III

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Jong Dae empezó a tener cierta curiosidad por ambos hermanos sin siquiera conocerlos. Está bien que sean los encargados y tengan más tiempo que él en la universidad, pero no tenían la autoridad completa de escoger quienes podían ser parte o no del club de baloncesto. O sea, imponían sus reglas cuando el reglamento señalaba bien claro que todo estudiante tenía el derecho a formar parte de algún club. Aunque, por no leer las letras pequeñas, se ganó una buena justificación por parte de uno de los encargados cuando fue su turno de inscribirse.

—¿Ahora si entendiste, enano? —quizá el encargado se pasó de la raya con lo último que añadió, pues Jong Dae traía el ceño fruncido en señal de que no se encontraba para nada contento de ser llamado de esa manera; sin embargo, el encargado se lo hizo entender mejor cuando puso recta su espalda para mostrarle la enorme diferencia de altura y peso que había entre ellos.

—Ni creas que eso me intimida, renacuajo —lo llamó de dicha manera por aquellos ojos saltones que tenía aquel muchacho.

—Renacuajo... —pronunció entre dientes y acompañado de una falsa sonrisa mientras le extendía una hoja color azul—. Solo llena la maldita inscripción para dejar de ver tu rostro.

—Lo sé, es que soy hermoso para tus ojos —Jong Dae tomó a gracia la situación mientras con una sonrisa cogía dicho papel para rellenar sus datos.

Baek Hyun, quien había visto toda la interacción, por haber estado a lado de Jong Dae, trató de disimular rascándose el cuello y mirando hacia otro lado, aunque encontrarse con el rostro de Dong Hyun no era lo que tenía en mente; por lo cual, se retiró comunicando a Jong Dae que iría por una bebida de la máquina expendedora que se encontraba a solo unos escasos pasos.

Poner un billete y que la máquina se lo tragará era de esperarse, y es que Baek Hyun no había leído la cinta amarilla colocada a un costado que decía en letras negras «fuera de servicio». Ese dinero incluso iba a ser utilizado para comprar su almuerzo.

—Maldita máquina —gruñó por lo bajo y mirando hacia cada costado para que nadie viera lo que estaba a punto de hacer. Por supuesto, Baek Hyun no se quedaría de brazos cruzados. No iba a perder el dinero de su almuerzo.

Se aproximó un poco más hacia la máquina expendedora para con ambos brazos a cada lado (rodeándola) comenzar a sacudirla con fuerza que obtuvo gracias a sus clases de artes marciales. Él empujó de adelante hacia atrás un par de veces dándose cuenta de que su acción parecía no dar resultado. Eso lo molestó tanto que no midió su fuerza y aquella máquina estaba a punto de caerle encima, prácticamente aplastarlo, ya que se encontraba agotado para resistir por más tiempo sosteniéndose. Y cuando creyó que iba a ocurrir, una desconocida sombra se colocó a su costado para ayudarlo. Entre ambos lograron volver a poner la máquina a como de principio.

Baek Hyun dejó de contemplar el suelo para empezar a alzar su cabeza y con ello su vista y poder observar a la persona que le brindó su ayuda.

Un muchacho de varios centímetros, en realidad casi una cabeza y media, se encontraba enfrente suyo. Era tan alto que por el sol que hacía en ese preciso momento, Baek Hyun tenía que conducir una mano hacia su frente para que los rayos solares no le impidieron ver el rostro de aquel muchacho. Su cabello rubio brillaba a juego con el sol al igual que sus cejas, el contorno de su rostro era ovalado, aunque con una v entre sus mejillas y mentón, sus ojos eran de color café, su labio superior era delgado a diferencia de su labio inferior, el color de su piel era pálida, pero con toques de bronceado, seguramente por estar al sol sin bloqueador algunas veces, y en lo que bajaba su mirada hacia su cuerpo se dio cuenta de que posiblemente se ejercitaba.

—¿Cuánto más vas a seguir observando?

Para Baek Hyun, disimular era lo peor que le salía. Su mirada pronto volvió hacia el rostro de aquel muchacho para darse cuenta de que lo miraba seriamente, pero parecía ser su mirada de todos los días, eso quiso creer.

Objetivo: MasculinidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora