? Mi turno ya terminó.

—Llévame a casa, por favor —me pide Erin, y asiento. Isabel se quita la bata, recoge sus cosas y salimos de la oficina. Conduzco hasta la casa de Erin, donde ella llama a su madre en el camino para avisarle que vaya a visitarla. La dejo en la puerta de su casa, y continúo mi camino hacia la mía.

Apenas abro la puerta de casa, veo a Meegan sentada en el sofá. No se veía a Slash por ninguna parte.

—Uy, eres tú —Meegan me mira y, al notar mi presencia, aparta la mirada.

—Vivo aquí, estúpida... —Le lanzo una mirada fulminante mientras ella me responde con una mueca burlona. Mi ira crece al instante. Quiero destrozar a Slash. Sabe perfectamente lo mucho que la odio, y aún así decide invitarla a nuestra casa. Lo peor es que lo hace cuando yo no estoy. En ese momento, Slash sale de la cocina con dos vasos de jugo, y al verme, su expresión cambia por completo, mostrando una sorpresa evidente.

—____, ¿a qué hora llegaste? —Su voz tiembla levemente. No puedo evitar notar la incomodidad en su tono.

—Acaba de llegar —interrumpe Meegan, con un tono cargado de desdén.

—¿Qué hace aquí? —Mi mirada se clava en Slash, y él deja los vasos sobre la mesa. Me observa fijamente, pero no responde de inmediato.

—Ah... Pues... Me estaba... Acompañando —dice, tartamudeando. Slash es un pésimo mentiroso. Su voz tiembla y no puede mantenerme la mirada.

—Eres patético mintiendo. —Lo observo fijamente, esperando que se atreva a decirme la verdad. Él baja la cabeza por un momento, pero al final se arma de valor y me enfrenta nuevamente con la mirada.

—Slash me llamó porque se sentía solo. Eso es todo —suelta Meegan, sin ningún remordimiento en su tono. La miro fijamente, casi desbordando odio, pero ella solo sonríe, como si estuviera disfrutando cada segundo de esto.

—No te pedí tu opinión, zorra —las palabras salen con veneno, aunque mi mente no deja de darle vueltas a lo que acaba de suceder. Mi rabia se disparó como un cañón.

—A mí no me vas a hablar así —replica, claramente molesta. No le doy ni la más mínima importancia. Solo quiero que desaparezca.

—Chicas, deberían irse. Quiero hablar con mi novia a solas —dice Slash, intentando calmar las aguas. Meegan no pierde tiempo. Se levanta lentamente, acercándose a él con una sonrisa provocadora, y le da un beso en la mejilla.

—Adiós, lindo —se despide con una sonrisa coqueta, dándome una última mirada cargada de desprecio antes de irse. Maldita perra.

No tengo ganas de hablar con Slash. ¿Qué excusas inventará ahora? La ira me hierve por dentro, pero sé que no valdrá la pena escuchar su típica justificación.

🎸







Fuck you. [Slash & tu] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora