58 "Gracias a Mateo"

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Pequeña notita (actualizada): Disculpas a l@s lector@s antigu@s si es que no entienden porque Max es vecino de Mateo, es algo que incluí hace mucho tiempo, pero que más de alguno no supo.

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Jueves. Ayer alcancé a llegar al terminal. El entrenador me riñó y a Isaac lo veía de lo más normal. A veces el entrenador se pone demasiado nervioso, pero lo importante es que llegué. Son aproximadamente las nueve de la mañana, aún faltan unas pocas horas de viaje. Estoy despierto desde las seis de la madrugada, he mirado el paisaje y comprado un café en la máquina de expresos del primer piso del bus. Isaac va a mi lado, tapado con una manta y durmiendo. El entrenador va atrás, roncando, sentado en dos asientos.

Despertó Isaac, que fue al baño y luego dobló la manta dejando está en el portaequipaje del techo.

-Buenos días -le dije burlón y él se estiró, y seguido pareció como si se quejara.

-¿Qué hora es? -me preguntó.

-Mi celular se apagó -dije y suspiré un tanto frustrado-. ¿Tendrás algún cargador portátil?

Isaac hizo una mueca y negó con la cabeza.

Resoplé frustrado y me puse un tanto intranquilo. Al parecer este fue evidente ya que Isaac amablemente me preguntó "¿estás bien?" a lo que le respondí con una leve sonrisa.

-Sí... solo que necesitaba hablar con alguien, pero en el transbordo buscaré un teléfono público.

Con un milagro si es que encuentro uno.

Narra Mateo:

-Rojo, azul, rojo, azul, rojo, azul, rojo, azul... -balbuceo para mis adentros, voy a enloquecer en cualquier instante.

Siguen ahí en la calle. Estuvieron toda la madrugada y no parecen dar señales de irse. La policía se puso justo en la avenida donde está mi pasaje y la patrulla está al frente de mi casa.

Las luces de la sirena me tienen los ojos encandilados.

Ayer en la noche hubo una balacera. Un verdadero espectáculo auditivo que estoy seguro no dejo dormir a nadie tranquilo ni tranquila. Ni a los más acostumbrados como yo. Y por si fuera poco el martirio de no poder pegar ni una pequeña siesta durante la penumbra; mis queridos vecinos tienen su show habitual.

Mamá tocó la puerta de mi habitación. Esperando a que le diera el permiso para entrar, pero no salió palabra alguna de mi boca.

Entró por su cuenta.

-Ya me voy... Cuídate -dijo suavemente acercándose a la cama y acariciando mi cabello. La miré y asentí-. Esta la comida en la nevera, yo vuelvo a las siete -dijo y seguido me besó la frente.

-Okey... Adiós- susurré y el nudo que había sentido toda la noche volvió a surgir.

-Adiós.

Y mamá se fue. Como siempre.

La noche fue dura, fría y dolorosa. Mi cuerpo se deshidrató al expulsar tantas lágrimas. La pena sigue, y la verdad creo no que algún día se vaya. Solo espero poder manejarla, como siempre lo he hecho.

Me levanté y bajé al living. De pura casualidad se me ocurrió mirar por la ventana que da a la casa de al lado. Y vi a mamá hablándole a Max, que está igual que el otro día sentado en las escalerillas de la entrada de su casa. Fruncí el ceño y cerré las cortinas. Pegué mi oreja al vidrio e intenté escuchar algo, teniendo de ventaja el hecho de que las paredes son como papel.

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora