Cap. 6:

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Siento algo raro en mi cabello, como unas cosquillas, no lo sé. Abro los ojos con pesadez y me volteo, el ver a Daniel a mi lado me provoco tal susto que caí de la cama sobre mi trasero. Desde el suelo logro ver como él se revuelca sobre su cama riéndose a más no poder, me levanto y lo miro frunciendo el seño.

            – ¿Acaso quieres matarme de un susto? –Él no podía contestar porque seguía riendo, tenía su rostro casi totalmente rojo– ¿te parece gracioso que por tu culpa ahora me duela el trasero? –Él asintió con la cabeza– Bien, pues entonces te daré un motivo por el cual reír –me tire sobre él haciéndole cosquillas.

Eso desato una terrible guerra de cosquillas en la que iba ganando por mucho, él reía tanto que no podía siquiera tocarme para cobrar su venganza en cosquillas. Hasta que en un momento él tomo el poder y evito que yo siguiera. Mi espalda estaba contra la cama, su mirada me desconcertaba. Sonreía, pero esta vez era diferente, había algo en sus bonitos ojos marrones que lo hacía ver más… agh, no lo sé…

De repente una luz se encendió en mí y pude ver lo que estaba pasando, note como la distancia entre nosotros dos se había hecho mínima. Y los ojos de Daniel se transformaron en los de Susan cuando me gritaba que mis padres habían muerto por mi culpa. Fue automático, extendí la mano y empuje a Daniel lo suficiente como para sentarme en el borde de la cama. Note como el suelo se comenzaba a borronear a causa de las lágrimas que aguantaba. Fue el sorber de mi nariz lo que alerto a Daniel de que estaba llorando, él se puso a mi lado y tomo mi mano, yo la aparte con brusquedad.

            –Alexa, ¿qué sucede?

            – ¿Por qué te empeñas tanto en querer agradarme? ¿Por qué desde que llegaste estas siempre ahí?

            –Porque no estás bien, y no tienes a nadie ahí contigo. Yo quiero ser ese alguien que te escuche.

            – ¿¡Cuando vas a poder entender que si estoy sola es porque yo lo elegí!? –lo mire furiosa, pero estaba enojada conmigo misma no con él– ¡Todo lo que está cerca de mí termina mal y no quiero seguir haciendo daño a los que quiero! Por eso es mejor no querer a nadie y me jode que seas el único que quiera ser mi amigo y aun peor que lo estés logrando.

            – ¡Por favor, Alexa! ¿Cómo puedes decir que todo se arruina contigo? No puedes no darte cuenta de lo absurdo que es lo que dices.

            – ¿Absurdo? ¿Y qué te parece si te digo que mis padres estaban destinados a morir desde mi nacimiento? ¿Cambia tu opinión si te digo que mi madre se suicido poco después de que yo naciera porque no soportaba la idea de tener un bebe que cuidar? ¿Y si te cuento que mi padre falleció en un maldito accidente automovilístico porque iba a altas velocidades para llegar a la guardería para retirarme a tiempo? ¿O acaso todavía no lo ves?

            –Alexa, entiendo que creas que es tu culpa, pero no es así. Tú eras apenas una bebe, no hiciste nada para que ella se suicidara, y los accidentes automovilísticos pasan cada día a cualquiera.

            –No importa, no puedes entender algo que no has vivido.

Me levante y entre al baño cerrando con traba, mi ropa ya estaba ahí doblada. Me saque la que Daniel me había prestado y me puse la mía, me lave la cara y luego salí de allí. En la habitación ya no había nadie, baje las escaleras y escuche ruidos en la cocina.

            –Ya me voy.

El ruido ceso de repente y Daniel apareció por la puerta, mientras se secaba las manos con un trapo que luego dejo sobre una silla.

            –Te acompaño así confirmo que llegue bien.

            –No es necesario, ya has hecho mucho por mí.

            –Te terminas yendo sin acompañarme en el almuerzo, por lo menos déjame acompañarte a tu casa.

            –Ya para con eso, mi compañía de todos modos no es la gran cosa.

            – ¿Puedes por favor dejar de menospreciarte?

            –Es mi problema lo que hago o digo de mi misma, no te metas. Ahora, ¿podrías abrir la maldita puerta y dejarme ir?

Ya había vuelto a colocar mi muro de piedra a mí alrededor para evitar el contacto con los demás. Él hizo lo que le dije y por fin pude irme, esta vez sin voltear a mirar atrás. Me dolía apartarlo y tratarle así, pero era lo mejor para él.

Descubrí al levantar la mirada que el día estaba soleado. No pare en la casa de mi tía, en cambio seguí de largo y compre todo lo que el día anterior no había comprado. Recién entonces si volví, el dinero se había quedado todo el tiempo en mi billetera plástica en el bolsillo de mi pantalón. Al entrar a la casa descubrí que Susan no estaba allí, guarde todo en su lugar. Era extraño pero no tenía hambre esta vez, directamente fui a mi habitación a releer el mismo libro. Me lo sabía de memoria, cada palabra, pero nunca me cansaba de leerlo.

Un golpeteo rítmico me despertó, alguien llamaba a la puerta principal ¿quién podría ser? Nadie venia nunca. Me fije la hora y era ya de tarde, baje las escaleras con pereza y abrí la puerta. Ver a Daniel ahí me despertó totalmente. Antes de que yo pudiera siquiera pronunciar alguna palabra, él ya estaba hablando.

            –Se que no me quieres ver, me quedo claro. Pero te dejaste el celular en mi habitación y no iba a esperar hasta el Lunes porque quizás lo necesitabas por algo.

Utilizaba tan poco ese aparato que apenas si recordaba que lo tenía encima. Su utilidad para mí era mas de reloj que de teléfono.

            –Gracias, p-pero ¿cómo supiste donde vivo? –dije tomandolo.

            –Llame al único contacto que tenías agendado y resulto ser tu tía. Ella pareció extrañada de recibir una llamada desde tu celular.

            –Si, bueno, hablo muy poco con ella.

Ambos nos quedamos callados, rodeados por un silencio incomodo y sin dirigirnos la mirada.

            –Yo… –Daniel decidió interrumpir aquel molesto silencio– quería pedirte perdón. Sé que no te gusta que se metan en tu vida, pero solo quería ayudar.

            – ¿Eres así con todos?

            –Yo solo quiero que la gente sepa que puede confiar en mí, que nunca juzgo a alguien por como se ve o cómo reacciona. Creo que las acciones de cada uno tienen un por qué y soy una persona curiosa, me gusta saber la respuesta de todo.

            –Pero no siempre hay respuestas.

            –Lo sé… en fin, nos vemos el Lunes… ¿sin resentimientos? –alargo la mano.

            –Sin resentimientos –se la estreche, ambos sonreímos.

De una manera u otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora