No merecen piedad

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"Está visto que una no puede desayunar en paz"

Cora termina rápidamente su café. No tiene ninguna intención de compartirlo con nadie, y mucho menos con Leopoldo.

Si no fuera porque lo considera estrictamente necesario para sus planes, no habría regresado del Reino de los Muertos.

- Buenos días, Majestad. Espero que hayáis pasado buena noche.

- Las ha habido mejores, ¿verdad, Regina?

La nombrada, que había pasado casi toda la noche en vela escuchando la tos y los improperios que dirigía Leopoldo a su persona, culpándola de ser la causante de su malestar, da un sorbo a su café y da la callada por respuesta.

Cora advierte el gesto tan descarado de su hija y rápidamente interviene para evitar una discusión.

- Ayer fue un día con muchas emociones. Es normal que os haya resultado difícil conciliar el sueño.

- Si, fue un día de lo más revelador. ¿No queda café?

- Lo siento, Majestad, se ha terminado. Si lo preferís, Regina puede invitaros a la Abuelita.

Por un momento, desearía poder devolver todo el café que ha tomado y ofrecerselo a su marido.

Lo último que quiere es retomar el papel de buena esposa delante de la panda de idiotas que tiene por familia.

- No iría a comer con ese grupo de inútiles ni aunque mi vida dependiese de ello.

La reina abre los ojos de par en par.

¡¿Leopoldo hablando mal de su querido y dilecto pueblo?!

- Lo comprendo. Sólo quería ser cortés.

¡¿Y su madre lo sabe?!

- Lo se, sabia Cora, no te preocupes. Sin embargo, he de reiterarme en mi posición. Tenías razón. La tierra de Storybrooke está habitada por traidores.

Los cinco sentidos de la reina permanecen alerta y atentos a la conversación tan reveladora que está teniendo lugar frente a sus narices.

La expresión de la mujer es producto de una extraña mezcla de sorpresa y estupor.

- Yo sólo me remito a explicaros las cosas tal y como son, Majestad. Siento que haya tenido que ser de un modo tan crudo y áspero.

- A veces es mejor así. He de reconocer que al principio tenía serias dudas sobre lo que acordamos, pero la pasada noche me quedó todo muy claro

Mira a Regina mientras termina su pequeño discurso.

- No merecen piedad.

Vuelve la mirada hacia su interlocutora, cuyos cansados, pero brillantes ojos, se excitan ante el éxito de sus planes.

- Hoy mismo empezaremos.

- De acuerdo. Iré a disponerlo todo.

- Pero antes hemos de conseguir comer algo decente.

- Eso dejadlo de mi cuenta. Yo me encargo.

Una vez marcha Leopoldo, Regina intercepta a Cora antes de que ella haga lo mismo.

El pulso le tiembla cuando agarra el brazo de su madre.

- ¡¿Qué vais a empezar?!

Cora le dirige una mirada de reproche a su hija por cogerla del brazo antes de responder.

- Lo que teníamos planeado. Y no te e excluyas, cariño, porque tú también tienes tu parte.

Corta el paso a la anciana.

- ¿Parte de qué? Madre, ¿qué pensáis hacer?

Con la mano, hace a su hija a un lado y continua hacia la escalera.

Habla como si lo que va a decir fuese lo más normal del mundo y no hubiese dicho a su propia hija la noche anterior que la mataría si fuese necesario para seguir con los planes.

- Vamos a tomar Storybrooke y a destruirla.

Regina pega un grito irritado

- ¡¿QUÉ?!

Cora vuelve medio cuerpo molesta por los impulsos de su hija.

- Vamos, no finjas que te viene de primeras. Sabes muy bien que algo así iba a pasar.

- No puedo creerlo. Debo felicitaros. Habéis conseguido lo que yo ni nadie ha logrado nunca antes. Someter a Leopoldo y toda su prole.

Halagada por el comentario, Cora se acerca a su hija y acaricia su mentón cariñosamente.

- Nunca subestimes a alguien que lo ha perdido todo.

Dejando a su hija atónita ante tan extraña afirmación, la bruja regresa a las escaleras y desaparece tras el rellano superior de las mismas.

"He de contárselo a alguien. Están en peligro"

Corre a cambiarse a prisa antes de que Cora o Leopoldo noten su ausencia.


El Retorno de Cora. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora