Cap. 4:

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El día se estaba nublando, algunas nubes tormentosas se asomaban en el cielo. Apure el paso porque parecía que en cualquier momento se largaría a llover, y sinceramente no quería enfermarme. Solo me quedaban unas cuadras para llegar cuando algunas gotas solitarias comenzaron a caer, y estas poco a poco cayeron en mayor cantidad hasta poder ser llamadas lluvia. Corrí el tramo que me quedaba y entre a la casa estando casi empapada.

Subí a mi habitación, me saque la ropa mojada y la tire junto con la ropa para lavar. Tome una toalla y entre al baño para ducharme, deshice la coleta de mi cabello y deje que el agua templada cayera sobre mi espalda. Nunca tomo duchas largas, así que 10 minutos después ya estaba fuera de la ducha y colocándome la toalla alrededor de mi cuerpo.

Estaba por salir del baño cuando me cruzo frente al espejo, la duda me carcome así que me pongo frente a este y deshago el nudo de la toalla, dejándola caer a mis pies. Dos segundos fue lo que duro mi mirada sobre el espejo antes de que apartara la vista del asqueroso y grasoso cuerpo que veía ahí. La garganta se me seco y se me formo un nudo, ya veía venir las lagrimas… ¿Por qué tenía que ser así, tan gorda y repugnante? No lo aguante mas, había una manera rápida de apagar el dolor interior que sentía, y hacía años que no la ponía en práctica. Abrí uno de los cajones del mueble y saque unas tijeras, baje la tapa del inodoro y me senté ahí.

Una, dos, tres, cuatro marcas en una muñeca, e igual en la otra. La sangre ya comenzaba a fluir, era doloroso, pero no tanto como el dolor emocional. Agarre alcohol de otro de los cajones y lo tire sobre las heridas que me había hecho. Mordí mi labio con fuerza aguantando el grito de dolor que quería escapar de mi garganta. Mas lagrimas caían de mis ojos.

Estaba acostada en mi cama, mirando hacia el techo ausente, perdida en ningún pensamiento en específico. Alguien abrió la puerta de mi habitación con brusquedad, logrando que esta se golpeara contra la pared provocando un fuerte ruido. Solo voltee la cabeza y vi a Susan que me miraba de brazos cruzados.

            – ¿Así que tu idea era vaciar la heladera y dejarme sin comida? –No conteste– lo mínimo que podrías hacer luego de comerte todo como una maldita cerda, es ir a comprar para que yo tenga siquiera un pedazo de pan para comer –la observaba con mirada ausente, esperando a que siguiera hablando. Al ver que no iba a hablar se enfureció aun mas– ¡Solo toma un poco de maldito dinero y vete a comprar ahora! –mire hacia la ventana, el día seguía horrible y llovía a cantaros– ¿Sabes? Me importa una mierda que te empapes, solo mueve tu maldito obeso trasero de esa cama.

Me levante y al pasar al lado de mi tía, la empuje levemente con mi hombro para poder pasar por la puerta. Ella me tomo con fuerza de la muñeca, y no me hubiera molestado si no fuera por las recientes heridas que tenía ahí. Apreté los labios con fuerza al igual que los ojos.

            –Te he cuidado toda tu maldita vida, ¿y me lo agradeces empujándome? Va a ser mejor que empieces a aprender sobre el respeto.

Apenas me soltó, baje corriendo las escaleras y salí de la casa. Así era casi siempre que estaba con Susan en la casa. Levante la capucha de mi abrigo y me tape la cabeza, me aparte del pequeño refugio que hacia el techo de la puerta y camine rápido hacia el mercado más cercano. Las calles estaban prácticamente vacías, los únicos que se animaban a salir con esta tormenta lo hacían en auto. La gente que estaba dentro de los locales me miraba como si estuviera loca.

El mercado más cercano estaba a unas 5 cuadras, ya estaba llegando cuando me empecé a sentir mal. Todo estaba medio borroso y me dolían un poco los ojos, a pesar de la lluvia decidí sentarme en una banca que había allí para recuperarme. Espere sentada unos minutos y el dolor desapareció, ya me sentía normal, dentro de lo que me era posible. Así que me levante con cuidado y seguí caminando. Me pareció que alguien me llamaba, me estaba por voltear cuando todo se volvió totalmente negro. Lo último que pude notar fue como mi cabeza se golpeaba contra algo, y el grito de alguien. Aunque no pude escuchar lo que decía.

Abrí los ojos, estaba todo oscuro y por lo que podía ver por la ventana, o era muy de noche o muy de mañana. Pero eso no fue lo que más me llamo la atención, si no el hecho de que esa no fuera mi habitación y que mi último recuerdo era de estar en la calle. Los nervios se me pusieron de punta, estaba en un lugar desconocido. Trate de sentarme, pero el rápido movimiento hizo que me mareara y me provocaran ganas de vomitar. Lo intente otra vez, pero esta vez con más cuidado y con lentitud. Sentía como si la cabeza me latiera y los oídos me zumbaban.

Una vez que logre sentarme, trate de levantarme ayudándome de la pared. Sentía las piernas algo más débiles que lo normal pero me esforcé por dar un paso detrás del otro hasta llegar a la puerta de la habitación. Moví la manija y para mi suerte no estaba trabada, así que abrí la puerta y llegue a un pasillo iluminado. Al final de esta había una escalera, y aparentemente abajo estaban mirando una serie o película, se notaba por el ruido de efectos especiales que provenía de esa dirección. Mi única salida de aquel lugar era por las escaleras, había otras puertas en el pasillo pero era obvio que simplemente darían a otras habitaciones. Y prefería no alertar a nadie de que ya estaba despierta.

Ayudándome de la pared llegue a la escalera, baje algunos escalones hasta que logre ver la habitación a la que llevaba. Y conocía ese lugar, había estado aquí… ¡hoy mismo! Esta era la casa de Daniel, la cosa ahora era saber por qué es que estoy en la casa de Daniel. Termine de bajar la escalera, el ultimo escalón de madera rechino ante mi peso y ante este ruido un chico rubio se asomo de la cocina. Él chico volvió a mirar dentro de la cocina.

           

De una manera u otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora