Cap. 16:

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Estaba sentada frente a la mesa esperando a que Daniel bajara, en cualquier momento caía dormida sobre la mesa. Tenía los dos brazos apoyados en esta y la cabeza apoyada sobre mis manos, luchaba contra mis parpados que se cerraban. Y el repentino crujido de un escalón de la escalera me asusto, me asome por la puerta de la cocina y vi a Daniel que bajaba lentamente. Tenía el pelo revuelto y caminaba como zombie, me reí bajo, él pareció no notarlo. Todas las luces estaban oscuras así que él no sospecharía que yo ya estaba levantada.

Daniel estaba a unos pasos de la cocina, así que me apure y me escondí. Apenas se encendió la luz, salte de mi escondite y grite.

            – ¡Feliz primer semana!

Él grito asustado, con una mano se agarro de la mesa y la otra se la puso sobre el pecho como queriendo bajar la velocidad de los latidos de su corazón. Al ver el cambio de su cara, de realmente dormido a esto la risa no pudo ser contenida en mí. Agarre mi estomago mientras me reía con fuerza, y lagrimas de la risa me caían por las mejillas.

            – ¡Pude haber muerto de un infarto! ¿Por qué hiciste eso? –se alejo de la mesa y con ambas manos se froto los ojos.

            –Bueno, al menos te despertaste más rápido –sonreí inocentemente, él me miro y entorno los ojos devolviéndome la sonrisa– Te prepare un desayuno que espero te guste.

            – ¿Y a qué se debe todo esto?

            –Por lo que dije antes.

            –Lo siento, no te escuche, estaba muy ocupado teniendo un ataque al corazón –me reí.

            –Hoy se cumple la primer semana desde que comenzaste en este colegio, y desde que nos conocemos… –dije esto último casi en un susurro, e inconscientemente me mordí el labio mientras apartaba la mirada de él y buscaba en la heladera lo que le había preparado. Agarre todo y lo deje sobre la mesada.

Luego de acomodarme un mechón de pelo detrás de la oreja, mire tímida a Daniel. Él me observaba divertido, sonriendo.

            – ¿Por qué sonríes tanto? –le dije a Daniel, tratando de fingir, sin mucho éxito, que su sonrisa no me hacía sentir miles de mariposas en el estomago. Agarre la comida que había preparado y la puse sobre la mesa, acomodando todo y una vez que termine volví a mirarlo, ahora estaba mucho más cerca de él.

            –Porque la vida es hermosa, los pájaros cantan y porque no veo a ningún payaso aterrador desde hace años –me reí ante esto último, ¿en serio había dicho esa tontería?

            – ¿Payaso aterrador?

            –Le temo a los payasos desde pequeño, eso no tiene nada de raro. Muchos les temen.

            –Claro, no tiene nada de raro –él se rio.

            –Todos le tienen miedo a aunque sea una cosa tonta –Él se sentó en la silla frente a la que había acomodado todo, y antes de comenzar a comer me dijo– gracias.

            –Tú has hecho mucho por mí, esto no es nada.

            –Pero es lindo.

            –Es bueno saber que te guste, aunque primero deberías probarlo antes de agradecer. No soy la mejor cocinera que existe –me voltee– voy a cambiarme.

Subí las escaleras corriendo y entre a mi habitación, hoy me sentía más feliz de lo normal. Bueno, normalmente nunca estaba feliz que digamos, así que simplemente estaba muy feliz.

Hice mi corta rutina de mañana y una vez preparada baje a comer algo, y luego de eso nos fuimos al colegio.

El día escolar se hacía más corto con Daniel como compañero de banco, a cada clase aburrida él le agregaba una broma para que fuera más entretenida la tarea. Cuando hubo terminado el horario escolar, nos fuimos a su casa para dejar las mochilas y directo fuimos a por un helado. Ninguno tenía alguna heladería preferida por lo que nos metimos en la primera que encontramos, hicimos nuestro pedido y nos fuimos a caminar por la plaza mientras comíamos nuestros helados.

Cuando los terminamos nos sentamos en un banco, y nos quedamos hablando de temas irrelevantes. Al principio no lo note, pero comencé a darme cuenta de que unas chicas que pasaban caminando cerca nuestro se nos quedaban mirando. Ellas miraban a Daniel y luego a mí, entonces comentaban algo y comenzaban a reír de lo que sea que la pelirroja de en medio decía. Para cuando quise darme cuenta, el grupito de tres chicas se acerco a nosotros e interrumpió nuestra charla.

La pelirroja mascaba chicle, haciendo demasiado ruido para mi gusto, y sus dos amigas, una morocha y la otra castaña, miraban a Daniel mientras se tomaban el pelo y le hacían ojitos. Me daba asco su actitud de nena dulce y tonta, que se fueran a conseguir una maldita actitud. Y como lo pensé, la primera en hablar fue la del cabello colorado, mal teñido, dirigiéndose a Daniel.

            –Disculpa lindo, pero no pudimos evitar verte a ti, tan perfecto, junto con ese intento de chica mal vestido. Y creíamos que seguramente te estarías aburriendo, así que ¿qué te parece si vamos juntos a divertirnos un rato? –guiño su ojo demasiado maquillado.

La mire, la mandíbula no se me cayó al suelo porque está pegada al resto de mi cráneo, no podía creer que ella acabara de decir eso. La sangre comenzó a hervirme, esto no se iba a quedar así. Me estaba por levantar para gritarle las cosas que se merecía, pero Daniel paso su brazo por sobre mi hombro y miro a las tres chicas negando con la cabeza.

            –Lo siento chicas, pero esta chica “mal vestida” me gusta. Y sinceramente, no me atraen el tipo de chicas que se regalan a cualquier hombre.

A la pelirroja se le desencajo el rostro de incredulidad ante el comentario de Daniel. Yo largue una corta y burlona risa sin escrúpulos y ella me dedico una mirada asesina.

            –Bien, como lo quieras. Al parecer tus gustos van por obesas, lo entiendo.

Las tres se fueron moviendo las caderas exageradamente, se me quedo un nudo en la garganta por aguantarme los insultos.

            –No las escuches, no saben lo que dicen.

Más fácil decirlo que hacerlo, quizás las chicas tenían más razón de lo que Daniel creía…

De una manera u otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora