Cap. 2:

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Luego de un acostumbrado largo camino, llegue a la casa de mi tía, Susan. Y como era normal ella no estaba en casa. Deje la mochila en el sillón y camine rápido a la cocina. El estomago me rugía, y el hambre me segaba. Cuando quise darme cuenta la heladera estaba prácticamente vacía y la mesa estaba llena de envoltorios vacios y platos sucios. Me maldije por lo bajo y comencé a acomodar todo para que cuando Susan llegara no viera todo ese desastre.

Una vez juntado todo, una arcada cruzo por mi garganta. No podía haber comido todo eso, era un maldito asco. Una gorda sin remedio. La arcada volvió a subir, corrí al baño y vomite todo. Y eso no fue suficiente para mi, con los dedos provoque otro vomito y así fue hasta que me sentí tan mareada que no pude seguir…

Desperté acostada contra la pared del baño, lentamente me levante del suelo y al llegar a la cocina mire el reloj. Todavía no era hora de que Susan volviera, me lave la cara, tome algo de dinero y me fui a comprar para reponer todo lo que había comido. Para cuando volví, mi tía todavía no había vuelto, estaba de suerte. Para llegar a la cocina debía de pasar frente al baño, al hacerlo recordé todas las veces que había vomitado ahí, yo solo quería morirme ¿era acaso tanto pedir?

Luego de guardar todo, fui a mi habitación y acostada en mi cama comencé a releer mi libro favorito. Lo había tomado de las cosas que pertenecían a mis padres, mi tía las había guardado “escondidas”. Por lo tanto ella no sabía que lo tenía, si lo supiera de seguro me lo quitaría y guardaría todo en algún otro lado. Susan no me creía digna de poder tener las cosas de mis padres, yo tampoco lo creía pero era lo único que me quedaba de ellos y de cierta manera me sentía conectada. Era lo único que me hacia feliz de vez en cuando, aunque no lo mereciera.

Cuando quise darme cuenta ya era de noche, Susan seguramente habría llegado pero a ella no le importaba saber si yo estaba en casa o no. Es más, si algún día llego a no aparecer ella sería feliz. Y no la culpo… Puse la alarma para el próximo día, Viernes, y me fui a dormir.

Desperté con el sonido de la alarma, no quería levantarme, me sentía algo débil y cansada. Pero prefería estar fuera que encerrada en esta casa, donde no me desean, todo el día así que me esforcé y me levante. No me desean en ningún lado, pero en el colegio por lo menos puedo distraerme. Una vez que llegue al colegio, todo fue como el día anterior, entre, pase por el pasillo y llegue al salón. Saque mi carpeta de dibujos, y esta vez mi mano trazo una rosa con pétalos marchitos en blanco y negro, estaba muy concentrada en lo que hacía, como siempre que dibujo.

            – Lindo dibujo–me voltee sorprendida y me encontré con Daniel observándome con su típica sonrisa levemente torcida. Cambie de hoja a una en blanco, para ocultar el dibujo anterior –Entonces hoy vienes a mi casa para hacer el trabajo en grupo –agrego, de tal forma que había parecido mas una pregunta, y sentándose a mi lado.

            –Si.

            –Siempre dices lo menos posible ¿no? Creo que si pudieras contestar a todo con monosílabos, lo harías.

            –Así soy, si te molesta hazlo simple y deja de hablarme.

                –Hey tranquila, no te estoy atacando. Tan solo era una simple pregunta casual, ya sabes para conocernos mejor y poder estar más cómodos el uno con el otro.

            – ¿Pues sabes que me pondría cómoda? –Dije dirigiéndole la mirada, molesta– Que te callaras de una maldita vez.

            –Lo siento…

Él pareció entenderlo ya que luego de mirarme algo sorprendido, por mi contestación, se quedo callado esperando a que llegara la profesora. Luego de dos profesores más, el día escolar había terminado para mí. Daniel no había hablado ni me había dirigido la mirada en todo el día, para ser sincera me sentía mal al haberle hablado así. No sé cómo tratar con la gente, y menos con aquellos que quieren caerme bien.

Estaba saliendo del colegio, Daniel de seguro no querría verme así que simplemente tome el camino hacia la casa de Susan. No había ni caminado media cuadra cuando escuche que alguien me llamaba, me volteé y lo vi a él corriendo hacia donde yo estaba. Paro a unos pasos de mí.

– ¿No vamos a hacer el trabajo?

– ¿Todavía quieres hacerlo?

–Pues, si. Ya habíamos arreglado para hacerlo hoy ¿o lo olvidaste?

–No, es solo que, creí que estabas enojado y que, bueno que no querrías verme.

– ¿Solo por lo que dijiste? Alexa, soy un chico bastante optimista y no suelo tomarme las cosas a pecho. Creo que reaccionaste así por otro motivo y no por mí, quizás esté equivocado. Más de una vez me lleve decepciones con la gente, pero soy del tipo de persona que ven el vaso medio lleno –él me sonrió– me dicen que soy un iluso, puede ser, pero a veces te llevas sorpresas muy gratas en la vida…

No podía creer que una sola persona pudiera guardar en si tantas esperanzas, si, probablemente él era un iluso pero si era feliz así… Supongo que hay más de una manera de ser feliz, no se mucho de eso, pero cuando alguien irradia todo eso es capaz de contagiar a cualquiera.

            –Bueno, entonces, vayamos a tu casa –Él se me quedo mirando como sorprendido– ¿Qué sucede?

            –Sonreíste, una linda sonrisa por cierto.

Solo logre sonrojarme con tal comentario, es un idiota…

De una manera u otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora