Capítulo 35

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Intento hablar, pero solo salen monosílabos de mi boca, delatándome aún más. Ella arquea una ceja, esperando mi respuesta pero ni siquiera soy capaz de tragar saliva por lo paralizada que estoy.

—Es que oí unas risas adentro, así que como pérsik venía al baño, pues le dije que si se podía acercar a oír porque estaba cagado de miedo.

Alek miente mientras alza los hombros, como si estuviera pasando nada importante. Sigue recostado contra la pared, con las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón oscuro y observa a Ciara con desdén.

Ciara suaviza su expresión y creo que ahora parece mirarme arrepentida.

—Lo siento, Tessa, pensé que... —se disculpa.

—No te preocupes —interrumpo, dedicándole una falsa sonrisa.

Ella nos examina a los dos y se aleja, entrando a una de las habitaciones. Alek me sujeta de la mano con fuerza y me hace entrar a la habitación en la que dormí con Olivia. Cierra la puerta y me obliga a sentarme en la cama, mirándome con una notable intriga.

—¿Por qué tanta curiosidad por oír lo que esa chica hablaba?

La pregunta sale directa y sin filtros. Me tiro sobre mi espalda en la cama, quedando boca arriba y siento como Alek se acuesta boca abajo a mi lado. Sus ojos brillan como los de un niño en navidad, expectante a los regalos que está a punto de recibir.

Tomo aire y le cuento con lujo de detalles toda la conversación que tenía Ciara al otro lado de la puerta. Alek no deje fruncir su entrecejo con sorpresa cuando le digo que Danthaniel es el otro hombre de Ciara. Sin embargo, se confunde un poco cuando le comento que ella dijo que sabía el secreto de alguien y que los va a chantajear para sacarles muy buen dinero. Para entonces, Alek deja de mirarme y se centra a mirar por la ventana, como analizando las palabras que acabo de soltar. Y vuelve a fijarse en mí cuando le confieso que Ciara planea algo malo contra Olivia y contra mí.

—Ahora debemos cuidarlas de la loca esa —farfulla él—. Y lo mejor es que le cuentes todo a Izan.

—Hoy mismo se lo contaré todo —me volteo, apoyándome contra mi codo—. Pero, ¿crees que ella podría hacernos algo malo?

—No lo sé, pero debes detenerla antes de que lo haga.

—Destrozaré el corazón de Izan.

—El amor no es como en los cuentos de hadas, pérsik —objeta—. Le dolerá, sí, pero lo superará —suspira, cansado—. Deberías ir a hablar con él ya. No puedes permitir que siga al lado de esa mujer.

Él se pone de pie y me estira la mano, así que la cojo y me ayuda a levantar de la cama. Salgo de la habitación, inhalando mucho oxígeno para ver si eso me ayuda a tomar la voluntad que necesito. Alek muerde su dedo índice cuando nos paramos frente a la habitación en la que entró Ciara y me da un leve empujón por la espalda.

—Es hora, pérsik.

Practico por un par de segundos la terapia de respiración, porque estoy tan nerviosa que siento que si no inhalo buen oxígeno ahora, adentro me podría llegar a desmayar. Alek, por su parte, me deja sola y baja al segundo piso. Me animo y toco la puerta, con el corazón martillando en mi pecho.

Nadie abre.

Vuelvo a tocar, con más insistencia pero pasa lo mismo. Extrañada, giro la perilla y abro la puerta con sumo cuidado. Adentro, todo está en orden y no veo a Izan por ningún lado. Ni siquiera a la mojigata de Ciara.

Una idea pita como una alarma en mi cerebro, como si de repente todo estuviera muy claro o evidente.

Ella lo sabe. Ella no creyó la mentira de Alek. Tal vez Ciara nos confundió con que creía la mentira de Alek para así luego escapar con Izan. Y le funcionó, todo su maldito plan le funcionó.

LEAPERS I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora