Capítulo 22

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Nuestras respiraciones están agitadas mientras nos miramos el uno al otro, sin decir una sola palabra.

Los ojos de Alek se han vuelto oscuros, pero no veo ningún brillo especial. Yo por mi parte estoy pasmada, inmovilizada en mi puesto, sin saber qué hacer ni qué decir.

No dejes que te bese.

La voz de mi subconsciencia me habla, pero más que hablar parece gritar. Y quiero hacerlo, quiero alejarme de él y decirle que esta no es la manera, que podemos encontrar otras. Siento que me miento a mí misma con todo esto. La verdad, no quiero besarlo, pero por alguna razón no logro apartarme.

Alek acerca su rostro un poco más, haciendo que pueda sentir sus exhalaciones. Cierra los ojos por un segundo y vuelve a abrirlos.

—No puedo hacerlo —musita, conteniendo la respiración.

Habla tan bajo que su aliento a vainilla golpea un poco mi nariz y aquello me toma por sorpresa. Él se incorpora de nuevo en su puesto y la distancia me hace soltar un jadeo de alivio.

—Pensé que era una tontería, pero acabo de comprobar que no lo es —dice, con las manos en el volante—. Me gusta Olivia, es un hecho.

Su confesión me deja impresionada haciendo que me lleve las manos a la boca. Me empiezo a reír; el tipo de risa que te ataca y no puedes detenerte. La felicidad florece en mi pecho al darme cuenta de que no siento ni una pizca de celos por su revelación. Y me río, me río hasta más no poder al recordar el disparate que estuvimos a punto de hacer.

Alek me mira extrañado, levantando una ceja y haciendo una mueca.

—¿De qué mierda te ríes?

—De tu cara de tonto.

Él sonríe y pasa una mano por su cabello.

—Debes decírselo —aseguro.

—¿Qué? No —me mira como si estuviera loca—. Vale, que la chica me gusta, pero que no iré a confesarle aquello. Además, Olivia es un caso completamente difícil. Podría apostar media herencia a que ella se burlaría en mi cara.

—Olivia no es así —farfullo. Alek alza una ceja—. Bueno, sí es así.

—Lo sé y por eso no le diré nada. Además, no busco ningún amorío. Tengo muchos problemas y cosas en la cabeza como para andar de cupido ahora mismo.

—Entonces no entiendo nada.

—¿Qué no entiendes? —inquiere.

—¿Por qué dijiste que te gusto si en realidad te gusta Olivia? —respondo con otra pregunta.

—Tú me gustas como me gustan los melocotones. Me gustas como me gusta ser insensible en los momentos complicados —susurra mirando al frente—. Lo que trato de decir es que, me gustas como me gusta la noche fría de este pueblo, pero no me gustas en el sentido especial de la palabra.

—Creo que entiendo —río—, pero lo hubieras especificado hace un momento.

—Es que quería besarte para aclarar mis sentimientos, pero el estar cerca de ti me ayudó a hacerlo. Por eso no necesité besarte —aclara—. Además, quería ponerle un poco de suspenso a la cosa. Si te hubiera dicho la forma en que de verdad me gustas, no habría sido divertido.

Lo odio.

Entonces caigo en cuenta de que me siento igual que él. Le había dicho que me gusta con el fin de poder disipar mis emociones y sentimientos. Es por eso que no quería que me besara cuando estaba cerca de mí. Al igual que él, su cercanía me hizo entenderlo todo.

Abro la puerta del auto, pero antes de bajarme por completo le hago la última pregunta.

—¿Qué es lo que buscas de Olivia?

Alek pone una mirada pícara y alza los hombros para hacerse el importante.

—Divertirme con ella —admite.

Suelto una carcajada, niego con la cabeza y me bajo.

—Lo siento, Alek, pero estoy malditamente segura de que ella será la que se divierta contigo.

Cierro la puerta de golpe, impidiendo que pueda decirme algo más y avanzo hasta la puerta de mi casa.

Todo esto ha sido una completa locura, pero me reconforta saber que por fin he podido saber qué es lo que en verdad quiero. Sin embargo, también debo ser sincera conmigo misma sobre mis sentimientos por Aiden. Debo admitir que me gusta, pero no siento que aquello pueda crecer con el tiempo y llegar a sentir algo más por él... ¿o sí?

Se llega la noche y en el mismo modo, el siguiente día. Un nuevo día en el que debo estar atenta ante cualquier cosa o movimiento extraño que vea. Un nuevo día en el que ya no debo atormentarme por mis sentimientos acerca de dos chicos.

Es martes, 10 de febrero del 2020, 8:30 am. La alarma de mi celular empieza a sonar y me estiro para apagarla. Un fuerte dolor me recorre toda la cabeza, lo que hace que la sujete con las manos a cada lado mientras me inclino hacía adelante. Aguanto la respiración cuando mis músculos comienzan a palpitar de dolor, ocasionando que no pueda moverme ni un poco. Y para rematar, la fiebre arde en todo mi cuerpo como el fuego vivo.

Quito las sabanas para ponerme de pie en el piso y camino hasta la puerta mientras sollozo. Necesito llegar abajo para que mi madre me ayude. Mi cabeza, mi cabeza duele mucho y empiezo a llorar por el insoportable calvario. Bajo las escaleras con cuidado y siento pinchazos en mis pies con cada escalón que piso.

—Mamá... —me quejo cuando la veo sentada en el sofá mientras lee algo en el portátil—. Mamá...

Mi madre se levanta rápido cuando nota mi presencia y me mira asustada. Las lágrimas caen por mi rostro, no me suelto la cabeza y miro a mi madre a los ojos.

—¿Qué pasa, Tessa? ¿Qué tienes?

—Me duele mucho la cabeza, el cuerpo, todo.

—Espera aquí.

Ella se aleja de mí y se dirige a la pequeña mesa que se encuentra en la entrada de la cocina. Busca algo en las gavetas con desesperación y yo siento que voy a desfallecer.

Todo me da vueltas, mi corazón late furioso y empiezo a sentirme débil, sin energías para mantenerme de pie. Muevo mi cabeza de un lado a otro intentando quitar el mareo pero no lo logro. Mi visión se nubla, comenzando a ver todo negro y escucho los gritos de mi madre antes de caer al piso. La veo acercarse a mi cuerpo pegando fuertes gritos y esa es la última imagen que veo cuando mis ojos deciden cerrarse para caer en un profundo sueño.

***

No sé cuánto tiempo he durado desmayada, pero la voz de mamá me trae de vuelta. Abro mis ojos lentamente, acoplándome a la luz y veo a mi madre arrodillada frente a mí, pero ella no está sola: Aiden está aquí y me mira asustado.

Entonces él me levanta en sus brazos e intenta subir conmigo las escaleras, dirigiéndose a mi habitación.

—Aiden...

—Tranquila, todo estará bien.

Su voz suena dulce y mi corazón no se resiste para dar un pequeño salto. Él si está encaprichado con aquel chico, mientras que mi cerebro se lleva la mano a la cara negando con la cabeza.

Él pone mi cuerpo en la cama y después me cubre con las sabanas. Mi madre me hace tomar algunas medicinas para el malestar. Luego, se excusa diciendo que irá abajo a hacerme unos paños con agua tibia para poder bajar la fiebre.

Aiden y yo quedamos a solas. Él me mira sentado desde el pequeño sofá de mi habitación, con los brazos apoyados sobre sus piernas.

—¿Deseas algo antes de morir? —pregunta él, intentando ser gracioso.

Oh sí, muchas cosas y contigo, dice mi subconsciente.

Bueno, la fiebre me está haciendo delirar.

—Aquello sería algo que diría Alek.

Me río sin ganas. Él tiene toda la razón.

—¿Y qué sería algo que dirías tú? —formulo con mi poca voz.

Él ladea una sonrisa. Por un segundo mira al piso y luego vuelve a alzar la vista.

—Pide lo que quieras, Tessa.

—Un último oso polar —pido, siguiendo su juego.

Aiden me da una bonita sonrisa y se acerca a la cama, para luego sentarse a un lado. Junta sus manos y las cierra, entonces veo como una luz verde empieza a salir de ellas. Las abre y veo al pequeño oso polar sentado en la palma de su mano derecha.

Debo admitir que me gusta cuando hace aquel poder con la luz solo para complacerme.

—Ya te has familiarizado tanto con él que deberías ponerle un nombre —murmura en voz bajita.

Lo pienso por un rato. Cantidad de nombres de caricaturas llegan a mi mente pero ninguno llega a gustarme. Olivia sin duda le pondría un nombre muy original, así como le puso a su gato negro bien mañoso.

Cuando tengo el nombre le dedico una sonrisa.

—Se llamará Gumball.

The Amazing World of Gumball —acierta y se pone tenso.

Su mirada se vuelve fría y se levanta para alejarse de mí. El oso desaparece de su mano cuando la cierra en un puño. Yo no entiendo qué ha ocurrido, su actitud ha cambiado en una fracción de segundo. Me olvido de todo el dolor y le pregunto:

—¿Qué pasa?

Él me mira enfadado. Mis nervios están en la expectativa porque no entiendo qué es lo que sucede con él.

—Es momento de irme.

Me siento de manera rápida, pero el dolor en todo mi cuerpo me hace soltar un jadeo. Un fuerte pitido resuena en mis oídos y de nuevo me llevo las manos a la cabeza porque creo que me va a explotar. Caigo de espaldas, parpadeando para eliminar las lágrimas que se avecinan. El dolor es desesperante, casi inaguantable y aumenta cuando me muevo bruscamente.

Aiden me mira.

—¿No es que te ibas? —pregunto—. Lárgate, no deseo ver tu odiosa existencia ahora mismo.

—Tus deseos siempre serán órdenes.

Aiden hace una reverencia, abre la puerta y desaparece por ella.

Empiezo a llorar de nuevo, pero esta vez con mucha más fuerza, manifestando todo el dolor que me invade. Me siento mal, muy mal ahora mismo. Cada centímetro de mi cuerpo duele, arde, quema, haciendo que me sienta en el mismísimo infierno.

Mis gritos alarman a mi madre porque en menos de un minuto aparece en la habitación y se acerca a mí para luego poner una mano sobre mi frente. Su rostro luce preocupado, asustado, haciendo que mi corazón sufra una leve opresión.

—Me siento mal... —susurro antes de volver a desmayarme.

***

Una voz irreconocible para mí suena en la total oscuridad de mi cabeza. Hay una mujer que habla de cosas que no puedo entender. Sin embargo, después de unos segundos la escucho irse.

Mis ojos intentan acoplarse a la luz a medida que los abro lentamente para comprobar dónde estoy. Mi cuerpo ya no duele, pero mi cabeza todavía un poco. Tengo la boca seca y con un desagradable sabor a medicinas.

—¿Tessa?

Oh no, aquella voz si la reconozco.
Es Aiden.

—Tu madre ha salido a comprar algo para comer, ya que me ha dicho que sufre de hipoglucemia y necesita estar consumiendo azúcar cada cierto tiempo.

Despierto por completo en un lugar demasiado conocido para mí. La habitación blanca y sin llena de vida me recuerda a cuando iba a acompañar a mi madre a su tratamiento para la hipoglucemia: la clínica.

Aiden está de pie junto a la camilla, mirando mis signos vitales en la pantalla.

—Te desmayaste de nuevo —dice—. No fui capaz de irme de tu casa, así que solo bajé y empecé a hablar con tu madre sobre lo que tienes. Ella escuchó tus gritos y subió rápidamente a tu habitación, para luego ver como te desmayabas.

—¿Y ya saben que tengo? —inquiero en un hilo de voz.

—No, todavía no. El médico todavía no ha traído tus exámenes.

—De acuerdo.

Me fijo en cada rincón de la habitación, pero no encuentro nada interesante en lo que posar mi atención para ignorar a Aiden. Ahora mismo deseo que Olivia esté aquí, animándome un poco. Ella sería capaz de ponerle vida a esta habitación tan apagada y triste.

Después de un par de minutos en total silencio, Aiden se atreve a hablar:

—¿Te molesta si salgo un momento?

Levanto mis hombros en señal de que no me importa. Tengo mi cabeza de lado, por lo que no puedo verlo. Así que solo escucho cuando sale de la habitación.

Aiden se ha vuelto un chico un tanto complicado desde el momento en que descubrimos su secreto. Sin embargo, da la impresión de que ha tomado un tipo de distanciamiento sobre mí. Pero me confunde que haya momentos en los que parece tan vulnerable, como la vez que lo obligué a llevarme al lago mientras estaba ebria o como en mi casa cuando volvió a hacer el pequeño oso polar.

El chico es un tira y afloje, eso está claro.

Escucho la puerta abrirse y me giro con una sonrisa en la cara, esperando que sea mi madre. No obstante, aquella sonrisa se borra de mi rostro cuando veo a un joven entrar a la habitación. Está vestido completamente de blanco, dando un aire de pureza, por lo que llama mi atención. Es alto, de piel trigueña y unos ojos tan negros como la oscuridad.

—¿Quién eres tú? —inquiero interesada.

El chico se acerca con lentitud, para luego sentarse en la punta de la cama. Una sonrisa sombría se escapa de su rostro.

—Mi nombre es Jason y que agradable honor es conocerte, Tessa.

Me quedo como piedra. Aquel chico sabe mi nombre y es la primera vez que lo veo en mi vida. Puedo sentir su mala vibra, sus malas intenciones y cuando corre un poco la sabana blanca que me cubre, el miedo se instala en mi cuerpo como un virus.

Mi pierna izquierda queda al descubierto y Jason empieza a trazar su índice en la piel expuesta. Intento apartarme pero él la toma con fuerza.

—Shhh —sisea riendo—. No eres tan bonita como te ves en las fotos, pero tus piernas me dejan impresionado.

—Pues tu cara tampoco es que sea la de una súper estrella —contraataco.

Jason ríe.

—Se supone que no debes caerme bien, luego se me hará más difícil matarte.

Su voz me deja inmovilizada por el miedo que me hace sentir cada una de sus palabras. Mis palpitaciones empiezan a aumentar, acción que genera que algún aparato al que estoy conectada comience a pitar.

Es un cazador, sin duda alguna, pero no dejaré al miedo guiarme esta vez.

Inconscientemente, las palabras del chico del supermercado se vienen a mi cabeza.

—Nunca debes revelar a quién vas a matar, imbécil —sonrío, creyéndome la valiente—. Pudiste haber quedado como un buen asesino, supongo que será para la próxima.

Jason ríe con muchas ganas. Cada tono de su risa vibra en mi columna, haciendo que una sensación fría me recorra por completo la espalda.

—No fue tan difícil dar contigo cuando tu ADN estaba en Ruber... —hace una pausa y acomoda el cuello de su chaqueta blanca—. Me enviaron a cazarte, recién ayer. Me dieron unas fotos tuyas para conocerte mejor y no equivocarme. Y bueno, nena, aquí estoy.

Entonces, de manera inesperada, Jason quita por completo la sabana de mi cuerpo y me tira de una pierna hacía abajo, lo que hace que el catéter se salga de mi mano y el monitor de signos vitales comience a pitar una línea recta. Ahora ese aparato piensa que estoy muerta.

Intento zafarme de su agarre, pero él de manera veloz se sube encima de mí. Me sujeta los dos brazos por encima y me inmoviliza con su cuerpo. Estoy debajo de él sin poder moverme con mis sentidos totalmente descontrolados.

Jason comienza a hablar.

—Leí tu historial para averiguar por qué estas aquí internada, ya que quería ver qué tienes y vaya que los síntomas me sorprendieron.

—Habla claro —exijo dejando de moverme.

—¿Quieres saber qué es lo que tienes? —asiento con la cabeza—. Haz tenido una reacción a la sangre que alcanzaste a consumir cuando mordiste a Ruber. Fue muy poca, pero lo suficiente como para hacerte sufrir. Nuestra sangre es demasiado ácida, por así decirlo. Donde hubieras consumido en mayor cantidad, como en una trasfusión, ahora mismo estarías muerta.

Lo de Ruber había sido el sábado alrededor de las 9 de la noche, así que contando desde ese día hasta hoy está claro que hay 3 días de diferencia. Los 3 días en que las personas morían cuando se les hacía la transfusión de sangre en el experimento de John.

Trago saliva. No me esperaba aquella confesión y de hecho, más que asustada estoy sorprendida. Cuando siento que ya sé todo de los leapers, aparece nueva información en los momentos más oscuros.

Así que me lleno de valentía para después dedicarle una sonrisa a Jason.

—Ni siquiera desde el más allá Ruber ha podido asesinarme.

Jason sujeta mis brazos con una mano y con la otra empieza a tocarme el cuello, bajando hacía el pecho.

—Es una alegría que estés viva —susurra acercando su cara—, porque ahora podré asesinarte yo y no sabes cuánto disfrutaré de eso. Pero primero quiero divertirme un poco.

Tomo la fuerza de donde no la tengo y lo golpeo con mi cabeza en toda su repugnante cara. Es tanta la adrenalina que siento corriendo por mis venas que no siento ni una pizca de dolor. Jason se lleva las manos a la nariz y aprovecho para empujarlo con mis manos, por lo que él cae al piso mientras yo me pongo de pie automáticamente, por la pura inercia.

Es demasiado loco lo que puedes llegar a hacer cuando se trata de sobrevivir. Aunque la misma psicología afirma que el ser humano puede llegar a comportarse de una manera diferente cuando se encuentra en una situación de peligro.

Jason se levanta, quita las manos de su cara y puedo notar la sangre saliendo de su nariz. Ni siquiera me muevo, estoy estática mientras veo aquel líquido rojo. Jason se limpia con las mangas de su chaqueta, pero la sangre continua saliendo por un orificio.

—Lo valiente si te hace bonita.

Me sonríe, truena su cuello y sale corriendo hasta donde estoy. Yo avanzo hasta la puerta de manera veloz, pero él me toma por el cabello tirando de mí hacía atrás ocasionando que caiga al piso. Un fuerte dolor me recorre la parte trasera de la cabeza.

—No sabes lo excitado que estoy ahora mismo —exclama poniéndose de nuevo sobre mí—. Entre más te defiendas más aumenta mi deseo sexual hacía ti.

Su cara es la de un depredador sexual y aquello me causa repulsión. La angustia y el miedo están en cada célula de mi sistema, mis latidos no dejan de sonar y danzar con fuerza, la amígdala me pita como una alarma a las 6 de la mañana.

—Sobre mi cadáver podrás saciar tu deseo conmigo —advierto.

Jason sonríe de manera perversa.

—La necrofilia también me va —asegura.

Él pega su boca a la mía y yo me remuevo con desesperación. No puedo apartarme ni un poco, él me gana en fuerza y ahora sí, siento que ya no podré quitarlo de mi cuerpo. Pero no me doy por vencida y muerdo su labio inferior con mucha fuerza, tratando de aquella forma poder apartarlo un poco. Jason se separa a una corta distancia de mí, la sangre brilla en su labio y empieza a descender por su barbilla. Él se limpia un poco con una mano, mira la sangre en sus dedos y después la lame.

—Veo que te encanta morder —murmura con coquetería.

Quiero vomitar. Nunca había sentido tantas ganas de vomitar por sentir la cercanía de alguien. Su sangre está en mi boca y el sabor aumenta mis nauseas.

—Ahora estoy enojado y excitado, no sabes cuánto —aproxima de nuevo su cara—, y que sensaciones tan maravillosas.

—Me das asco —escupo.

Una bofetada impacta en mi mejilla provocando que gire la cabeza por inercia. Puedo sentir la piel palpitar por el agudo dolor y como una sensación de calor invade aquella zona golpeada. Aprieto mis dientes con fuerza para reprimir un grito.

—Y eso lo hace aun más divertido.

En su rostro se palpa la diversión y el deseo cuando comienza a subir la bata medica que traigo puesta. Aprieta con fuerza mis muslos con una mano, ya que con la otra sostiene mis brazos por encima de mi cabeza. Sigue subiendo su mano, con lentitud haciendo que cada vez más la frecuencia cardíaca me aumente. Me reprimo a mí misma las ganas de llorar, ya que aquello le daría más gusto.

Debo salvarme a mí misma. Nadie más lo hará.

Así que lo trato una vez más, porque no quiero darme por vencida a lo que creo que él hará ahora mismo. Escucho voces provenientes de afuera, forcejeando la puerta que no logran abrir, pero aquello no logra inmutar ni un poco a Jason. Tomo unas cuantas respiraciones cuando una de sus manos se ubica en mis caderas y las aprieta, para después decir un montón de cosas que no logro entender.

Una idea ilumina mi cabeza.

¿Podría servir? No lo sé, pero no pierdo nada con intentarlo.

—Por favor... —musito para llamar su atención.

—Por favor, ¿qué? —repite.

—Tócame, por favor... —imploro tratando de sonar convincente—. Te deseo, tócame.

Él me mira confundido.

—¿Qué? No, no —niega con la cabeza—. Quiero que te resistas a mí, que te quejes, que llores, eso me excita, me vuelve loco.

Está funcionando, evidentemente mi plan está funcionando.

Jason se acerca a mi cuello y comienza a besarlo como un loco. Su saliva se adhiere a mi piel y yo me aguanto todo el asco que su contacto me produce para no arruinar el plan.

—Sigue, no te detengas —balbuceo para causar el efecto contrario en él.

—¡Maldita sea, no! —grita y me mira—. Me gusta sentir a una mujer suplicar por ayuda mientras la toco, pero no que me...

Jason en un descuido suelta mis brazos, así que tomo la ventaja y me lanzo directamente a su cara. Mis pulgares empiezan a presionar con mucha fuerza sus ojos. Él, por su parte se dedica a gritar, a jadear y yo llevada por el odio no me detengo, sino que entierro un poco más mis pulgares mientras siento la ira ardiendo como un incendio en mi cuerpo. Luego, lo empujo con fuerza a un lado y me levanto con la poca energía que me queda para avanzar a la puerta.

Él grita en el piso, pero yo no me detengo. Llego hasta la puerta y quito el seguro, para dejar entrar a las personas que están al otro lado.
Izan es el primero en entrar. Escanea a Jason que tiene las manos puestas sobre sus ojos, y luego se acerca a mí para darme un abrazo.

—Tuve tanto miedo, Izan —suelto.

Entonces, me quiebro y comienzo a llorar.

A veces, llorando se puede ir todo el malestar que llevas dentro y llorar, no es una señal de debilidad. Nacimos llorando, porque esa fue nuestra forma de demostrar al mundo que estamos vivos y que queremos vivir.

Llorar limpia el alma y la reconstruye. Llorar cuando has sido fuerte por mucho tiempo es justo y necesario, porque después renaces fortalecido.

Holaaa, Leapers

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Holaaa, Leapers.

Bueno, este capítulo ha sido un poco complicado desde mi percepción.
El cazador no solo quería matar a Tessa, sino que deseaba otra cosa más de ella. Pero gracias al universo existe el instinto de supervivencia, que se activa en cada uno de nosotros para intentar salvarnos.
¿Alguna vez lo han sentido?

Uno de nuestros bebés leapers  explicará un poco más sobre el oscuro secreto de Jason.

¡Por cierto!
Siento haber roto los shippeos, pero les aseguro que los nuevos serán geniales.❤😕

Alek y Olivia son dinamita.
Aiden y Tessa son...

Ahora si tendremos más romance y más misterio.❤

Pista:
D.

Hasta el siguiente capítulo,

Lu💕⚛

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