Capítulo 2

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(***)


—¿Qué no ves por dónde caminas? —Le pregunto un tanto enojada al chico parado frente a mí mientras me sigo sobando la cabeza.

Y entre esas, me dedico a mirarlo un poco y observo como abre su boca para decirme algo, pero creo que se arrepiente porque la vuelve a cerrar. Podría decir que lo que más me atrae de él son sus imponentes ojos azules, un poco irritados —tal vez— por el viento que corre afuera.

Es alto y de tez blanca, lo que hace que mi manía por los tipos blancos se sienta satisfecha. Lleva una camiseta roja que le sienta muy bien y una chaqueta junto con unos pantalones negros. Su cabello castaño es digno de enredar los dedos en él y como si estuviera leyendo mis pensamientos, hace justo lo que deseo hacerle: peinar su cabello con sus dedos.

Hago mala cara y escucho como Olivia suelta la risa.

—Okey, Tessa, es momento de irnos —murmura y me tira del brazo.

—No, no, no. Este chico ni siquiera me ha pedido disculpas y...

Quiero continuar, pero el chico golpeador de cabezas por fin se digna a decir algo.

—Lo lamento, no quería herirte —suelta él, avergonzado.

Olivia y yo nos quedamos estancadas en su acento. Parece una criatura bebé, de esas a las que no puedes dejar de mirar por la ternura que irradian.

—Oh —susurra Olivia.

Sí, Olivia, oh.

—Bueno, ¿nos van a dejar pasar o seguirán ahí paradas mirándonos? —Habla un chico que aparece detrás del oh.

—Doble oh —musita por segunda vez Olivia.

Mi boca se abre un poco y creo que me saldrá baba cuando el "doble oh" se pone al lado del otro chico. Por su acento sé que también es extranjero, pero no del mismo país que el golpeador de cabezas; los tonos y sonidos de las palabras me hacen notar la diferencia. Es demasiada riqueza extranjera para tan poco tiempo, aunque en Pamplona siempre se vean extranjeros, puedo jurar que nunca había visto a extranjeros tan jóvenes como ellos.

Oni ochen' smeshnyye —zanja el nuevo chico, con una sonrisa marcada en el rostro. Y muero por preguntarle qué significa lo que acaba de decir.

Él es de tez todavía más blanquecina que la del primero. Sus ojos todavía más azules —casi plomizos— que los del primero. Pero lo que más me impacta de él es aquella sonrisa juguetona que tiene mientras nos observa como si fuéramos algún tipo de animal extraño. Él si va vestido completamente de negro, con el cabello despeinado y con el aroma de su loción invadiendo mi espacio personal.

—Santo Jesús... —murmuro en voz baja cuando él muerde su labio inferior, con impaciencia, quizás.

Es un hombre el cual su belleza no pasa desapercibida y aunque sea muy superficial, hay que admitir que todos nos sentiríamos atraídos por una persona la cual nos parece potencialmente guapas.

Los dos chicos comienzan a reír ante esto y sé que es nuestro momento para marcharnos. Ahora soy yo la que tira del brazo de Olivia y la saco a rastras del lugar, pasando por el lado de los chicos sin llegar a empujarles. Una vez que estamos afuera siento que puedo respirar después de tanta incomodidad.

—¡Que guapos! —grita Olivia y rápido la intento callar.

—Shh, cállate, aun no estamos lo suficientemente lejos —reprocho.

—Aguafiestas —gruñe—. Encontré al amor de mi vida y nunca lo volveré a ver —lloriquea y añade—: y todo por tu culpa.

—¡Ja! —bufo—. Además, ¿qué son esas mamadas de amor de mi vida?

LEAPERS I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora