Llegó el miércoles, el resto de esta semana no tendré ninguna evaluación por lo que estoy muy relajado. E igual no es un día tan ajetreado, tengo educación física. El aire está fresco y mi chicle de menta también. Vamos a compartir la cancha con otro curso en clases, pero ellos tienen una evaluación atrasada y nosotros jugaremos fútbol.
Kei se quedó en mi equipo, tenemos un equipo muy bueno. Lo malo es que Isaac esta de portero del otro equipo y él es muy bueno en el fútbol. Jugamos un tiempo y nos dieron un rato para tomar agua y descansar. Fui a buscar mi botella trotando al otro lado de la cancha donde hay unas bancas donde dejamos las cosas. De vuelta con mi botella me di cuenta de que el otro curso que está es el de Mateo. Lo vi, el entrenador le está diciendo algo, el asiente con la cabeza, se nota frustrado y triste. Al final le dió un golpe en el brazo como alentándolo, supuse. Isaac llegó a su lado, se saludaron y caminaron juntos a la banca, parece que le ha pedido agua.
Yo me acerqué a estos dos.
-Hola -dije. Quiero que Isaac se vaya.
-¡Isaac! -le llamaron como por arte de magia. Isaac se fue corriendo. Mateo se sentó en el pasto quejándose.
-¿Qué sucede? -le pregunté.
-Calambre, siempre me pasa -dijo, empezó a agitar su pierna. También me senté.
-Pero muévela así, mira -dije, y tomé con una mano su muslo y con la otra su pantorrilla, haciendo que la flexionara. Le dió un espasmo.
-¡Ay no! No, no, no... -dijo desesperado. Me reí. Se echó un poco hacía atrás-. Ahg... No... -se quejó, se rio y agitó las manos poniéndose rojo.
-Sí -dije. Él se sigue riendo, y yo sonreí.
-No, duele... ¡Duele! -dijo con los ojos saltones. Yo me reí. Y Mateo siguió agitándose desesperado.
Logró calmarse y al final me dió las gracias.
-¿Tienes evaluación ahora? -le pregunté.
-Sí... Pero soy un asco.
-¿Y de qué es?
-Resistencia, vamos a correr -dijo mirándome como irónicamente. Sonreí.
-¿Y eres malo?
-Sí, tengo muy poca resistencia, con suerte llego a las tres vueltas -dijo. Resopló y se frotó el cabello.
-¿Tienes asma o algo así o no?
-No, solo todo lo que tenga que ver con movimiento físico... No es lo mío -dijo y rio.
-Yo podría hacerte tutorías -dije sonriendo.
-Mmm, tal vez -dijo sonriendo al final.
Sonó el pito dando final al descanso y nos paramos. Antes de que se fuera lo tomé del brazo. Volteó. Me miró hacia arriba. Se queda bajito...
Me encanta así.
-Solo concéntrate y olvídate del resto. Inhala por tu nariz y exhala por tu boca, solo debes enfocarte en el frente -susurré alentándolo.
-Está bien, nos vemos más rato.
...
Mateo me contó que dió cinco vueltas sin parar y se le notaba muy orgulloso. Hemos trabajado muy bien, realmente me doy con él. La emo también trabaja con Mateo, ella me cae bien, el que no me gusta es el idiota de Isaac.
Se preguntarán la razón de por qué me cae mal ese tipo; es meramente competitividad, desde hace un tiempo siempre competimos por todo. Los dos somos muy aficionados al deporte. Nunca hemos demostrado nuestra rivalidad, si él me saluda yo igual, pero está más que claro esas peligrosas chispas entre nosotros.
-Te la cambio por esta -le dice la emo a Mateo mostrándole su collar, tiene un símbolo muy extraño. Le ha estado como media hora rogándole en que le dé o preste su cadena con la cruz.
-No -dijo Mateo. Sonriendo burlesco.
-¡Te la compro! -dijo la emo zamarreándole el brazo. La miró dudoso.
-¿De cuánto estamos hablando? -preguntó Mateo. Parecen dos niños peleando por un dulce.
-No sé... Soy pobre -dijo, yo sonreí-. Por favor, hago lo que tú quieras.
-¿Lo que yo quiera?
La emo asintió.
-Menos algo sexual -dijo, y los tres nos reímos.
-¿Pero por qué tanta insistencia niña? ¿Para qué la quieres? -preguntó Mateo sonriendo. La emo hizo un puchero.
-Por favor -le rogó ella. Él me miró y rodó los ojos.
-Te la presto.
-¡¿Enserio?! -exclamó Angélica.
-Señorita cállese -dijo una profesora que está supervisa el taller. Nos reímos.
-Perdón -susurró Angélica.
Negué con mi cabeza, sonreí. Ve toda ilusionada como Mateo se va sacando su cadena. Se puso de costado en la silla. Le echó las mechas verdes que tiene hacia el hombro y se la puso.
-Me la devuelves el viernes, o hay tabla. Y si sacas menos de nueve... hay tabla -advirtió Mateo.
-Sí, sí -dijo muy contenta, acomodándose la cadena.
Sonreí. Volví a bajar mi vista, me han desconcentrado esos dos.
Cuál de los dos más pendejo.
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¡Tú eres mi pendejo!
Novela JuvenilAlexis, un chico aficionado a correr, pierde todo cuando su nivel en la escuela baja demasiado. De muy mala gana, se inscribe en un taller de tutorías, donde conoce a Mateo, un chico bastante especial y que, extrañamente para Alexis, llama su atenci...