XLVII

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Se suponía que las cosas no debían verse de esta manera. Que no tenían que ser quienes se vieran estar siendo acorralados por unos universitarios que eran menos del porcentaje de sus capacidades. Sin embargo, esto era real y una completa vergüenza. La persona encargada se veía nerviosa por estar todo fuera de control y tener la necesidad de hacer una llamada para poner al tanto de lo sucedido a su jefe. Quien bien podría matarlo después por no conseguir encontrar solución a esta situación por sí mismo.

La persona en la otra línea por poco y explota de la exaltación al enterarse de esta noticia y llamar por décima vez «pedazo de inútil» a su encargado. Le hervía la sangre de saber que sus hombres no podían contra unos simples muchachos que solo se defendían con los puños. Le hizo acordar a su encargado que él traía un arma y debía usarla de una vez por todas con quien sea. Esta burla era injustificable y podía seguir mostrando su cólera si alguien no hubiera interrumpido la llamada.

De un momento a otro, oyó a su encargado estar teniendo un acalorado intercambio de palabras con alguien y ser consecuente en minutos de quién se trataba. Ese hecho lo tomó como ventaja para de una vez por todas mostrarle a Yi Fan quien era el que tenía el poder ahora mismo.

Le pidió a su encargado que lo comunicará con Yi Fan, pese a que, este se negará por no caer en trucos; por tanto, puso en altavoz a su jefe para que fuera quien le diera aquella orden y no poder negarse cuando le informó de que había tenido una reunión con sus padres. Yi Fan mostró una clara molestia por imaginarse siquiera que le pudo haber causado incomodidad a su madre por sí aquel encuentro realmente hubo ocurrido.

—Chiquillo idiota, diles a tus amigos que dejen este absurdo juego que no saben en que se están metiendo. Supongo que no te importa que uno de ellos terminé recibiendo un balazo por andar de entrometido.

—Me importa un carajo tus amenazas, esperó tan solo que no hayas tocado siquiera un pelo de mi madre si no voy y te buscó para hacerte muestra de lo que soy capaz cuando realmente se meten conmigo.

—A mí no me vas a asustar como a otros, sabes de lo que soy capaz, lo sabes muy bien y no esperes que vuelva a suceder lo que le ocurrió a tu estúpido amigo hace años.

—No puedes venir a ensuciar su memoria y reír por ello. Te voy a romper los dientes, uno por uno, miserable. Vas a caer. No vas a salir libre de esta, otra vez.

—¿Qué tan seguro puedes estar, bastardo? Debería enseñarte que a mí nadie puede humillarme y estar como si nada. Te voy a cumplir un último deseó.

Hubo un silencio y Yi Fan no esperó lo que vino a continuación; escuchar a su madre tras la línea entre conmovida y nerviosa. Ese tono de voz revoloteo todos sus sentidos. La preocupación se instaló rápidamente y empezó a insultar y amenazar a quien estaba detrás de todo esto. Estaba frustrado por encontrarse a través de la línea sin poder verle la cara a ese hijo de puta para matarlo con sus manos.

—Para que veas que no ando con juegos.

Oyó el gatillo de un arma sonar y provocó a su madre gritar por el estruendoso ruido. La desesperada voz de su madre repitiendo varias veces el nombre de su esposo, condujo su vista a buscar el rostro de su hermano menor, para sentirse acongojado por este terrible acontecimiento. Trató de que su voz no se viera débil, sino áspera para hacerle entender que aún no estaba derrotado. No iba a mostrarse vulnerable, ya que no le perdonaría lo que había hecho. Era un desgraciado.

—Eres un grandísimo hijo de puta —atacó contra él, escupiendo cada palabra con sumo coraje mientras sostenía con fuerza aquel aparato que aún mantenía cerca su oreja.

—Esta humillación te costará muy caro, Yi Fan. Escucha atentamente a tu madre. Porque será la última vez que vuelvas a oír su voz.

Escucharlo reír después de aquella amenaza era tan repulsivo y realmente lo sacaba de sí, no paraba de protestar, de insultar y advertir a cambio con tal de que dejará aquel absurdo hecho de lado y sea tan valiente para darle la cara y hacer este enfrentamiento solo de ellos. Sin nadie que vuelva a salir herido. No obstante, ser negado aquel pedido y tener que escuchar a su madre hablarle de un modo que se sentía ser la última vez hacía salir lágrimas de sus ojos, ahora sí, su corazón estaba mostrándose devastado e imploró, rogó porque no lo hiciera.

Objetivo: MasculinidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora