47-¿Acaso tienes un problema?

1K 75 137
                                    

Durante sus diecisiete años de vida Astrid solo sabía tres cosas sobre su madre:

1) No era de Inglaterra. Su padre le había comentado en una ocasión que esa mujer que había conocido hablaba con un acento peculiar, aunque no pudo decirle de qué zona era. No habían hablado lo suficiente como para saberlo.

2) Era pelirroja. Los rizos y los ojos castaños los había sacado de su padre, después de todo era un rasgo que tenía en común tanto con él como con sus hermanos. Sin embargo, nadie más tenía el mismo color de pelo que ella, por lo que tenía que haberlo heredado de otra persona.

3) Que era una bruja. Este último punto era bastante obvio. Astrid era una Slytherin, una casa que no aceptaba nacidos de muggles, por lo que tenía que ser mestiza sí o sí.

Eran unos datos bastantes vagos, pero nunca se había preocupado por saber más. Tal vez porque eso implicaría hablar con su padre sobre el tema, o porque realmente no le interesaba saber sobre la persona la había dejado con una pequeña nota donde indicaba su nombre y el día que había nacido.

Así que no solo encontrarse a esa mujer después de diecisiete años, también descubrir que era una de tus nuevas profesoras y que tendrías que convivir con ella durante un curso, provocaba que el cerebro de Astrid se hubiera bloqueado de sobremanera.

-Perdone ¿qué?-preguntó, pues no estaba segura de haber oído bien. Esperaba no haber oído bien, porque si lo había hecho iba a darle un ataque.

-Creo que soy tu madre.-repitió Yvette con la misma calma de antes, como si le estuviera diciendo la lista de la compra y no que ella era la mujer que la había abandonado hacía años.

-Nope.-dijo Astrid, negando con la cabeza. No iba a aceptarlo. Para nada. Si no lo aceptaba no sería real.

-Estoy segura de que es así.-aseguró la profesora Haugen.-Hace unos dieciocho años vine aquí por una conferencia sobre las Artes Oscuras. Uno de esos días conocí a Thomas y…

-No.-dijo Astrid una vez más. Una sonrisa de nerviosismo se dibujó en su cara.-No. No. No, no no no no no no. No.

-¿Vas a estar repitiendo eso el resto de la conversación?-inquirió Yvette.

-No vamos a tener una conversación.-dijo Astrid.

-Lamento discrepar. Hay temas que habría que aclarar y…

-¿Hay temas que quieres aclarar? Pues, ¡sorpresa! Yo no.-dijo Astrid.-Tuviste diecisiete años. Ahora, si me disculpa, voy a perderme en el bosque y olvidar que hemos tenido esta conversación.

-Es importante.-dijo la profesora Yvette.

Astrid se quedó congelada, con la mano sobre la puerta. El idioma que había usado con ella para dar esa última orden no era inglés, o noruego o nada que se le pareciera, sino pársel. Apretó los dientes e hizo esfuerzos para que las lágrimas de frustración se quedaran en el rabillo del ojo, porque de ninguna manera iba a llorar delante de esa mujer, por mucho que le doliera no descubrir de dónde provenía ese don que tanto odiaba.

Abrió la puerta y la cerró de un portazo. Bajó corriendo las escaleras y salió de clase con paso apresurado, cubriendo la mano con su boca para ahogar cualquier gemido de dolor.

Se había pasado años sin respuestas. Ya no las quería.


-Han publicado la programación del Magicknator.-anunció Alice. Estaba sentada en uno de los sofás de la guarida, con las piernas cruzadas y leyendo el periódico. Tenía una coleta mal hecha y algunos mechones de pelo, todavía blancos, caían de forma desordenada sobre su cara.

Hogwarts es sinónimo de problemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora