Cap. 48:

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El blanco que veía fue perdiendo su irritante brillo hasta que pude descubrir que, aunque seguía siendo todo de ese mismo color, me encontraba en una habitación. Estaba mirando hacia el techo, todo era absoluto silencio exceptuando un continuo "pip" que escuchaba a mi derecha. Deje de mirar el techo para buscar lo que originaba este sonido, lo primero que encuentro a la derecha de la cama en la que estaba era un gotero colgado que, luego de seguir con la mirada el tubo plástico que salía de éste, descubrí estaba conectado a mi brazo.

Apenas más lejos veo varias máquinas, y entre estas descubrí la clásica que se ve en todos los hospitales, la máquina de los latidos. Y lo último que veía era la ventana en la pared, con cortinas también blancas; lentamente miro frente a mi cama donde, contra la pared, había una mesa con varios floreros y flores de distintos tipos, estas parecían ser lo único colorido en toda la habitación.

Nada de lo anterior importó cuando descubrí lo que había a mi izquierda, sentado en una silla y dormido estaba Daniel, a tan solo unos centímetros de distancia. Automáticamente sentí las lágrimas agolparse en mis ojos, para luego caer por mis mejillas hasta transformarse en pequeñas manchas de agua sobre la sábana. Me dolía todo el cuerpo pero de todos modos me esforcé para estirarme, cuidando de que la aguja del gotero no se me saliera, y tomé su mano. Él parecía no estar en un sueño profundo ya que apenas eso fue suficiente para que se despertara, abrió los ojos con lentitud como si estos le pesaran. No pude evitar reírme de la cara que puso cuando me vio.

– ¿Alexa? Estas... –tenía los ojos abiertos de par en par, podía adivinar que él no podía creer lo que estaba pasando.

– ¿Despierta?... Sí –volví a reír, no podía dejar de sonreír y de llorar a la vez. Tardó unos segundos pero enseguida su perfecta sonrisa hizo aparición, acompañada de unas lágrimas que me hicieron caer en la cuenta de lo que él había estado sufriendo. Pero en este momento me era imposible ponerme mal por eso.

–Creí que no te volvería a ver despierta... nos dijeron que no nos hiciéramos muchas esperanzas, que lo más probable era que no sobrevivieras. Y les creí, creí que el que sobrevivieras sería imposible, perdí las esperanzas en tan solo un mes, y sin embargo aquí estas.

–No podía irme, tengo muchas cosas por hacer y mucha gente por la que quedarme. Daniel, si no te hubiera conocido muy probablemente en este momento estaría muerta...

–Te extrañe –el llanto se había marchado, el de ambos, pero las sonrisas prevalecían.

–Y yo a ti... –sentí como mi corazón comenzaba a latir cada vez con más fuerza, al punto de que parecía que este se me saldría del pecho. La máquina que monitoreaba mi corazón comenzó a sonar más rápido, y de repente comencé a sentirme mareada; Daniel pareció darse cuenta, ya que salió corriendo de la habitación.

Me esforcé por quedarme despierta, mantener los ojos abiertos hasta que alguien volviera y para mi suerte apenas unos minutos pasaron para que a la habitación llegaran varias personas vestidas con batas blancas. Una mujer se acercó a mi lado, y mientras me acariciaba el cabello susurro a mi oído.

–Esta bien linda, descansa. Ya no hay peligro –la última frase apenas la escuché ya que me quedé dormida.

Cuando desperté nuevamente, sentí mi cuerpo mucho más relajado y no sentía nada de dolor. Hasta mi mente se sentía un tanto adormecida, probablemente me habrían dado algo para el dolor, tal vez anestesia, no lo sé. Me costaba mucho poder ordenar las ideas en mi cabeza. Estuve unos minutos ahí, acostada mirando al techo, tan solo disfrutando de la paz que me era capaz de sentir. Hasta que el silencio se vio interrumpido por la llegada de Sophie y Brent a la habitación, ellos se acercaron con cautela a mi lado como si temieran que pudiera desvanecerme frente a sus ojos. Y, al igual que ellos, no sabía cómo reaccionar, es decir, solo había vivido esto en sueños. Tenía muchas emociones agolpándose en mi pecho, era como si todas quisieran salir al mismo tiempo por una puerta y quedaran atoradas, teniendo por resultado que ninguna salga. Así que para por lo menos romper el hielo, les salude, no los conocía ni sabía cómo reaccionarían por lo que fue un saludo tímido.

–Hola –ellos sonrieron inmediatamente y se sentaron a mi lado sobre la cama, Sophie a mi derecha y Brent a mi izquierda. Era prácticamente imposible no notar la emoción y la felicidad que irradiaban sus ojos.

–Hola Alexa –mi padre, que bien que sonaba eso al menos en mi mente, me tomó de la mano cuando mi madre me saludó. Ella hizo lo mismo después.

–Supongo que este es un buen momento para actualizarnos con respecto a nuestras vidas –ambos rieron.

–Es una buena idea –dijo Brent tomando, con la mano libre, la mano de Sophie– aunque quizás nos tome más de unas horas.

Me impresionaba el que no nombraran a Susan o la culparan por el que ahora tuviéramos que contarnos nuestra vida entera, gustos y demás. No necesite demasiado tiempo para comprender que ellos preferían seguir adelante y aprovechar cada momento que tuviéramos, en vez de enfocarse en vivir con rencor. Tenía muchas cosas que aprender de y con ellos...

De una manera u otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora