Martes. Y está lloviendo. Esta ciudad siempre ha sido así, cambia de estación de un día para otro y no lentamente si no de golpe. Siendo honesto me gusta esta lluvia, siento que refresca y ayuda a la vegetación.
Qué cursi yo, ¿no?
Camino a la cafetería, me percaté de que los chicos no estaban. Fui a la mesa de ocho, donde solo están esas tres chicas de siempre. Me senté en la otra esquina y simplemente comencé a comer pensando en donde estarán.
De repente vi a una palida y demacrada Angélica llegar. Me sonrió. Hay algo que me sorprendió mucho...
—Mierda, estas super delgada —dije muy sorprendido. Ella se rio.
—Hola —me dijo, me paré y me besó en la mejilla. Me volví a sentar.
—¿Cómo estás? —le pregunté, se ve muy enferma.
—Ya estoy bien. Debo seguir tomando medicamentos y eso, pero ya puedo venir a la escuela.
Me contó como fue horrible estar en cama. Le dio un grave virus y de hecho, se tuvo que hacer un examen para descartar algo peor.
—¿Y Keila? —me preguntó.
—No tengo ni la menor idea, le hablé, pero no contesta.
—¿Y Mateo?
—Tampoco —suspiré.
—¿Boris?
—Menos.
—Se pusieron de acuerdo parece —dijo y me reí. De repente miró por mi hombro y su semblante expresó desagrado.
—Uhg... —dijo rodando los ojos. Yo tomé un sorbo de mi bebida.
—¿Qué pasó? —le pregunté extrañado.
—Ese tipo es desagradable —dijo aún mirando por mi hombro. Miré hacia atrás y supuse que se refería al psicópata, que está parado hablando con otro chico.
—¿El que parece albino?
—Ese mierdita —dijo, y yo solo me hice el tonto. Pero Angélica, me caes de maravilla.
—¿Por qué?
—Hoy recién llegué y tuve que ir a dar los exámenes, no sabes como me duele el cuerpo. Ese... ¡maldito!, pasó al lado mío, me empujó y se rio. Le pedí que se disculpara —susurró enojada—, y me dijo que me había pasado a llevar —terminó.
—Que maldito —dije negando con la cabeza.
—Más encima está todo el tiempo haciendo bromas de otros chicos. O sea, tú y Boris juegan, ya sabes... —dijo y reímos, yo asentí—. Pero de verdad que él... es desagradable.
Yo la miré. No me agrada nada escuchar eso.
—¿Te digo algo? —dije tragando mi comida, luego seguí—, el primer día que vi a ese tipo yo estaba en la biblioteca y no dejaba de mirarme, me miró como una hora sin mentirte —comencé, bajado mi tono de voz—. Hasta que le pregunté qué tanto miraba, y me dice como que no me estaba mirando a mí, que estaba mirando atrás. Adivina quién estaba atrás —le dije, mientras Angélica estaba atenta—. Mateo, ¡era Mateo! No me estaba mirando a mí, pero miró como por una hora a Mateo, con esa cara de... ¡no sé! —terminé de chismosear y al final soltamos una risita.
—¿Ves? Da miedo el tipo —dijo la emo.
—Por eso yo le digo psicópata—dije pronunciando muy bien ese "psicópata".
Tocaron y me fui al salón, aún pensando en lo que me había dicho Angélica. Realmente daría una bronca tremenda si me entero que Marco le hizo algo malo a Mateo.
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¡Tú eres mi pendejo!
Teen FictionAlexis, un chico aficionado a correr, pierde todo cuando su nivel en la escuela baja demasiado. De muy mala gana, se inscribe en un taller de tutorías, donde conoce a Mateo, un chico bastante especial y que, extrañamente para Alexis, llama su atenci...