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-Para mi preciosa Bretto.-

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Lunes, 11 de mayo de 1993- Londres, 9:00 pm.

(Brett)

-¿Brett? ¿Qué pasa? Llevas ahí metido desde hace tres horas.

Alan daba golpetazos en la puerta, que sonaban como lejanos ecos en un distante mar de preocupación para mi. No tenía si quiera tres dedos de frente para comprender lo que sucedia a mi al rededor.

Ahora mismo había pequeñas gotas de sangre por el lavabo, gotas que se mezclaban con el disperso polvo blanquecino que recorría mi sistema.

Tomaba los trozos de papel rápidamente, mientras mis dedos manchaban más de lo que quería evidenciar. Sentado en el váter, tratando de poner las cosas en orden cuando claramente me era imposible, me sentía frenético, eufórico podría decir.

-¿Brett? ¡contestame!

Alan continuaba tocando la puerta, y girando la perilla repetidas veces, hasta que se detuvo.

Me levanté de la taza con la mente hecha añicos, todo corria tan rápido que apenas podía procesarlo.

Toma todo y lárgate.

Recogí los espejos, aquel polvo blanco del lavabo casi en su totalidad y con un papel comencé a limpiar el piso y lo que fue manchado por inhalar de manera erronea aquella porquería.

Me sostuve con ambas manos y miré el espejo, limpié mi nariz con el dorso de mi mano y mis mejillas.

Y seguía, toma todo y lárgate.

•••
Domingo, 3 de mayo de 1993- Lindfield 4:00 am

Las madrugadas en Lindfield nunca fuerón muy acogedoras para mi, aun que siempre eran preferibles a la noche.

Tomaba ruta por las avenidas más poco concurridas y me limitaba a mirar el silencio de las calles y la soledad de la vagancia.

Desde la veintiseis de Haywards Road, recorria mi antiguo dentista y me detenía doblando la esquina, mirando algunas escazas viviendas con estructura victoriana, era un constante episodio de lujo para mi, que contrastaba con la mugre de todo lo demás.

En dados casos me encontraba haciendome preguntas sobre como de madrugada, esto parecía un solemne episodio de un pueblo fantasama de tonos serpias, y como nadie podia salvarle de este, ni si quiera a las personas adineradas, porque aún si fuera mucha la suerte, su vida era tan patética como la de cualquier marginado.

Las pandillas y aquellos traficantes que se esparcian como plaga, habían cesado para esta hora, la violencia paraba siempre y cuando el sol estuviera a punto de iluminar el cielo, parecía una especie de clero para el percusor de tales actos.

Tome aquella avenida a fondo con la cual solía llegar a casa de una de las hermanas de mi padre, mi tía Eva. A menudo solia ir de pequeño con simon para conseguir dulces y mirar la única tv que había por el vecindario. Ella era la única que tenía algo de dinero en lo que engloba la familia de mi padre.

Eventualmente deje de ir, comenzó a padecer demencia. La última vez que estuve por ahí, le reclamaba a mi padre acerca de una galleta que no me comí, cuando resultaba haberla dejado sobre una foto mía.

Resultaba surrealista e ilarante, pero a medida que el mal fue avanzando lenta y sombriamente, no tardarón en adquirir un matiz más oscuro.

No tenía tanta familia como quisiera, pero ella y mi otra tía Jane.. eran más cercanas a la familia. Siempre tan vivaz y revoltosa, obsesionada con los gatos y Elvis Presley, por supuesto.

Dogman StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora