Es la hora de la fiesta. Las puertas de las mansión están abiertas y los invitados acuden engalanados con sus mejores trajes.
Regina lo observa todo desde la ventana de su penumbrosa habitación.
Desde que ha regresado de la tienda de Gold, no ha hecho otra cosa que dejarse vencer por la tristeza y la desesperación mientras su mirada se concentra en el jardín vecino.
"¿Cuando se terminará este infierno? ¿Acaso permaneceré por siempre con ellos dos?¿Será que mi destino es ser desgraciada junto a Leopoldo el resto de mi vida?"
Ni siquiera ha reparado en que se ha hecho de noche.
Las luces de su habitación permanecen apagadas.
A pesar del murmullo de la gente sus ojos comienzan a pesar demasiado y caen hacia abajo lentamente.
Aunque sus pupilas se dilatan cuando entra Cora por sorpresa y tras ella un haz de luz enorme proveniente del pasillo.
- Madre
- Buenas noches, Regina. Veo que aún no te has arreglado para la fiesta.
Lo último que le apetece a Regina en ese momento es ir a una petulante fiesta repleta de petulantes y pomposos invitados.
- Lo se, madre. Iba a contárselo....
Toma aire antes de hablar
- No me veo con fuerzas de acudir a esa fiesta. Y menos con Leopoldo cerca.
- La fiesta es en vuestro honor, Regina. Sería un agravio muy fuerte no honrar al pueblo con tu presencia.
- Ellos me odian
Su mirada regresa al infinito
- Nunca me aceptarán.
Con lágrimas en los ojos, levanta la vista hacia su madre.
- Por vuestra culpa.
Con un ágil movimiento, agarra el cuello de Cora y aprieta con todas sus fuerzas hasta que el inerte cuerpo deja de oponer resistencia.
- Eso es lo de menos ahora, cariño. Ya te aceptarán.
Las condescendientes palabras de Cora, sacan a Regina de sus pensamientos.
Por un momento, la alcaldesa siente un escalofrío.
¿De verdad tendría el coraje suficiente como para acabar con la vida de su madre a sangre fría?
Tiene la misma sensación que aquel día que cepillaba el cabello de Blanca y esta hurgaba en su joyero, muchos años atrás, cuando su boda con Leopoldo era inminente.
En el momento en que esa desgraciada cogió sin permiso el collar que con tanto cariño y esfuerzo le regaló Daniel, quiso ahorcarla con él.
La escena fue tan vívida que por un momento creyó que su sueño se había hecho realidad.
Ahora ha vuelto a pasar. Y como ocurriera anteriormente, no pasará de un macabro pensamiento.
Cora, al ver que su hija no reacciona, la toma por el brazo obligándola a incorporarse y volver en sí.
- Tienes que hacer acto de presencia. Todos te esperan.
- Los vestidos están en el armario.
Es inútil luchar contra una pared. Y su madre parece estar hecha de hormigón armado.
- No vas a ponerte ninguno de esos atrevidos vestidos.
Con un grácil gesto por parte de la mano de Cora, una nube blanca envuelve a la sorprendida Regina, que aparece ataviada con un traje totalmente diferente, cuando esta se disipa.
Su madre la guía tomada por la cintura hasta el espejo de cuerpo entero que luce junto a su armario.
Aunque la luz no es buena, se ve claramente el vestido, el peinado y los detalles que los complementan.
Su vestido es blanco, con adornos de pedrería en el busto y los pliegues de la falda.
El escote, ligeramente en pico, afinan su redonda cara, aunque ese tipo de corte no le sienta muy bien al tener un cuello y espalda poco estilizados.
O al menos es lo que siempre ha pensado.
Su pelo está recogido, como de costumbre desde que su madre la uniese a Leopoldo, en un moño alto que luego le provoca dolor de cabeza.
Los ojos de la ex-reina malvada se abnegan de nuevo.
- Madre, ¿qué habéis hecho?
Cora, temerosa de que se corra el rímel de su hija, la rodea fríamente con un brazo en un falso intento de empatizar y evitar que la débil mujer se desmoronase otra vez.
- Sólo he mejorado lo que tú no te has encargado de cuidar.
- Pero esta no es mi ropa. No es mi estilo. Yo no soy así.
- Por eso estoy aquí, cariño, para ayudarte. Has de volver a vestir como la reina que fuistes antaño.
Sus ceñidos y provocativos vestidos oscuros. ¡Cómo los echa de menos!
Adelantándose a la evidente contestación de su hija, responde casi sin pensar.
- Cuando eras esposa del Rey Leopoldo.
El murmullo de la gente cesa de repente.
- Esa es nuestra señal. Ahora anunciarán tu entrada.
- ¿Qué?
Sin dar respuesta alguna, ambas se ven envueltas en una nube morada que las lleva hasta el Hall, frente a la puerta del salón, cerrada a cal y canto.
Da unos últimos retoques al peinado de su hija y ambas se sitúan mirando a la puerta.
- Ahora, escúchame bien. Van a anunciarte dentro de unos momentos. Entraremos de la mano y en un momento dado yo te soltaré e irás directamente hacia tu esposo. Una vez allí, has de permanecer junto a él hasta que todo esto se termine, ¿entendido?
- Si, madre
Anuncian sus nombre y las puertas se abren lentamente.
Antes de ingresar en la habitación, Cora da una última instrucción a su visiblemente iracunda hija.
- Recuerda, no olvides la sonrisa. Nadie quiere a una reina de mal humor.
Con una falsa expresión de alegría y felicidad en sus caras, madre e hija ingresan a el gran comedor donde los invitados las reciben con aplausos.
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El Retorno de Cora.
Fanfiction¿Qué ocurriría si Cora Mills, madre de Regina, descubriese la forma de volver atrás en el tiempo justo hasta el momento en que llega por primera vez a Storybrooke? Tras instaurarse de nuevo la monarquía de la Reina Regina, todos los habitantes del B...