La Poción de los muertos

169 18 3
                                    

Todo queda dispuesto para la gran fiesta.

Sólo faltan unas pocas horas para que los invitados comiencen a llegar.

Leopoldo ha ido a ver a Blanca.

Cora está en su cuarto.

Ahora es el momento.
Vestida ahora con su antigua ropa de Roni (los trajes de chaqueta la delatarian puesto que, salvo Gold y ella, nadie acostumbra a vestir de un estilo tan formal).

Una camiseta de manga corta oscura con el logo de algún grupo de rock que no conoce, pantalones tejanos oscuros ceñidos al busto, botines de cuero negro, y un chaleco a juego con los pantalones.

Sus muñecas y dedos están repletos de anillos, pulseras y brazaletes.

Como la antigua Roni.
¡Qué recuerdos! Todavía guarda parte de las cosas que poseía cuando vivía en Hyperion Heights.

Abre la puerta de su habitación con cuidado.

Todo parece estar en calma. Quizás su madre haya decidido descansar realmente antes de la fiesta.

Una vez consigue cruzar la verja de entrada, el resto es pan comido.

Como si sus pies acabasen de recibir una orden, se dirige, casi sin pensar, hacia la tienda de Gold.

En el cartel pone "Vuelvo en cinco minutos", pero Regina no dispone de tanto tiempo.

Rodea el establecimiento y entra por una pequeña ventana del almacén.

Su corazón casi se detiene cuando cae por el ventanuco y tropieza con una silla, causando un gran estruendo.

Una vez sacudido el polvo, comienza su escrutinio en dirección a la entrada.

Hay un intenso olor a acre y humedad en el ambiente.

Una vez en el mostrador, la temerosa reina empieza a rebuscar entre unos botes de pequeño tamaño engalanados con inscripciones en algún tipo de lengua esotérica y antigua.

- ¿Puedo ayudarla en algo?

La mujer queda congelada por un momento en el sitio, hasta que recobra la compostura y el porte que tanto la caracterizan.

- Si estabas aquí, ¿porqué pones que vuelves dentro de cinco minutos?

- Todos tenemos derecho a descansar. Incluso el Ser Oscuro.

Como si las palabras de Regina hubiesen hecho mella en la mente de Gold, este se dirige a la puerta y vuelve el cartel del revés, hasta la posición "Abierto".

- Estoy buscando la poción de los muertos

- ¿Cuál?

- Sabes muy bien de cual hablo. Se que guardaste un bote con agua del río de las almas cuando bajamos al reino de Hades.

- Ese líquido ya cumplió su propósito, querida. Gasté todo lo que tenía.

El desespero de Regina, impregna su voz de nerviosismo e ira.

Retoma su búsqueda, esta vez con más ahínco.

- No puede ser. Estás mintiendo. Tu no desperdiciarias algo tan valioso.

- Puede que me sobrara algo. Pero aún así ¿No creéis que sería inútil buscar?

- ¿Por qué?

- Porque ese momento, todavía no ha pasado. Recuerde, señora alcaldesa, que aún falta mucho tiempo para que todos juntos emprendamos la cruzada contra el reino del Inframundo.

¡Maldita sea! ¿Cómo ha podido pasar por alto un detalle tan importante?

- ¿Porqué esa necesidad tan imperante por conseguir ese brebaje, Majestad?

Cesa de buscar. Es inútil.

- Lo necesito para acabar con Cora y Leopoldo.

- ¿Y cómo pensáis emplearla?

Harta del interrogatorio de Gold, Regina corta de raíz la conversación.

- ¿Me vas a ayudar o no?

- Tal vez. Si me decís que pretendéis hacer exactamente.

- Quiero atrapar sus almas y asegurarme de que no volverán más a nuestras vidas.

- Eso es harto difícil, sobretodo teniendo en cuenta que ambos están muertos.

La afirmación hace estremecer el cuerpo de la mujer.

¿Realmente ha acogido en su casa a dos muertos vivientes? Esto parece una historia de esas que Henry ve por televisión.

- He de encontrar una manera de asegurarme que se van para no volver.

- Pues cuando se le ocurra, no dude en venir a verme

Con su elegante cogera, Rumple se dirige hacia la trastienda.

- ¿No piensas ayudarme?

- Creo que no os estáis centrando en la verdadera raíz del problema, Majestad. Cuando seáis capaz de discernir realmente lo que necesitáis, volved a verme.

El hechicero desaparece tras la cortina y ella se marcha dando un portazo.

- ¡Bravo, Rumple! Siempre terminas sorprendiéndome.

Rumple sale de nuevo a la tienda, donde una flamante Cora lo espera con ojos perversos y brillantes

- Creo que tenéis algo que darme, Majestad.

- Por supuesto.

Saca un frasco con hechizo localizador.

- No se para que lo quieres. Sabes donde están Bella y Neal.

- No son ellos los que me interesan tener localizables.

Guarda el frasco en la caja fuerte.

- De acuerdo. Lo cierto es que no me interesan tus tejemanejes. Muchas gracias por encargarte de Regina

- ¿Cora dando las gracias? Eso sí que es un halago.

- Adiós, Rumple

Desaparece en una nube de humo morada.

El Retorno de Cora. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora