El último beso

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Frenética, idea un plano mental de la mansión para tratar de averiguar dónde tienen escondido a Henry.

También está el problema de Cora y Leopoldo.

Debe actuar con cautela.

Con cuidado abre la puerta de la habitación y sale al pasillo, evitando hacer el menor ruido posible.

En el rellano de la escalera, puede observar como las estrellas se alinean en su favor por una vez en su vida.

Cora, con un abrigo negro rematado con tres botones dorados y Leopoldo, con una cazadora de piel marrón, salen por la puerta charlando amigablemente.

Sorprendida por el repentino ataque de suerte, baja las escaleras como una exhalación y se para en el descansillo a medio camino para mirar por el ventanal como la pareja abandona la verja de entrada y se encamina en dirección oeste.

Sin tiempo que perder, termina de bajar las escaleras y se dirige hacia el único sitio donde ha resuelto que pueda estar Henry: En el sótano.

Tal como esperaba, está cerrado y las llaves no están.

Corre a la cocina a buscar un cuchillo o algo con lo que forzar la cerradura, pero no consigue discurrir como hacer servir los materiales que tiene de forma efectiva sin dañar el cerrojo, pues si este no se deformase correctamente, corre el riesgo de hacer la puerta imposible de abrir.

Al final, opta por un método sencillo y eficaz que suele salir bien en la mayoría de ocasiones: Le pega una patada a la puerta.

Esta cede un poquito, causando un pequeño estruendo y avisando al pequeño Henry, cuya apariencia roza ya los tres o cuatro años.

Este se dirige hacia la puerta con dificultad y llama a gritos a su madre.

- ¡Mamá!

- ¡Henry, cariño! ¡Intento abrir la puerta, pero no puedo! ¡Apártate!

El chico se aparta y la mujer se lanza de costado contra la puerta, cediéndola un poco.

- ¿Hay por ahí algo que podamos utilizar como palanca?

- ¡Espera!

El chico corre a buscar alguna cosa, pero su cabeza experimenta una extraña sacudida mental que le impide pensar con claridad.

Da un traspiés y cae al suelo dos escalones antes de terminar la escalera.

- ¡¿Henry ESTÁS BIEN?!

- Si... Mmami...

La voz del chico es apenas audible. Los problemas de dicción empiezan a acosarle su cada vez más inmadura cabecita.

Histérica, Regina corre al armario de los abrigos y coge un paraguas con extremo en forma de flecha que Sidney le regaló cuando empezó con su hobby de fabricar cosas artesanas en su tiempo libre con las que obsequiar a su señora.

Como tantas otras veces, le humilló diciéndole que se dedicara a algo que no pusiera en peligro el gremio de los artesanos y lo echó con cajas destempladas.

Con el paraguas en ristre, se dirigió a la puerta y clavó la punta del mismo en la rendija que hay entre el marco y la puerta.

Empieza a hacer palanca y la puerta comienza a ceder.

Justo antes de asestar el golpe de gracia, advierte a su hijo que se ponga a cubierto.

"A la de tres"

Se pone en posición.

- Una, dos, ¡TRES!

Tira con todas sus fuerzas, pero el paraguas se atasca.

"¡Maldita sea!"

- ¡HENRY, VOY A INTENTARLO OTRA VEZ! ¡ESCÓNDETE!

Va a colocarse en posición pero decide cambiar de táctica.

- ¡Cuidado Henry! ¡Qué voy!

"A la de tres"

- Una, dos, ¡TRES!

Patea con todas sus fuerzas la improvisada palanca y esta cede al peso, reventando la cerradura.

La puerta se abre bruscamente y choca contra la pared.

La reina baja corriendo y se encuentra con los pequeños brazos de su hijo, que la espera impaciente

- ¡Henry! ¡Cariño mío! ¡¿Qué te han hecho?!

Lo observa. Sin lugar a dudas, su hijo cada vez es más pequeño.

- Ha sido Cora. Y Leopoldo. Ellos han tenido la culpa de todo. Y cuentan con la ayuda de...

Pero antes de que pueda decir nada, se escuchan unos golpes en el piso de arriba.

Sin perder un segundo, la reina arregla las ropas y el abrigo de su hijo para que pueda moverse sin pasarse los pantalones.

- ¡Tienes que irte!

- ¡Pero Mamá!

- Necesito que busques a Emma y le cuentes todo lo que sabes. A estas horas deben estar en la sala de plenos del Ayuntamiento, debatiendo qué hacer con mi cabeza.

"Lo que me faltaba. Ahora pensarán que lo hice yo realmente"

- ¡Tienes que venir, Mamá!

- Me reuniré con vosotros, Henry, pero antes tengo que ir a por una persona que puede estar en peligro.

- ¡Luego vamos todos a por ella! ¡Si estamos unidos no podrán con nosotros!

- No volveré a perderlo otra vez. Lo siento, cariño.

Con los ojos llorosos, la Reina Malvada da un último beso de despedida a su pequeño príncipe.

Con toda probabilidad esta será la ultima vez que lo vea.

Emma y Garfio, donde quiera que esté, le cuidaran como ella no supo hacerlo nunca. Y le darán el hogar que se merece.

Con ella nunca estará seguro. Se merece una vida mejor.

Y está visto que ella nunca pide a huir de su pasado.

- Ahora vete. No tardarán en buscarte.

- Vale. Nos vemos allí.

- Claro.

Fuerza una sonrisa y su hijo le da un beso en la mejilla antes de salir corriendo hacia el Ayuntamiento.

Una vez sola, tiene que sacar fuerzas de flaqueza para no derrumbarse y subir al galope a su habitación para coger lo imprescindible y salir a buscar a Daniel para fugarse con él...

El Retorno de Cora. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora