Cap. 11:

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Lunes, mi tía trabajaba hasta tarde así que antes de ir a la casa de Daniel, iría a su casa para tomar todas las cosas que quiero recuperar y no pude tomar por no tener forma de llevarlo. Él había insistido en ayudarme, así que apenas salimos nos dirigimos por ese camino que conocía como la palma de mi mano. Caminábamos muy cerca, me di cuenta cuando choque mi brazo contra el suyo. Eso me puso muy nerviosa y como “modo de defensa” comencé a caminar más rápido dejándolo ligeramente atrás. No tardo demasiado en volver a mi lado.

Llegamos a la casa de Susan, tome mi llave que había conservado y abrí la puerta. Antes de entrar comprobé que no hubiera ningún ruido que anunciara que había alguien en la casa, pero todo era completo silencio. Entramos y subimos rápido, tome todo lo que necesitaba y se lo iba pasando a Daniel, él aporto el espacio que quedaba dentro de su mochila para guardar todo. No era mucho, ya que gran parte de lo importante para mí ya lo había guardado en mi mochila esta mañana.

Luego de revisar dos veces más que no me olvidara nada, salimos de la casa de Susan y nos dirigimos a la casa de Daniel. Una idea se me cruzo por la cabeza.

            –Daniel, ¿no vives con tus padres?

            –No, vivo solo.

            –Y espero no te moleste que pregunte, pero ¿Cómo haces para tener una casa tu solo si no trabajas ni nada?

            –Bueno, esa fue una idea de mis padres. Ellos querían que yo me fuera acostumbrando a vivir solo, entonces me compraron esta casa para que yo viviera. Y de vez en cuando ellos vienen a visitarme o yo los voy a ver a ellos, aunque solo vivimos a tres cuadras de distancia.

            – ¡¿Te compraron una casa?! Tus padres deben tener mucho dinero como para darse ese lujo.

            –Si… supongo. Es decir, si, ellos tienen grandes trabajos, pero nunca derrocharon dinero, ni tampoco nos dieron la vida regalada a mi hermano y a mí. Si queríamos algo, teníamos que pelear con ello. Esta es una ocasión diferente, si no estuviera todavía en el colegio, ellos me dirían que trabaje para pagarme un departamento.

Luego de un rato llegamos a su casa, él me acompaño hasta la habitación de huéspedes y me ayudo a acomodar todas las cosas que traía. Las que había tomado a la mañana antes de ir al colegio, y las que habíamos ido a recoger hacia un rato.

Tenía pocas cosas, dentro de todo, pero tardamos alrededor de dos horas en acomodar todo a mi gusto. Era demasiado exigente, quería las cosas de una manera y tenía que ser así, tanto por estética como también para así luego no perder nada, y encontrar todo enseguida. Una vez terminado con eso, nos acostamos en la cama mirando al techo para descansar. Estábamos rodeados por silencio, pero no era un silencio incomodo, solo era silencio. Aunque en un momento Daniel decidió interrumpirlo con una pregunta que no quería contestar, y que me ponía un poco incomoda el rumbo que podía tomar la conversación.

            – ¿Puedo saber por qué tu tía te trata de la manera en que te trata? Ya sabes, así, tan… mal, se podría decir.

Definitivamente no quería contestar esa pregunta, está pensando seriamente en no contestar nada y quedarme en silencio, como si no lo hubiera escuchado. Pero después de todo lo que él había hecho por mí, me parecía injusto no contestar su pregunta. Además, no era demasiado lo que me pedía, solo alguna que otra respuesta. A la que podía contestar con mentiras y él no se daría cuenta. Pero al igual que antes, lo reconsidere y me pareció irrespetuoso. Él confiaba en mi lo suficiente como para permitirme quedarme en su casa y yo le hacía eso, no, me sentiría mejor como persona si decía la verdad. ¿Cuánto daño podría causar eso? Suspire y me coloque de costado en la cama.

            –Bueno, es que según ella yo soy la culpable de que mi madre e suicidara y de que mi padre falleciera en aquel accidente…

            – ¿Por eso? –él me miro incrédulo– Pero eso es absurdo, es decir, no tiene sentido que este enojada por algo imposible.

            –A ti te parecerá absurdo o imposible, pero la verdad es que creo que ella tiene razón.

            – ¿En serio lo dices Alexa? Por favor, ¿cómo podrías ser tú la culpable de sus muertes si eras tan solo un bebé?

            –Bueno, aparentemente yo soy el caso vivo de que eso si puede suceder.

–Entonces, ¿cómo se supone que tú influiste en el fallecimiento de tus padres?

–No quiero hablar de eso…

– ¡No! Vamos, quiero escuchar tu hipótesis.

– ¡Bien, como quieras! Mi nacimiento es una maldición que enloqueció a mi madre al punto de suicidarse con solo pensar que tenía que cuidarme. Y mi padre no dormía bien en ese entonces por todo el trabajo que tenia, que por cierto trabajaba tanto para poder cuidarme, se durmió mientras conducía y choco contra otro auto.

–Alexa, eso no tiene sentido ¿Cómo no te das cuenta? Tú no eres una maldita maldición, eres de las mejores personas que he conocido.

– ¡Oh, por favor! Me conoces de hace menos de una semana, no puedes saber cómo soy.

–Para mí ha sido suficiente tiempo como para darme cuenta de la gran persona que escondes… Espero que algún día tú puedas lograr darte cuenta de eso.

–Es fácil para ti decirlo, tú tuviste toda tu vida solucionada. Una vida perfecta, con tus dos padres y con la palabra amor escrita por todas las paredes de tu casa. Por eso solo ves positivismo y amor en todos lados, incluso donde no los hay.

–Te diré algo, estas totalmente equivocada… Los padres que tengo son adoptivos, viví en un orfanato los primeros 6 años de mi vida en donde me pegaban a veces al punto de quedar muy malherido y nunca conocí a mis padres biológicos. Pero con el tiempo entendí que la vida de uno puede empezar de mal manera, pero que con los años uno puede moldear su futuro y tomar su vida en sus manos. No siempre las cosas comienzan bien, pero si uno es positivo y lucha por lo que quiere, las cosas se cumplen. Por eso trato de ayudarte, para que puedas transformar tu vida y que dejes de sufrir por cosas que no tienen sentido…

Simplemente no podía contestar, tenía un nudo en la garganta y no podía creer lo que Daniel me acababa de contar.

            –Yo… perdóname, hable sin saber.

            –Esta bien –él sonrió, parecía que todo lo que acababa de contar no le afectara en nada, como si hubiera quedado… en el pasado, porque había ocurrido en el pasado. Tal vez yo también tendría que dejar lo pasado en donde pertenece…– Después de todo, yo siempre te pregunto de tu vida a ti, pero tu casi no sabias nada de mí. Bueno, te dejare para que te acostumbres a tu nueva habitación.

Él salió y dejo la puerta cerrada, todo esto había sido tan raro…

De una manera u otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora