Moneda de cambio

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Cora se materializa con Henry en el recibidor de la mansión de la alcaldesa, a la vez que Regina y Gold.

- Vaya, veo que todos hemos tenido la misma idea.

- ¿Quién es ese bebé?

"No puedo creerlo. Es imposible que sea él"

- ¿No reconoces a tu propio hijo?

Nerviosa, suelta el agarre de Gold y corre a tomar a su hijo en brazos.

Cora se lo entrega deseando deshacerse de ese monstruito que sólo llora y come.

La mujer lo estrecha en sus brazos

- Mi Henry. Mi pequeño Henry... qué te han hecho...

Gold tampoco sale de su asombro.

- El hechizo cumplió su cometido. De esta forma no nos causará más problemas.

- ¡¡ESTAMOS HABLANDO DE MI HIJO!! ¡¡SOIS UN MONSTRUO!!

- ¡Muchacha insolente! ¡Si hubieses educado bien a tu hijo, no tendríamos que llegar a esto!

- ¡Os arrepentireis de esto, Madre!

- ¡A mí no me amenaces!

- ¡¡Basta!!

La voz inequívoca y sombría del Ser Oscuro, acalla a las dos mujeres.

- ¡No tenemos tiempo que perder! ¡Hay un Vorticeque nos espera impaciente ahí fuera!

- ¿Y qué te hace pensar que vas a venir con nosotros?

Con un ágil y rápido movimiento, se sitúa detrás de Regina y su bebé con un gran cuchillo en la mano.

Como es de esperar, sitúa el arma contra la garganta de su pupila, que tras la correspondiente exclamación de sorpresa, sujeta fuertemente a Henry contra su pecho.

La piel se le eriza cuando la mano libre de su maestro se coloca sobre su clavícula desnuda.

Su tersura escamosa, similar a la de un cocodrilo, provoca mucho rechazo y aprehensión en la mujer.

Con su desafiante y burlesca pose habitual, el que fuera el Señor Gold, responde entre risas, muy complacido a la pregunta de Cora.

- ¡He traído mi pasaporte!

Zarandea a la Reina y aprieta un poco más el cuchillo contra su cuello.

Empieza a notar la lucha de la hoja de la afilada arma contra su expuesta piel, que amenaza con romperse con la facilidad de un trozo de papel mojado.

- No sé para qué quieres venir con nosotros. Bella no va a estar allí cuando lleguemos. Sigue muerta.

El temple de la criatura se enerva considerablemente, dejando de lado las buenas formas.

- ¡¿Y a ti que más te da?! ¡Tú sólo haz lo que te digo!

- ¿Así es como pretendes salvar a tu "amor verdadero", Regina? ¿Fracasando en cada mínima cosa que te pido?

La nombrada va a replicar, pero es interrumpida por su captor.

- ¿Querías la daga? ¡Pues aquí está!

Libera a la mujer y se coloca delante de ella, mostrando el objeto en cuestión.

- ¡Regina ha cumplido con lo que le pediste! Ahora, suelta al chico.

- ¿Y cómo se que la daga no es falsa?

- ¿Quién ha dicho que no lo sea? Tú sólo le pediste la daga de Rumplestilstkin, no especifcaste si querías la original o la copia.

El Retorno de Cora. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora