XIV

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Lo soltaron dentro de una habitación casi a oscuras si no fuera por la luna que alumbraba por la única ventanilla que podía ser su llave a la libertad. Había caído sentado contra el suelo tras haber sido empujado con fuerza para serle cerrada en sus narices de golpe la puerta. Se levantó aun así, adolorido, para pedir a gritos, mientras chocaban sus manos hechas puño contra aquella puerta de madera, que lo dejaran salir.

—¿Kris...?

Una débil voz empezó a hacerse escuchar. Yi Fan volteó inmediatamente todo su cuerpo para tratar de mirar cada rincón de la habitación hasta dar con el único espacio, en una esquina, que no tenía iluminación.

—¿Pat...?

En esos instantes, no se encontraba seguro, pero, en cuanto oyó respuesta, quedó claro que se trataba de su amigo.

—¿Qué haces ahí? Sal a la luz —le pidió.

—No puedo, Kris.

—¿No puedes? —no empezaba a entender a qué se refería.

—No quiero que me veas —manifestó, nervioso.

—¿Acaso ellos... —comenzó a sospechar.

—Sí, Kris. Por eso, n-no... quiero que me veas —su voz se hacía cada vez más temblorosa.

—Sal a la luz, Pat —continúo pidiendo para saber la magnitud de los daños.

—No puedo —repitió.

—No me hagas sacarte a la fuerza.

Aunque no quiso sonar amenazador, debió hacerlo. Era la única manera para que su amigo dejará aquel oscuro rincón y diera muestra de cómo lo habían dejado aquellos hombres. Los nudillos de Yi Fan empezaron a endurecerse mientras su consternada mirada percataba el golpeado rostro de su amigo. Él lucía una marca roja en el ojo izquierdo producto de un puñete fuerte, la nariz la tenía ensangrentada producto de otro golpe con la misma intensidad y traía un corte en el labio en señal de haber recibido otro impacto. Y por cómo sostenía su estómago, supo que esos infelices no bastaron con solo maltratar su rostro.

Yi Fan se acercó de prisa hacia él cuando lo vio tambalear y a punto de caer contra el suelo.

—Esos hijos de... —masculló entre dientes con sumo coraje.

—Si tu madre te escuchará decir esas palabrotas te estaría lavando la boca con jabón —aún en su deplorable estado, echó cierta broma.

—No es tiempo para reír, Pat —le reprochó—. Tenemos que salir de aquí para llevarte a un hospital.

—¿Cómo vamos a salir? No hay por dónde. La puerta está cerrada y esa ventanilla solo nos llevaría a una rápida muerte.

—Tenemos que pensar en algún plan. Un doctor tiene que verte pronto, Pat.

Mientras ellos se ponían a pensar, unas voces se oyeron detrás de la puerta, significando que aquellos hombres habían vuelto y estaban a nada de ingresar. Lo sabían. Ya que fue cuestión de tiempo para oír el cerrojo dejar de ser bloqueado y tener pronto la presencia de aquellos hombres en la habitación.

Yi Fan permaneció en su posición, con un brazo sujetando de la cintura a su amigo ante su falta de estabilidad.

—Parece que ya encontraste a tu amigo —dijo uno de esos hombres en son de burla.

—Ahora solo falta que estén iguales —agregó otro en un tono similar.

Lo que fueran hacerle, Yi Fan no iba a quedarse quieto esperando. Apenas vio que dos de los tres hombres en la habitación empezaban a acercarse, dio tres pasos hacia atrás para tratar de que su amigo se apoyara de la pared más cercana y conseguir tener sus brazos libres para defenderse. Ellos podían ser más altos, pero no tenían la agilidad de un niño. De poder escabullirse y tratar de ver la habitación como si fuera un ring de boxeo. Ya que eso empezaba a imaginarse. Estando con los puños alzados y dispuesto a repartir golpes al primero que intenté tocarlo.

Objetivo: MasculinidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora