La noche llega a la ciudad.
Mientras en la Abuelita, la Señora Lucas y Rubi preparan algo de cenar para sus nuevos invitados, en la cripta de la Reina los villanos planean una estrategia para salir victoriosos de la situación.
El Señor Gold pasea nervioso con su bastón.
Regina está sentada en un diván con las piernas cruzadas por encima de la rodilla, el brazo izquierdo apoyado sobre la cabeza del diván y sujetando con la misma mano izquierda su cabeza. Su expresión es de hastío y aburrimiento.
- Creo que la mejor idea es descansar
La reina se sorprende y sonríe. Llevaban mucho rato sin hablar y no se le había ocurrido nada.
- Por una vez coincidimos en algo. Estamos perdiendo el tiempo.
- Ya lo creo, querida. Y mi tiempo es oro.
La reina se levanta y ambos se dirigen a la puerta, que se abre con un movimiento de muñeca de ella.
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En la Abuelita, todos cenan a gusto y felices.
El Rey preside la mesa y charla amigablemente con su adorada hija, que está sentada a su izquierda junto a David, muy entretenido con la conversación entre su esposa y su suegro.
Junto a David están sentados Emma y Henry.
Rubi y la Abuelita han decidido ausentarse de la cena familiar y se han retirado al hostal, dejando a Emma al cargo del local.
Henry se mantiene muy concentrado en su comida, pero Emma no puede evitar sentirse incómoda. Odia los eventos sociales. Simplemente los detesta. Siempre lo ha hecho. Y esta vez es evidente que todos quieren evitar abordar el tema del paradero de Regina.
Por lo tanto se decanta por Henry, que daría conversación hasta a una piedra.
- Oye Henry, ¿no te parece que todo esto es muy extraño?
El chico traga con fuerza el bocado que tenía entre dientes antes de contestar.
A Regina le costó casi cinco años enseñar a Henry que bajo ninguna circunstancia se debe hablar con la boca llena.
- No, ¿tendría que preocuparme?
- ¡No! ¡Por supuesto que no! Es sólo que me parece un poco extraña esta situación. Nada más.
- Bueno, después de todo, cuando nos encontramos tu y yo, hicimos lo mismo, ¿no recuerdas?
Emma rememora sus primeros meses en Storybrooke.
Se quedó por Henry y pasaban largas horas paseando y hablando de su libro de cuentos.
- Tienes razón. Ahora tengo que acostumbrarme a convivir con la familia.
Termina de un trago lo que quedaba de cerveza y de repente el Rey monta en cólera levantándose de un salto y golpeando la mesa.
- ¡¿CÓMO HAS DICHO?!
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Regina regresa temerosa a su casa a recoger algunas cosas.Mientras todo se arregla, se refugiará en el ayuntamiento. Allí estará segura.
En un primer momento, tras pasar por la puerta del cuarto de Henry, se para a pensar con horror en lo que podría hacerle Leopold si llega a enterarse de que él es su hijo.
Sin embargo esos amargos pensamientos se borran fácilmente cuando cae en la cuenta de que está con Emma y con ella estará a salvo.
Además, seguro que no la echará de menos. Nunca lo ha hecho. Ni siquiera cuando se redimio definitivamente y se instauró su monarquía.
De todos modos no queda tiempo para lamentaciones. Ahora tiene que irse.
Mete lo imprescindible en una maleta y sale en dirección a la tienda de Gold.
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Rumplelstilstkin ojea el libro de hechizos de Cora, pues vuelve a estar en su poder gracias al conjuro que ella misma lanzó.
Entra la Reina Malvada, y cierra presta la puerta tras de si.
El temple y la sutileza de Gold contrastan con el nerviosismo y los modales rudos de la mujer.
- Regina, qué agradable sorpresa. ¿Se te ocurrió algo?
- Todavía no, Gold. Voy a marcharme.
Esta afirmación consigue captar toda la atención del ladino tendero.
- ¿Ah, si?
Deja la maleta en el suelo.
- Me esconderé hasta que pase el peligro. Necesito un hechizo que pueda ocultarme de mi madre y Leopold.
No puede evitar sonreír al pensar en la Reina, que actúa ante su madre como si todavía fuese un corderito asustado y no un lobo sanguinario.
Y además pretende hacerle partícipe de su cobardía.
- ¿Y cómo pretendéis que haga semejante cosa?
La paciencia de la Reina se agota.
- Eso tendrás que pensarlo tú, Rumple. No tengo tiempo para tus juegos.
- ¿Juegos? Majestad, me siento halagado, pero me supravalorais. No existe un conjuro de tal envergadura.
- ¡Sí que lo hay! ¡Estoy segura! ¿Y el hechizo de transformación?
Cansado de tanta palabrería, el Ser Oscuro rodea el mostrador y enfrenta a la Reina.
- Si ese hechizo fuese fácil de lograr, lo habriais conjurado vos misma.
- ¿Y el que utilizaron Blanca y el Príncipe para esconder las judías?
- ¿Esconderlas de vos? ¿Sirvió para algo?
- Gold, se me está agotando la paciencia. Ayúdame o me las apañaré sin ti.
La puerta de la tienda se abre, pero Regina no se da cuenta debido a su ofuscación y a que se encuentra de espaldas a la misma.
- Os veo muy segura de vuestros planes. No creo que me necesiteis para nada.
- Estamos en un mundo sin magia, YO no tengo magia, pero tú si. Aquí hay cosas que todavía rezuman poder. Por eso he venido.
- Pues me temo que esta vez no tengo lo que habéis venido a buscar, señora alcaldesa.
- Pues no te necesito. Me esconderé de mi madre yo sola.
La mujer, furibunda a más no poder, coge la maleta y se da la vuelta para dirigirse a la puerta, pero se queda petrificada en el sitio.
- Creo que vuestros planes han tomado un giro dramático, Majestad.
Cora, en pose triunfante, corta con su presencia la única vía de escape de Regina.
- Ya lo creo, tesoro.
Asoma por detrás de Cora una cara muy conocida. Demasiado conocida.
- ¡Regina! ¡Amor mío!
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El Retorno de Cora.
Fanfic¿Qué ocurriría si Cora Mills, madre de Regina, descubriese la forma de volver atrás en el tiempo justo hasta el momento en que llega por primera vez a Storybrooke? Tras instaurarse de nuevo la monarquía de la Reina Regina, todos los habitantes del B...