Desde la madrugada ha llovido torrencialmente. Hay calles inundadas y goteras en las casas, cosas que incomodan la vida diaria, pero que para mí suponen uno que otro gustillo. Oler el petricor, y sentir los aires fríos, que me encantan.
La semana ha pasado muy rápido, y la lluvia no paró hasta la tarde del domingo, donde decidí ir a correr por el cerro. Mi marca ha bajado mucho, pero estoy en proceso de retomar todo y comenzar a entrenar.
...
Lunes. No me levanté muy a gusto. Es raro, es como soy en la escuela sea; serio y distante. Muchas veces me han catalogado de reservado o amargado. Con los chicos no obviamente, con Kei y Boris puedo hacer el ridículo sin problemas. Porque ellos no son... mierda, como muchos en esa escuela. Por eso me agrada Mateo, él es parecido a mí en esa parte, de ser totalmente distinto con otras personas. También siempre es muy reservado, pero cuando está con nosotros cambia, cambia mucho, entra en confianza y es realmente simpático, aunque no hablé mucho, siempre se ríe de nuestras bromas subidas de tono vergonzosamente, se ruboriza y es adorable. Y como no, Angélica es una loquilla. Los tres, con Kei y Boris, coincidimos en que nos encanta juntarnos con ellos.
Ya estoy en mi casa, este día ha sido muy agotador, como todos los lunes. Mis profesores al parecer se han puesto de acuerdo y para pasar mucha materia. Tengo que hacer tres trabajos y tendré un examen de química el miércoles. Pero estoy confiado, ya que podré mañana estudiar con Mateo.
...
Miércoles. Todo resultó muy bien. El examen estaba bastante difícil, pero logré completarlo con éxito.
En el primer receso, fuimos yo y Mateo a comprar cafés. Nadie está afuera, por lo tanto, está muy llena la cafetería. Hace un frío que te cagas.
Froté mis manos, sin lograr que se calienten ni un poco. Mateo siempre trae de esos chalecos que se ve muy calentitos. Yo sentí mis manos realmente congeladas.
—Mira, estoy muy helado —le dije a Mateo, poniendo mis manos en sus cachetes, él se rio.
—Wow —se sorprendió. Sonreí, le tiré el lóbulo de la oreja y él se quejó.
—Deja de hacerme eso —se quejó frotándose la oreja en su hombro.
—No —dije y sonreí, aburrido ya de tanto esperar.
Finalmente tuvimos los cafés. Y para volver a sentarnos, tuvimos que esquivar a cada chico o chica en el camino.
Narra Mateo:
Seguí a Alexis, nunca había visto la cafetería tan llena.
Iba caminando cuando sentí pisar algo que crujió, me detuve y levanté mi pie. Era un cartón que apilado. Definitivamente detenerme no fue lo mejor, ya que alguien chocó bruscamente conmigo haciéndome tropezar. Miré para atrás y vi a Max Renan, recogiendo su hamburguesa, ahora llena de aserrín que han puesto en la cafetería por la humedad. El miedo me invadió al instante.
—Perdón, perdón —me disculpé rápidamente sin poder sostenerle la mirada más de un segundo.
—Ve con más cuidado imbécil —bufó enojado, y me miró como con asco. Tomó una servilleta y la pasó por su hamburguesa, para luego lanzarme una mirada llena de furia.
—Perdón, no fue mi intención... De verdad... —murmuré nervioso. Recordé todo lo de ese día, y mi cuerpo me demandó que saliera corriendo.
Narra Alexis:
Lo escuché todo... Giré pare ver a Mateo, y noté el terror en sus ojos—. Me vas a pagar esto pendejo —le dijo Max acercándose a él.
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¡Tú eres mi pendejo!
Teen FictionAlexis, un chico aficionado a correr, pierde todo cuando su nivel en la escuela baja demasiado. De muy mala gana, se inscribe en un taller de tutorías, donde conoce a Mateo, un chico bastante especial y que, extrañamente para Alexis, llama su atenci...