Capítulo 40

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¿Sabes ese momento de tu vida en el que te arrepientes de muchas cosas? Es un poco curioso que el ser humano tienda a arrepentirse de las cosas momentos antes de morir; cuando ya no tiene tiempo.

Y es que sí puedo arrepentirme de varias cosas ahora. Por ejemplo, de haber ayudado a Ciara aquella vez en el bosque. O de dejar de pasar tiempo con mis padres o con Olivia porque estaba más concentrada en liar con chicos. Quizás, también arrepentida de no haberle confesado mis sentimientos a Aiden.

Sin embargo, ya no hay tiempo para arrepentimiento. Ya no hay tiempo para redimirme.

Cierro mis ojos justo cuando Ciara dispara y solo cuento mentalmente mientras doy respiraciones pausadas. Mi corazón no late veloz, sino que parece calmado esperando su destino.

Y tengo miedo. Tengo miedo de la muerte. Probablemente todos lo tenemos y más cuando sabes que estás a milisegundos de morir.
Pero la bala nunca llega.

Entonces abro los ojos despacio, con cuidado y un montón de pensamientos vacilan en mi cabeza sobre si ya he muerto y ahora estoy abriendo los ojos en el cielo... ¿o infierno?

Lo primero que veo es a Danthaniel, frente a mí, dándome la espalda mientras su cuerpo está iluminado de luz azul. Luego, observo caer el cuerpo de Ciara con una daga de luz azul incrustada en su pecho.

La luz que ilumina el cuerpo de Danthaniel desaparece.

Y la daga del pecho de Ciara también lo hace.

Estoy estática, paralizada observando el cuerpo de Ciara en el suelo. Mucha sangre sale de su pecho, tiñendo toda su camiseta blanca. Trago saliva por la dura imagen que está siendo implantada en mi cabeza. Quiero apartar la mirada pero el morbo o quizás mi estado de shock me lo impiden.

Creí que moriría hoy a manos de ella, pero ella acaba de morir a manos de Danthaniel.

Nunca habría querido que Ciara terminara de esta forma. Tal vez en el fondo de mi corazón, ella se sigue viendo como aquella chica inocente a la que encontré en la montaña.

Olivia se acerca a mí como puede, con una mano en el abdomen y se pone de rodillas a mi lado. El cuerpo me tiembla por el frío o tal vez por todo lo que está sucediendo. Muevo los dedos sobre los pequeños charcos de agua que se han formado en la tierra y no despego ni un momento la vista de Dan cuando se voltea para encararme.

—Estuvo cerca —dice él.

Agarro lodo en mi mano derecha y con fuerza lo aviento en dirección a Danthaniel; se estampa contra su abdomen y me lleno de euforia para seguir lanzando. Solo tomo lodo en cada mano y lo aviento contra él, sin detenerme, sin dar un respiro.

Él no se inmuta.

—¡Eres un imbécil!

Me pongo de pie con mucho esfuerzo y ahora golpeo su pecho con rabia, con enojo, con el dolor que siento en mi cuerpo. Danthaniel me toma por las muñecas e intento soltarme, pero fracaso.

—Eres malo, eres cruel —suelto, temblorosa.

—Los malos son ellos —responde sin titubear.

—Tú eres peor que ellos —ataco, tirando fuerte mis muñecas hacía abajo para soltarme—. Eres peor que ellos porque decidiste solo mirar y no hacer nada.

—Esperé el momento indicado —se defiende, liberándome.

—¡Eso es peor aún! ¡Olivia pudo haberse pegado un tiro y no habrías hecho nada!

—Ella es fuerte, tú no.

Lo analizo consternada, enfadada y desafiante. Mi mano derecha tiembla porque las ganas de darle una bofetada son inmensas. Él solo me mira serio, demandante, como si estuviera en un juicio donde está a punto de juzgar mis pecados.

—Aléjate de nosotras —le ordeno—. No quiero verte más.

Giro sobre mis talones y empiezo a caminar lejos de Danthaniel con Olivia siguiéndome el paso. Ella intenta detenerme, pero no estoy pensando con claridad. Ni siquiera sé dónde está Aiden, hasta él parece habernos abandonado.

—Debemos irnos de aquí, Oli.

La rodeo por la cintura con un brazo para ayudarla a caminar y ella empieza a emitir diminutos sonidos de dolor. Debo llevarla rápido al hospital o su herida puede infectarse. Entonces me quito la bomber y la obligo a ponérsela al notar como su cuerpo se mueve ante los temblores.

Diviso el cuerpo de Izan a unos dos metros de mí y no dudo en acercarme rápidamente a él mientras ayudo a Olivia. Está boca abajo, con la cara contra la tierra mojada, absorbiendo toda esa humedad y suciedad. Suelto a Olivia con cuidado para arrodillarme junto a él y lo giro despacio, tapando su rostro con mi cabeza para que no caiga lluvia sobre su cara.

—¿Izan?

Lo muevo, pero él no responde. No hay una breve señal de que esté a punto de abrir los ojos. Por instinto, acerco una oreja a su pecho y no escucho ni el más leve sonido de su corazón. Todo parece estar en silencio en su caja torácica.

Mi alarma biológica se activa.

—¡Izan, Izan!

Golpeo suavemente una de sus mejillas para hacer que despierte, pero él no reacciona; está inmutable, estático. Siento a Olivia ponerse a mi lado e imitando mi acción, mueve a Izan con desesperación, tomándolo por la camisa.

—¡Abre los ojos, pedazo de mierda! —grita Olivia con la voz quebrada.

No sé en qué momento nuestros ojos se han llenado de lágrimas. No sé en qué momento nos hemos recostado contra el pecho de nuestro amigo para sollozar.

—Izan, por favor... —le pido, aunque las palabras sean en vano.

—Perdono que hayas preferido a esa perra por encima de nosotras, pero no te perdonaré que te mueras ahora mismo —susurra Olivia, sorbiendo por la nariz—. Así que quiero que levantes tu trasero ahora mismo.

Acaricio su rostro; paso mis dedos por su frente, el puente de su nariz, las mejillas y por último su mentón. Las lágrimas me obstaculizan la visión y mi corazón parece estar apretujado allí abajo, como si de pronto mis pulmones hayan decidido arrinconarlo e impedirle latir con fuerza.

Muchos recuerdos llegan a mi mente de Izan. La primera vez que lo vi su energía me dio buena espina, me pareció un chico tan agradable sin conocerle. Y luego lo fui comprobando a medida que iba conociendo más acerca de él. Izan se había convertido en el hermano mayor que Olivia y yo no teníamos. Su genuina protección nos daba la paz que necesitábamos cuando a veces los chicos intentaban sobrepasarse con nosotras en las discotecas y eso que solo salíamos dos veces máximo a esos lugares en todo el semestre.

Aunque él tuvo que partir a Bogotá para terminar sus estudios allá, aún así seguíamos en contacto y siempre nos alegraba en los momentos malos con sus historias que quizás fueron inventadas por él solo para hacernos reír.

Ahora probablemente no volveré a ver su bonita sonrisa y aquella personalidad carismática. Sí, tal vez él cometió un error al confiar ciegamente en Ciara, pero nunca habría querido que uno de mis mejores amigos terminara así.

Olivia solloza con fuerza a mi lado y contagiándome por su melancolía, también me uno a ella de manera inconsciente. Las pérdidas son tan inesperadas y violentas que ahora puedo entender por qué se produce la depresión en las personas. Una pérdida devasta tus sentimientos y emociones.

Y quizás muy en el fondo de mi inconsciente la pesadilla que me rondó por algunas noches me estaba avisando sobre que algo malo ocurriría, pero yo no la tomé en cuenta.

—Eres un imbécil  —murmura Olivia después de un momento. En su tono se nota algo de rabia—. Eres un imbécil por morirte ahora mismo.

Levanto la cabeza para mirarla. Ella ha tomado con fuerza su camisa y lo mira de una forma tan desafiante, como si él pudiera escucharla y verla.

—Debemos avisar a sus padres —le notifico.

—¡No! —exclama ella, sobresaltándome—. ¡¿Dónde está la mierda de Ruber?! ¡¿Dónde están los malditos idiotas de Alek y Aiden?!

Los busco con la mirada por todos lados pero no veo ni la más mínima señal de ellos. Los primos Piaget ahora se dirigen a la camioneta y Danthaniel me observa desde el lado en dónde lo dejé hace un momento. No se ha movido ni un poco de su lugar. No parece conmovido por lo que está pasando.

Estudio cada rasgo del rostro de Izan y de nuevo, un sollozo es liberado de mi garganta. Los ojos me arden por las lágrimas y ahora me encuentro sorbiendo por la nariz. Abrazo con tanta fuerza a mi amigo que si estuviera vivo sé que me diría:

—Déjame respirar, Tessa.

Pego un brinco tan grande que caigo sobre mi trasero. Mi corazón parece un sensor porque ahora ha decidido alocarse, latir veloz como siempre en los momentos de peligro.

Respiro tan rápido que me ahogo y debo hacerlo también por la boca.

Izan suelta una pequeña risa y pone una de sus manos sobre sus ojos para cubrirlos de la lluvia.

¿Está vivo?

—¡Estás vivo! —llora Olivia pero de alegría.

El pecho me da el último respiro de alivio que necesitaba. Me acerco a Izan y esta vez lo abrazo sin apartarme de él aunque me lo pida.

—Nos metiste un susto del demonio, Izan —confieso.

No obstante, un movimiento llama mi atención y no es hasta que habla para darme cuenta de quién es.

—Las ayudaré —menciona Dan.

—Te dije que no quiero verte —siseo, apartándome de Izan.

—Sí y a mí no me gusta obedecer ordenes.

—Ese no es mi problema, solo vete.

—No lo haré —dictamina, serio—. Tuve mis razones para no entrometerme durante la pelea.

—¿Y la razón se debe a que nos mentiste y la verdad es que eres un cazador?

Él ríe.

—No mentí —afirma.

—No te creo nada de lo que...

—¡Basta! —gruñe Olivia, haciéndonos callar—. Ya me tienen con una teta hinchada con esta discusión sin sentido.

Literalmente, atravieso con la mirada a Dan, pero él le resta importancia.

—Debes ir urgente a un hospital, Olivia —sugiere él—. Si deseas, te puedo llevar.

—¿Y Alek y Aiden? —inquiere ella, poniéndose de pie.

Ayudo a levantar a Izan y él me sonríe con tristeza. Creo que aún no sabe que Ciara ha muerto. Con precaución, volteo un poco la mirada para ver el cuerpo de Ciara por última vez, pero ya no se encuentra ahí, por ningún lado.

—No lo sé y no me interesa. Nos vamos los que estamos —señala Danthaniel, poniéndose la capucha.

Me obligo a mirarlo y él solo levanta los hombros. ¿Qué hiciste con Ciara, Danthaniel?

—¿Tú qué piensas, Tessa? —pregunta ella en mi dirección.

—Ellos pueden defenderse solos, nosotras debemos irnos de aquí.

—De acuerdo.

Danthaniel eleva a Olivia en sus brazos y la empieza a cargar hasta el auto. Por mi parte, ayudo a Izan a caminar mientras él cojea un poco de su pierna izquierda.

Pero nada ha terminado.

Y Ruber no parece darse por vencido cuando me aparta bruscamente de Izan y me lleva a otro lugar a la velocidad de la luz.

Me suelta en el suelo y tomo aire a bocanadas grandes. Inhalo y exhalo con furor, con el aire quemando mis pulmones. Observo a todos lados y solo veo muchos árboles. El cabello cae por mi cara y al intentar apartarlo, Ruber me sujeta con fuerza por el cuello y comienza a asfixiarme.

—¿Creíste que te librarías de mí?

Susurra en mi oído mientras me asfixia con una soga hecha de luz. La asienta tanto contra mi cuello que el aire está faltándome con rapidez. Llevo las manos hasta las suyas e intento apartarlo enterrando mis uñas en ellas, fallando en la misión. Mis ojos se llenan de lágrimas porque no puedo respirar. Los pulmones me exigen oxígeno pero la asfixia no me permite ni un poco.

—Estoy cansado, pero antes de irme a descansar necesito por lo mínimo irme con otra muerte en mi cabeza.

Una sensación caliente embarga mi cara y es como si toda la sangre se estuviera acumulando allí. Mi boca permanece abierta, esperando recibir un poco de oxígeno. La cabeza empieza a darme vueltas. No poder respirar quema y duele.

De pronto, Ruber suelta el agarre y yo caigo boca abajo con la mejilla izquierda contra el suelo. Busco oxígeno por todos lados y mis pulmones dejan de torturarme cuando son inflados por el aire que estoy tomando en grandes cantidades.

Mi pecho se calma poco a poco, disminuyendo así el compás veloz que llevaba.

—¿Tessa?

—Aiden...

Me duele hablar. La garganta me arde e incluso siento un picor fastidioso.

—Ven, levántate.

Aiden me recoge del suelo en sus brazos y me aferro automáticamente a su cuello. Aún estoy intentando respirar con normalidad.

—¿Y Ruber?

—Ahí.

Levanto la cabeza del hueco de su cuello y veo el cuerpo de Ruber de la misma forma en la que vi el cuerpo de Ciara: con una daga en el pecho. No siento asombro, ni me paralizo. Tal vez en el fondo solo siento un fresquito.

—Ahora si no creo que sobreviva —dice Aiden, empezando a caminar conmigo en brazos.

—Estaba asustada... —musito con la voz impasible.

—Shhh, ya ha pasado. Ya todo ha terminado.

Enredo los dedos en su cabello mojado y lleno de lodo. Lo siento inclinar las piernas como si acabara de pasar por encima de algo.

—¿Dónde estaban? Pensé que habían escapado.

—Después tendré tiempo de contártelo todo.

La lluvia ya no cae con tanta fuerza, ahora solo hay una invulnerable brisa. Después de unos 5 minutos, Aiden se detiene y me sienta en una roca, se quita la chaqueta y me la entrega.

—Estás titiritando de frío, póntela.

Hago lo que me dice. Ahora, él se sienta a mi lado y me rodea con sus brazos, intentando darme calor.

—¿Por qué nos detuvimos?

—Debemos esperar a Alek.

—¿Dónde está él?

—Por ahí.

—¿Por ahí dónde?

—¿Cuándo retomaste el papel de detective?

Me río y él también lo hace. Se aparta un poco de mí y con las yemas de sus dedos limpia un poco la tierra de mis mejillas. La ligereza de su caricia me produce un frío en la parte baja de la columna. Luego, él trata de rozar mi labio inferior, pero no lo hace y su dedo pulgar queda a solo un centímetro de tocar mi labio.

—Hay bacterias aquí —alza el dedo con el que estuvo a punto de tocarme—. Es mejor no tocarte o podrías enfermar.

La valentía toca a la puerta de mi sinvergüenza interna, provocando que despierte y me hace decir:

—Yo sé dónde quizás no hayan bacterias.

—¿Dónde?

Trago saliva.

—Aquí.

Rompo la distancia que hay entre nosotros y sin una bienvenida, uno mis labios con los suyos.

Él no se resiste, sino que por el contrario se corre un poco más cerca de mí y enreda sus dedos en mi cabello para intensificar el beso.

Sus labios están fríos, pero son suaves, esponjosos. Miles de conexiones nerviosas hacen su trabajo en todo mi cuerpo, haciendo que lo sienta acalorado ante la cercanía de Aiden. El beso es dulce pero firme. No hay prisa en ello, tan solo nos dedicamos a disfrutar el uno del otro.

Aiden me sorprende cuando muerde mi labio inferior y una alarma es activada en mi cerebro. Una especie de jadeo se escapa de mi garganta y de inmediato me lleno de vergüenza, pero él solo ríe y niega con la cabeza.

—Estás loquita.

Jesucristo bendito, su voz ronca produce que mis hormonas hagan fiesta con mucho vodka.

—¿No está mal que probablemente me estén buscando y yo esté aquí besándote?

—Alek les ha avisado que estás bien.

—¿En qué momento?

—Mientras yo me encargaba de Ruber.

Lo miro y sus ojos azules tienen un brillo que me hace ilusionarme. Él tiene una sonrisa implantada en el rostro y es tan ancha y sincera que mi pecho se oprime.

—Tienes sangre aquí.

Hago introspección mientras Aiden limpia la comisura de mi boca. Debo admitir que todo me gusta de él, incluso en esos momentos en los que se comporta como un ser insoportable. La tranquilidad que me da su cercanía no la puedo describir con palabras. El corazón me grita algo a lo que procuro no ponerle cuidado, pero que a la misma vez ya no puedo seguir ocultando de mí misma.

¿Estoy enamorada de él o estoy enamorada del sentimiento?

Me río ante la pregunta, ya que me acuerdo de la canción de The feeling de Justin Bieber y Halsey.

—Si ya terminaron la sesión de besos, creo que es momento de irnos.

Pego un brinco ante la voz de Alek, llevando la mano a mi corazón que grita:

«Saca a ese metiche de aquí».

Aiden solo ríe, me ofrece la mano y me ayuda a ponerme de pie. Él en vez de soltarme, entrelaza su mano con la mía y empieza a caminar.

La frase de "no te ilusiones" ha sido tirada al cesto de la basura. No puedo evitar crear unas ilusiones con él cuando llega a actuar de esta forma. Y sé que yo misma le di el acceso para continuar con esto, así que no puedo renegar y solo debo dedicarme a disfrutar.

Llegamos hasta donde fui raptada de los brazos de Izan y para mí sorpresa, aún siguen todos allí. Por los vidrios del frente de la camioneta, veo a Olivia sentada en el copiloto mientras Dan le rompe la bata.

A este punto, ya hemos dejado de caminar. Estamos de pie a tan solo dos metros de la camioneta.

Una pregunta inquieta mi mente:

—¿Cómo sabían a dónde me había llevado Ruber?

—La vibración de su luz, podemos sentirla. Después del rojo, el naranja es la vibración más fuerte —agrega Alek.

—Nos tuvimos que esconder porque Ruber hirió a Alek, así que lo estaba ayudando. Me confíe de Izan cuando me dijo que él podría con Ruber —continua Aiden, acariciando el torso de mi mano—. Desde nuestro escondite pudimos observar todo, pero cuando vi a Danthaniel acercarse sabía que las ayudaría y seguí ayudando a Alek.

—¿O sea que tú también habrías dejado que Olivia se pegara un tiro?

Suelto su mano y me pongo frente a él con los brazos cruzados.

—No —corrige él—. Sabía que apenas la tocaras ella saldría del trance, pero al parecer Ruber no lo sabía.

Los dos se ríen.

—No estoy entendiendo nada —admito un poco exasperada.

Alek arruga la nariz. Aiden vuelve a tomar mi mano y la pregunta que hace a continuación me llena de vergüenza:

—¿Qué sientes cuándo toco tu mano?

Alek me analiza con determinación. Sí, con los ojos entrecerrados y mi pulso se acelera.

—No te lo diré.

—No importa, igual ya puedo imaginar qué sientes.

—Y si lo sabes, ¿para qué lo preguntas?

—Porque quiero verte perder el orgullo.

Suelto un resoplido.

—El caso es que, cuando tienes mucha conexión con una persona y esta persona está bajo el trance de la luz de un leaper, tú solo debes tocarla y ella saldrá de ese trance.

Alek se encoje de hombros como si no fuera tan importante.

Escuchamos un grito de dolor y sé que viene de Olivia. Doy por terminada toda la conversación y corro hasta ella, poniéndome al lado de Dan y observando cada cosa que hace.

Él le acaba de echar alcohol en la herida y eso la ha hecho gritar. Como ahora su bata se encuentra rota en la parte del abdomen se puede ojear mejor su herida abierta.

—Se le han soltado 6 puntos —anuncia Dan, señalando dichos puntos.

Olivia tiene los ojos cerrados. Inhala y exhala por la boca con impaciencia.

—Déjame ver —dice Aiden detrás de mí.

Me corro a un lado para que pueda ver. Él trata de acercar su mano a la herida de Olivia, pero Dan a gran velocidad la toma para detenerlo.

—No la toques —dictamina Dan. La furia se nota en sus ojos.

—¿Por qué? —cuestiona Aiden liberando su mano del agarre.

—La última vez que lo hiciste, Daymig enfermó por tu culpa.

—¿Quién es Daymig? —pregunta Olivia, con el ceño fruncido.

Nadie responde. Un silencio se ha instaurado en el ambiente. Danthaniel y Aiden se miran desafiantes, con recelo, como si el rencor que hay entre ellos se hubiera convertido en una especie de odio.

—Daymig es hermana de Danthaniel —responde Dhalan desde el piloto—. Y fue la novia de Aiden.

Holaa, Leapers

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Holaa, Leapers

¡Espero les haya gustado el capítulo!

Y la verdad, es que Tessa tiende a besar a Aiden en momentos inoportunos. Le acababan de dar una paliza y casi muere a manos de Ruber y ahí va la niña, besándose con Aiden.

Daymig, Daymig, Daymig.

Había déjado pistas sobre ella en los capítulos que no había resuelto.
¿Se acuerdan de alguna pista?

Y bueno, ya murió Ruber... pero aún queda alguien vivo.


Hasta el siguiente capítulo,

Lu.💕⚛

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