Breakdown.

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De vuelta donde los perros ladran, donde la naturaleza muerta sangra el blanco concreto.

Trata de no ir demasiado lejos dentro de tu mente.
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Había un silencio sepulcral durante la ceremonia, todos mirando hacia el ataúd a punto de ser enterrado.

Seguía mirando la caja, desde que llegué no había parado de hacerlo. Fría, silenciosa, incluso para mi era atemorizante verle, nunca imaginé algo como esto, el estar frente al ataúd de Simon me traía un gélido escalofrío que me recorría los nervios.

¿Cómo puede ser? ¿Cómo es que todo lo que haz hecho en tu vida se resume a esto?

El frío y el silencio del cementerio me traían cada vez más ansiedad. Incluso podría decir que la garganta me sabía a sangre y mi piel picaba. 
Seguía sin entender un solo detalle de lo que estaba pasando, quería estar ausente en todo esto.

¿Por qué lo decidió de esa manera?

¿Por qué nadie te creyó cuando decías que tu corazón estaba triste?

La ceremonia terminó y entonces el pequeño grupo de músicos comenzó a tocar "Let it be". Bernard estaba a mi lado observando con detenimiento como el ataúd iba siendo bajado por cuatro hombres. Frío, estático, creo que ni siquiera él podía creerse lo que pasaba.

Supongo yo estaba de la misma manera. La gente comenzó a irse, pues ya no había más que ver.
La melodía tan dichosa de los Beatles se había convertido en un himno atemorizante para mi, las notas me parecían cada vez más hirientes, casí como cuchillas.

Logré aguantar en silencio y a medida que la hermosa y quejumbrosa melodía se iba intensificando fuí recordando todas las tardes que habíamos pasado en su dormitorio escuchando esa misma canción.

Perdí el control, por supuesto. 

Mis ojos comenzarón a aguarse y por más que quisiera seguir conteniendolo no pude y simplemente me eché a llorar como un bebé en los brazos de bernard.

La escena podía parecer ridícula, un chico de veintitantos llorando por el suicidio de su amigo en los brazos del guitarrista de su banda. No, no era ridículo, era terriblemente deprimente.

Lloraba abiertamente y entre sollozos bernard me daba algunas palmadas en la espalda. En veces llegué a sentir que nunca iba a parar, porque las oleadas de cólera y tristeza me invadían una y otra vez, como un golpe tras otro. Me apenaba el asustar a bernard con mis alaridos, pero no parecía hacerlo, le miraba de reojo y al igual que yo en un principio, sus ojos estaban aguados, pero no soltaba lágrima o emitía sonido alguno. 

No estuve consciente de cuanto tiempo había pasado, pero para cuando me separé de los brazos de Bernard me percaté que ya todos se habían ido.

El sol estaba en puesta e iluminaba los pinos que rodeaban el cementerio, a la derecha, la fabrica de champiñones avandonada por donde se encontraba mi casa. 

Voltee a ver a bernard esperando me hiciera alguna seña de que debíamos irnos, pero como yo hace unos minutos, se encontraba distraído viendo como el sol se sentaba en lo que parecía ser el borde del mundo, tenía un ligero ceño fruncido mientras admiraba todo aquello.

Una parvada me distrajo de ello. Esta se dirigía hacia el mismo lugar donde la luz iba desapareciendo, mi mirada volvió a bernard y pude contemplar como una lágrima rodó por su mejilla.
No supe si lo hacía por la admiración del paisaje o por simon. Quizás por las dos, pero se limitó a limpiarla rápidamente.

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