Máscaras fuera

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Dedicado a Marta_345_345

Los asistentes rompen en aplausos cuando ingresan las dos sonrientes mujeres.

Tras esperar un tiempo prudente, Cora suelta la mano de su hija y esta se dirige entre la multitud que se abre formando un pasillo, hasta Leopoldo, que espera sonriente a su esposa.

Junto a él se encuentran Blancanieves y David.

"Los mataría a todos ahora mismo"

- Estáis deslumbrante. Ninguna estrella osaría competir con vos en magnificencia.

Eso no tiene ningún sentido, pero todos son tan ignorantes que sólo atinan a sentir admiración por las palabras del "gran poeta elocuente".

Blanca, con esa ridícula máscara de felicidad se acerca a Regina para darle sus mejores deseos.

- Estás preciosa, Regina. Espero que a partir de ahora volvamos a formar una bonita familia.

Al pronunciar la palabra "familia" el rostro de la reina se entristece considerablemente.

El simple hecho de pensar que todo volverá a ser como antes, la pone enferma.

Bailes aburridos, cenas interminables y verse obligada a vagar todo el día por Palacio, ya que, por orden expresa de Leopoldo, ella no podía abandonar los muros que la rodeaban. Decía que era por su "seguridad".

Pero ella sabía que el objeto de una orden tan tajante y cruel no era otro que mantenerla vigilada, evitando cualquier contacto con el exterior.

Seguro que sabía que si Regina descubría el verdadero mundo que la esperaba allí fuera, terminaría abandonándole.

Y eso es algo que no estaba dispuesto a admitir.

También tenía que soportar a la imbécil de Blanca contándole su vida y sus problemas.

Como si ella no tuviese suficientes.

Además tuvo que soportarla durante su adolescencia, un período bastante desagradable para ambas.

Por un lado, Blanca ya no era una niña y necesitaba una madre que la guiase y explicase los entresijos que conllevan hacerse mujer.

Y Regina cargó con un papel para el que no estaba preparada y era demasiado joven.

Apenas contaba veinte años cuando tuvo que lidiar con los cambios de humor de la pequeña y calmarla en las doloridas noches que la perseguían durante al menos tres días todos los malditos meses.

Al menos ahora tiene un marido para que la soporte.

La voz de Leopoldo la saca de sus pensamientos.

- Bueno, creo que es hora de cenar. Seguro que van a deleitarnos con los más exóticos manjares.

- Por supuesto que si, padre. Todos estamos muy contentos de teneros entre nosotros.

- Sentémonos entonces.

Blanca y David toman la delantera para coger sitio.

Regina iba a seguirlos cuando Leopoldo la coge por el brazo tan fuerte que la reina da un pequeño grito de sorpresa y dolor.

- ¡Ah!

La atrae hacia si.

- Deja de fingir, conmigo no te hace falta.

Su voz es apenas audible, sólo la reina es capaz de escucharlo con claridad.

- ¿Se puede saber qué pretendes?

La mujer no sale de su asombro.

Y él no borra la sonrisa de su cara mientras habla.

- ¡Mírame cuando te hablo!

- ¿Qué pasa?

- ¿Piensas que no me iba a dar cuenta? ¿Crees que no se que cuando Blanca ha sugerido que volveríamos a formar una familia has puesto la misma cara de cordero degollado que cuando nos casamos y sugerí que un día tendríamos hijos propios?

- Leopoldo, no se de qué estás hablando.

La zarandea levemente.

- Si, si que lo sabes. Lo sabes perfectamente. Y sólo quiero que sepas que no me importa.

La mujer se enoja. Ya está harta de sentirse mangoneada por todo el mundo.

- Puede que a los demás consigas engañarlos con falacias y falsos arrepentimientos. Eres tan mala y tan bruja como el día en el que te desposaste conmigo. Pero eso no es problema mío.

La cara de la Reina ya no refleja miedo ni sorpresa. Ahora una malvada sonrisa inunda su rostro.

Se acerca aún más si cabe a la mujer.

- Lo único que quiero es que cumplas tu papel como esposa y reina delante de todos. No hace falta que te diga que pasará si faltas a tu palabra porque tu madre se encarga de recordartelo cada vez que sube a tu habitación.

Ahora si que tiene miedo.

¿Ha conseguido embaucar a su madre? ¿A la mismísima Cora?

- Así que ahora vamos a continuar con la fiesta y no quiero ver que dejas de sonreír en ningún momento, ¿me has entendido? Aunque te duela la boca de forzarla. Delante de todos seremos una familia feliz y ambos estamos enamorados perdidamente el uno del otro, ¿se me entiende?

La reina asiente con la cabeza.

El besa con suavidad su frente y recobra la compostura.

- Ahora vayamos junto a nuestros invitados.

Y ambos monarcas acuden agarrados del brazo hasta sus respectivos asientos.

El Retorno de Cora. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora