introducing The Band.

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(Brett)

Eran las siete de la mañana del miercoles. Día dieciocho de junio, aquí vamos de nuevo.

Miré a justine aún dormida. Ayer había ido a una fiesta con un rubio que era amigo suyo y regresarón hasta las tres de la madrugada. Lo peor no era que tendría resaca, o si le venia la regla hoy.

Lo peor era que se desquitaría conmigo.

Me levanté de la cama, tomé del armario un pantalón que no suele usar en publico porque dice que no se le ve bien, pero que usa en casa porque es cómodo, junto con un camisón azul con el dibujo de Mickey Mouse. Se los deje en una silla al lado de la cama junto a una toalla y me dirigí al baño.

Abrí la llave y deje que se llenara la pequeña y desgastada bañera. Tenté con mi mano esta para asegurarme que tenía la temperatura justa. Finalmente suspiré y me dirigí a la habitación de nuevo.

Me recargué en el marco de la puerta y la miré. Tenía una mirada agotada y el cabello por toda la cara, aún que eso era casí siempre.

Fuí hasta ella y me acosté a su lado abrazandola. Metí mi mano bajo su blusa y comencé a acariciar su vientre hinchado, luego sus senos y me hundí en su cuello respirando tras su oreja.
Justine comenzó a despertar poco a poco.

-Te he dicho que no me gusta que me respires tras la oreja.- contestó mal humorada alejándose de mi.- a la próxima déjame dormir en paz.

Suspiré. Bueno, de todas maneras ya nada pasa tan seguido como antes. Incluso creo que la comprendía.

Se sentó en la orilla de la cama y se puso las sandalias que le deje tendidas, luego tomó las cosas que le deje en la silla y entró al baño.

Me quedé mirando al techo memorizando lo anterior. Bien, no importa de todos modos. Me dije a mi mismo, quizás para evitarme el dolor de pensar en algo más del sus actos. O en el desprecio por mi esfuerzo, aún que el hacerle eso ya era rutina y rara era la vez cuando por las mañanas me correspondía.

Me dirigí a la cocina sin dar más revuelos, tomé el teléfono y mientras calentaba agua marqué el número de Simon.

-¡Simon! ¿Qué tal? Hacia tiempo no hablamos.- hablé al escuchar su característica voz por el otro lado de la linea.

-¡Brett! ¿Qué me dices? ¿Cómo te va en la gran ciudad? Ya sabes que en Haywards Heath  nunca ocurre nada.

-Ni ocurrirá.- reí.- y creo que tengo muchas cosas por decirte, que no merecen ser dichas por teléfono, simon, me conoces.

-Vale ¿Cuándo quedamos?

-Este fin. No te has mudado ¿cierto?

-como si tuviera dinero para eso.- escuché su entrecortada risa.

-Vale, solo llamé para saludarte, estoy algo atareado y la verdad no quiero cortar el rollo solo porque justine salga. Te veré el fin.

Finalmente simon se despidió y di por terminada la llamada. Estaba feliz por volver a escuchar de él.
Simon Holdbrook, un chico afectuoso, atento y en ocasiones atribulado, que sentía la misma fascinación que yo por los rincones mas turbios de la existencia y con quien compartí la emoción de la marginación; eramos dos soñadores de pueblo atrapados en una sombría celda  del extrarradio que anhelabamos las emociones y promesas del más allá.

Me dirigí al baño y entré sin que justine lo notase. Tomé su ropa manchada regada en el piso del baño, fuí a la habitación y quité la sabanas por igual, luego Las puse en una bolsa negra que después mandaría a la lavandería.
Me dirigí al closet para poner unas nuevas y entonces el sonoro burbujeo me recordó que había dejado algo en la estufa.

Dogman StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora