62-Lo prometo.

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Después de ganar el Torneo de los Tres Magos, la vida de Lyssander había cambiado. No de una forma radical, pero sí en pequeños detalles. Por primera vez en años, los demás alumnos de Hogwarts la apreciaban y no murmuraban sobre ella a sus espaldas, y si lo hacían no era para llamarla loca o chiflada. 

Lyssander estaba un poco orgullosa, no por los cumplidos, sino por haber sido capaz de demostrarles a todos aquellos que no habían creído en ella que podía conseguirlo y ganar. El Profeta le había hecho un reportaje, uno con preguntas demasiado íntimas y cotillas que Lyssander había respondido de forma vaga o caótica, sin darle mucha importancia. 

Además, estaba el tema del dinero. Por un lado, era una gran ayuda, sobre todo por el tema de los estudios. Por otro lado, Lyssander no lo quería. Probablemente tendría pesadillas con inferis por el resto de su vida y había sufrido más ataques de ansiedad de los necesarios, por no hablar de las heridas del tobillo, la cara y la conmoción cerebral ¡Toma un saco de galeones y una copa puede curar todos tus males! Pues no, así no funcionaban las cosas.  Lyssander se preguntaba en qué momento a alguien le pareció buena idea dejar que chavales de diecisiete y dieciocho años se enfrentasen a dragones y a sus mayores traumas. 

La victoria había ayudado a Lyssander a sentirse orgullosa de sí misma por enfrentarse a ciertas cosas, pero semanas después se dio cuenta de que los recuerdos del torneo se habían quedado atascados entre el pecho y su espalda y no los podía sacar. 

A Nikolai le pasaba lo mismo. Él solo se había enfrentado a dos pruebas, pero lo habían marcado igualmente. Siempre miraba por encima de su espalda y a veces no era capaz de subir las escaleras más altas del castillo por culpa del vértigo. Su actitud hacia su madre también había cambiado. Lyssander recordaba pasar la noche después del Torneo en la enfermería, con Nikolai sentado en una silla a su lado, ambos incapaces de dormir por culpa de las pesadillas y el terror que recorría sus venas como si se tratase de un chute de adrenalina. 

Del único que no sabía nada, era de Gideon. Había tardado otros veinte minutos más que ella en volver en sí. Lyssander no sabía qué le había ocurrido en ese tiempo, pero si recordaba el miedo en los ojos escarlata de Gideon cuando apareció en la línea de meta del Torneo. Rápidamente ocultó lo que sentía con su actitud tranquila y perfecta, pero Lyssander sabía que el miedo seguía ahí. 

Gideon no volvió a hablar con ella ni con ninguna de sus amigas y Lyssander no le mencionó a nadie que había visto sus recuerdos. Era una especie de tregua a la que habían llegado para vivir en paz esa última semana.

Sin embargo, por mucho que le costase dormir, a Lyssander también le costaba despertarse. 

-¿Otra vez dormida? - le preguntó Lucy cuando vio a su amiga llegar al desayuno tarde de nuevo. 

-Sip. - respondió Lyssander. Fred le pasó un plato de natillas que le había guardado y estuvo a punto de echarse a llorar. - Además, ayer me quedé estudiando para el EXTASIS de Transformaciones. 

-No los menciones por favor. - pidió Alice. - No quiero oír hablar de los EXTASIS hasta el día antes, que será cuando entremos todas juntas en pánico.

-Me apunto, pero no podemos volver a ir al lago a las cinco de la mañana. - añadió Lucy. Alice abrió la boca para protestar, pero Lucy la cortó con la mirada. Esta vez no era un examen cualquiera que pudiesen pasar por suerte, eran los EXTASIS, las pruebas que acojonaban a todos los alumnos y que decidirían su futuro. 

-Por cierto, ¿y Astrid? - preguntó Lyssander. 

Lorcan le señaló unos sitios más allá. Astrid y Nikolai estaban sentados frente a frente, echando un pulso para ver cuál era más fuerte. 

Hogwarts es sinónimo de problemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora