Retazos del pasado

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Emma intenta echar la puerta abajo, pero la sala está diseñada a prueba de intrusos.

- ¡No hagas ninguna locura, Regina! ¡Voy a buscar ayuda!

Pero Regina no escucha. No puede oírla. Está demasiado enfrascada en sus pensamientos.

Se dirige al fondo de la habitación cautelosa, sin prisas.

Sus pasos son muy decididos y cualquiera que no la conociese pensaría que iba a arremeter violentamente contra el inconsciente anciano que duerme plácidamente sobre la cama reclinada de hospital.

Pero su mirada refleja otra cosa.

Sus ojos... la clave está en sus ojos.

No muestran odio, ira, ni nada que se le parezca. Es algo mucho peor.

Muestran... dolor

Dolor por un pasado destrozado.

Cercenado como si de un animal en un matadero se tratase.

La otrora temible y oscura Reina Malvada, ahora es la misma imagen de la enamoradiza cría de veinte años cuya vida se vino totalmente abajo cuando su madre destruyó todo aquello que amaba y formaba parte de su mundo.

Para entregarla a ese bastardo que ahora yace inmóvil... y débil.

La tez blanquecina de la alcaldesa adquiere un tono rojizo por culpa del llanto.

Las lágrimas parecen cascadas que inundan sus oscuras pupilas antes de caer sin rumbo por los lagrimales que hacen de antesala de unas oscuras ojeras.

Una vez a los pies de la cama, empieza a hablar en tono solemne y vengativo, aunque a simple vista parece estar llorando a su amado esposo.

- No te imaginas cuanto he deseado que llegara este momento. Lo he ensayado miles de veces ante el espejo.

Una vez ha comenzado, no hay vuelta atrás. Eso le inflige un poco más de seguridad en sí misma.

Pasea alrededor de la cama de Leopoldo.

- Seguro que me escuchaste alguna vez. Aunque no te importó. Nunca iba a escapar de ti. Hiciera lo que hiciese.

Además de la voz, sólo se escucha el golpeteo corto, pero firme y contundente de los zapatos de tacón de la mujer.

- Eso era lo que no te dejaba dormir por las noches, ¿verdad? ¡Saber que tenías retenida a una persona en contra de su voluntad! O tal vez no, a lo mejor no te permitía descansar con la conciencia tranquila la imagen de tu tierna e inocente Blanca preocupada porque pensaba que su madrastra tenía algún problema en la piel. Incluso me llegó a preguntar la muy idiota si tenía problemas para coagular la sangre.

Se acerca a él para hablarle a la cara.

- ¡La sangre! ¡Cómo se puede ser tan estúpida!

Por un momento, el hombre parece querer reaccionar.

Regina sonríe.

- ¿No te gusta que insulten a tu hijita? ¿Te molesta que otros digan que es una inútil? Pues vete acostumbrando, Leopoldo, porque no soy la única que lo piensa.

Hace aspavientos con las manos.

La Reina Malvada se apodera de su ser por unos instantes.

- Miradnos ahora, Majestad. Parece que las tornas han cambiado. ¿Quién es débil ahora? ¿Quién ha de doblegarse a quién?

Se inclina bruscamente sobre Leopoldo, apoyando las manos en las barandas de hierro que hay a ambos lados de la cama del paciente.

- ¿Recuerdas cuando hablamos de eso por última vez? ¿Lo recuerdas anciano decrépito?

El Retorno de Cora. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora