Padre

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Dedicado a vi_alba11

Todos se reunen relativamente temprano.

La Abuelita y Rubi ya han dispuesto la mesa.

Regina y Henry están sentados en taburetes riendo y haciendo bromas.

David y Mary Margaret charlan amigablemente con Leroy que ha venido a desearles una feliz velada.

Emma está enredando por las puertas de acceso a la cocina y de vez en cuando prueba algún canapé de la barra.

Sale la Abuelita seguida de Rubi.

- ¡Si no terminamos con esto cuanto antes no volveré a invitaros a ninguna cena nunca más!

Todos ríen y se sientan.

Cada uno se coloca donde quiere: Mary Margaret y David en el lado izquierdo, frente a Emma y Henry.

Rubi se sienta junto a Henry y la Abuelita junto a Mary Margaret.

Regina quería sentarse junto a Henry, pero todo el mundo se ha colocado tan rápido que el único sitio que queda libre es la presidencia de la mesa.

En otro tiempo habría disfrutado, incluso exigido, gozar de tan privilegiado puesto.

Ahora no le gusta porque además de estar en una situación un tanto desventajosa para mantener una conversación, las personas que tiene a ambos lados no le prestan atención.

De hecho, nadie le presta atención.

La cena transcurre con normalidad y pasan a los postres.

- ¡Aquí traigo copas de helado para todos!

Todos vitorean, excepto Regina.

- Si no te importa, yo prefiero un café.

La Abuelita intenta disimular, sin éxito, su molestia. Y Regina lo advierte.

- Bueno, si no tienes café no pasa nada, con un licor me conformo.

- Ahora mismo le traigo el café.

La Abuelita se marcha molesta y Emma se extraña. Seguro que Regina tiene algo que ver.

- ¿Sabes qué le ocurre a la Abuelita?

- No sé. Supongo que le habrá sentado mal la cena. Discúlpeme.

Ante la atónita mirada de Emma, la otrora Reina Malvada se marcha en dirección a los aseos.

Entra la Abuelita y pone de mala gana el café y una botella de licor frente al sitio de Regina.

- ¡Ahí está todo! ¡A ver si se atraganta!

- ¡Abuelita!

- Lo siento Emma, pero no soy capaz. Si no fuera por su culpa, no estaríamos otra vez aquí.

- Esta vez no ha sido cosa suya. Ha sido...

- Yo, queridos.

De un golpe la puerta se abre y entra Cora, en todo su esplendor, con su habitual vestido azul eléctrico adornado con detalles de pedrería.

Todos se levantan atónitos y expectantes.

- Veo que la emoción os embarga. Qué pena que no pueda decir lo mismo.

Blanca sortea las sillas y haciendo caso omiso a David, que intenta frenarla, corre hasta ponerse justo enfrente de Cora.

- ¡No eres bienvenida aquí!

- No necesito vuestro permiso para venir a la ciudad que creó mi hija. Y menos a ti, querida Blanca.

- ¡No me llames así!

Coge un cuchillo y amenaza con atravesar el cuello de Cora, que permanece impasible, con esa fingida calma que tanto odia su hija.

- Querida, ambas sabemos que no vas a ser capaz de atravesarme con ese cuchillo.

Emma sale en su defensa

- Ella no, pero yo si

- Tan inconsciente como su madre. ¿No os vais a cansar nunca de poneros en evidencia?

David sale en su defensa y se pone delante de Emma y Blanca

- ¡Oh, lo que faltaba! ¡Menos mal que tenéis un valeroso pastor de cabras para salvaros el pellejo!

- No vas a conseguir que tus planes lleguen a buen puerto, Cora. Te lo impediremos.

- Creo que se me está tratando muy desconsideradamente. Sobre todo teniendo en cuenta el regalo tan maravilloso que os traigo a todos. Sobre todo a la pequeña Blanca.

Todos se ponen a la defensiva.

- Pasa, querido.

La campanita de la puerta suena y entra "el regalo" que ha traído Cora.

Blanca abre los ojos como platos...

- ¡Padre!

Regina, que lo ha visto todo escondida tras la puerta del baño, entra al mismo y desaparece en una nube morada...

El Retorno de Cora. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora