55 "Confidencialidad"

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Narra Mateo:

Llego al portón de mi casa. No me puedo quitar la sonrisa del rostro.

Estoy embobado... solo pienso en Alexis... Y no quiero hacerlo...

Ay... ¿Dónde están mis lla...?

-¡Sin mi estarías muerto hijo de puta! -escuché que gritó alguien.

Si... mi querido vecino Jimmy... Ay Dios, ya están peleando otra vez. El otro día lo único que escuchaba eran gritos, muebles corriéndose y mucho estruendo.

Max gritándole a su papá y Jimmy gritándole a su hijo.

Suspiré y abrí la reja lentamente. Con nervios. La cerré y subí las escaleritas de la entrada lentamente.

Primera cerradura. Segunda, tercera, cuarta, quinta y la sexta para mi sorpresa estaba abierta.

Entré a mi casa y las volví a cerrar por dentro. Es temprano, son como las nueve de la mañana. Fui directo a la habitación de mi mamá y dejé mi mochila a un lado de su cama, está durmiendo. Me acosté a su lado lentamente y me saqué los zapatos. Despertó y giró. Me vio.

-Hola -susurré y ella sonrió. Volvió a cerrar los ojos y me abrazó.

-¿Como estas? ¿Qué hora es? -preguntó.

-Son como las nueve -dije y ella asintió.

Me preguntó cómo me fue, como estuvo el baile y que como estaba Alexis. Y le respondí todo muy alegremente. Me contó muchas cosas que pasaron en el hospital y que estuvo saturada de trabajo toda la noche y madrugada.

-Mi amor, mañana vamos -dijo de repente. La miré y fruncí el ceño.

-¿A dónde?

-A la casa de Alfredo.

-Ah... okey -dije y me acomodé los lentes.

-A la hora de almuerzo -dijo y cerró los ojos. Quiero seguir conversando, pero está demasiado cansada.

Okey... mañana a hora de almuerzo. Okey... tranquilo... aparte... ¿Qué malo podría pasar?

...

-¿Mateo estas listo? -escuché que me habló mi mamá desde abajo.

-¡Ya voy! -dije y me puse mi chaqueta. Bajé y la vi frente al espejo del living poniéndose unos pendientes dorados.

Mamá solo usa esos en ocasiones especiales.

Cuando ya estuvo lista apagué la televisión y me paré. Se puso su abrigo azul marino y salimos. Mientras ella prendió el auto yo cerré la puerta.

El trayecto me resultó bastante fácil. Mamá me comentó que... ehm... ¿Alfredo? No. Mi padrastro... ¡Si!

¡OSEA NO! ¡¿Wtf?!

Ahg... El doctor Alfredo y ya...

Toma el tren dos veces a la semana y que en menos de treinta minutos llega a su casa. A la que con sus hijos se mudó no hace mucho.

Suspiré. La verdad... estoy muy emocionado. Nervioso y ansioso. Solo espero sus hijos sean amables... Realmente espero...

¡Qué cosas digo! Él es uno de los hombres más amables que he conocido, es obvio que lo serán.

Ya relájate Mateo. Todo saldrá de maravilla, tenlo por seguro.

Llegamos, nos bajamos y comencé a tiritar. De nervios. De frío.

-¡Uy! Se nubló de repente -exclamó mi mamá y se acomodó su pañoleta beige. Yo asentí y sobé mis brazos. Frunciendo los labios la seguí.

Tocó el timbre.

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora