Cap. 3:

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El camino se hizo corto con él, a pesar de que no hablamos de nada. Al entrar dejamos las mochilas tiradas a un costado y nos fuimos a la cocina a preparar el almuerzo, todo se sentía tan… normal con Daniel.

Luego de preparar todo, pusimos los platos en la mesa y comenzamos a comer. Apenas probé un bocado, mi estomago pidió más. Pero en vez de seguir comiendo, recordé lo que significaba el comer, engordar, más de lo que ya estaba. Empuje el plato un poco más adelante y simplemente lo deje.

– ¿No vas a comer nada mas?

–Ya me he llenado.

–Pero si apenas has probado un bocado.

–No tengo hambre, ¿cuál es tu problema con eso?

–No hace falta que hagas esas respuestas evasivas, si sucede algo puede decírmelo. Solo quiero ser tu amigo.

–Pues no pasa nada, solo no tengo hambre. Cuando termines tu de comer empezaremos con la tarea.

–Bueno, como tú digas…

Luego de un rato, él terminó de comer y nos propusimos a lavar todo. Sin dejar de lado un poco de juego, salpicándonos con agua. Él me paso unas servilletas para secarme la cara, mientras él hacía lo mismo. Y como habíamos arreglado, hicimos el trabajo pendiente aunque la fecha de entrega no fuera hasta dentro de dos semanas. Era mejor tener todo listo de una vez y no hacer todo a las apuradas de un día para el otro.

Cuando terminamos nos fuimos a otra habitación en donde habían videojuegos y unos sillones puff, donde nos sentamos. Él simplemente encendió la consola de juegos, y un juego de guerra y de matar con armas de fuego apareció en la pantalla del televisor. Mientras jugábamos, hablábamos de cosas sin sentido, hasta que un tema en particular fue demasiado personal…

            – ¿Vives con tus padres? –él lo dijo como una pregunta cualquiera, como algo que se le ocurrió a la primera. Pero para mí era mucho más que eso, deje de apretar los botones del joystick y él me miro al ver que mi personaje no reaccionaba. Pauso el juego y se quedo al pendiente de mi respuesta.

            –No… pero ojala así fuera.

            – ¿Y por qué no vives con ellos? –cuando pregunto eso, sentí una presión en el pecho y lo mire con lagrimas en los ojos.

            –Porque ellos están muertos, esa es la razón…

Vi en su mirada el remordimiento por haber mencionado ese tema. Lo siguiente hubiera sido lo último que hubiera imaginado como su reacción, él me abrazaba mientras me pedía perdón por hablar de ese tema. No recordaba la última vez que alguien me había abrazado, y tampoco recordaba que se sentía tan reconfortante. No me moví en lo absoluto, me quede como una maldita bebé llorona en sus brazos. No lo soporte más y me aleje de él y de su cálido abrazo, para enfrentarlo.

            – ¿Por qué me tratas bien? No tienes ni idea de quien carajos soy, pero igual me tratas como a una amiga –él me miro confundido.

            – ¿Por qué no habría de hacerlo? Si bien es cierto que no te conozco, puedo darme cuenta de que eres una buena persona. Todos necesitan y deberían tener un amigo con quien contar en momentos difíciles.

            –Si me conocieras mejor no querrías ser mi amigo… –dije apartando la mirada.

            – ¿Cómo puedes saberlo? Déjame conocerte, y ahí veremos si estas en lo cierto o si no lo estas.

            –No te voy a dejar conocerme –conteste indignada y volviéndolo a mirar.

            – ¿Por qué no? ¿Por qué evitas a todo el mundo?

            – ¡Solo no quiero tener a nadie cerca, no soporto a los idiotas que lo único que saben hacer es sentir pena por los demás!

            –Nadie puede estar solo toda su vida, Alexa. Además que la gente se preocupe por ti y quiera ayudarte no quiere decir que te tengan pena.

            – ¡Solo cállate, ¿puedes?!

            –Alexa…

            –Basta, déjalo así… –dije tranquilizándome– no lo empeores, cuando me enojo puedo decir cosas de las cuales mas tarde me arrepiento. Eres un buen chico, te mereces una mejor compañía. Ahora, tengo que irme–él suspiro y negó con la cabeza.

            –Tú eres una gran chica, lo sé…

Me levante, fui a la habitación siguiente y tome mi mochila. Daniel estaba apoyado de costado contra el marco de la puerta de la habitación de juegos, mirando al suelo.

            –Bueno, tengo que irme.

Daniel me miro y a duras penas tomo la llave de la casa y me abrió la puerta. Al salir volteé y lo mire.

            –Nos vemos el Lunes… –me volteé otra vez para irme pero él me llamo.

            –Alexa, quiero que sepas que soy un chico muy pesado, y que no descansare hasta que aceptes que tú eres genial y que te voy a ayudar en lo que yo sea capaz.

            –Yo también puedo ser persistente cuando me lo propongo, en ciertas cosas no soy ninguna chica débil…

            –Pero puedes ser aun más fuerte…

            –Chau Daniel.

Me aleje, no había caminado ni una cuadra pero voltee la cabeza y mire hacia la puerta. Daniel seguía ahí, mirándome y al ver que lo observaba me dedico una sonrisa un tanto forzada. Me di vuelta rápido y solo, seguí con mi camino…

De una manera u otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora