Capítulo con contenido sexual explicito. La canción que dejé ahí arriba SIMPLEMENTE ESTÁ HECHA PARA ESTE CAPÍTULO :')
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Por suerte, lentamente se fue calmando. Yo seguí sin entender nada. ¿Por qué...? ¿Por qué le dolería ahí? ¿Eso era lo que conversaba con Marco? ¿Pero... por qué? Traté de entender, para deducir que hacer, pero estaba bloqueado.
—Ya —susurré—. ¿Estás bien? —le pregunté y asintió. Me miró dulcemente y tocó mi antebrazo, apretó con fuerza.
No. No estaba bien.—Gracias —dijo débilmente.
—Emergencias está abierta toda la noche Mateo —propuse que fueramos, pero recordé el temporal y el toque de queda.
—Estoy... Estoy bie... ¡Ahg! —se quejó y volvió a poner sus manos en su entrepierna. Lo miré y él pasó saliva.
—¿Estas bien? —le pregunté rápidamente. Él asintió, pero esa expresión de angustia ante el dolor dejaba en claro que no. Suspiró y tomó otro sorbo de agua—. ¿Te duele ahí? —pregunté extrañado. Hizo una mueca y asintió—. Pero... ¿Qué tienes?
—Es que... —dijo bajando su voz. Le dio un espasmo y me miró con sus grandes ojos negros llorosos.
—Ya, tranquilo —le dije y asintió. Intentó controlar su respiración, pero le costaba mucho.
Se logró calmar por completo, pero aún podía notar cierto nerviosismo. Tomó más agua... y finalmente habló.
—Es que hace un tiempo... —comenzó y me puse atento— ... siento mucho dolor ahí —dijo mirando a un lado. Hasta ahí bien. Eso pasa—. Es un dolor horrible... Y el pasado viernes me dio en la noche muy pero muy fuerte, como... ahora... —yo asentí.
—¿Por eso andabas tan raro? —pregunté interrumpiéndolo, él asintió y volvió a bajar su vista.
—Y fui al doctor, al urólogo... Ahí me dijo que era raro y que-que podía tener... una acumulación de líquido —dijo. Me costó procesar, pero supuse algo. Estaba dispuesto a seguir escuchando, pero Mateo hizo una pausa—. ¿Entiendes? —murmuró con una expresión que me derritió de ternura.
—Sí pero... ¿Cómo? ¿Por qué?
—No sé... cómo explicarte.
—Solo dime... No entiendo.
—Es que según el doctor... cuando no se expulsa líquido, tú sabes —dijo y empezó a bajar su voz.
—Sí, sí entiendo —dije sin poder evitar reírme un poco. Era el primer chico que veía avergonzado o sintiendo algún tipo de remordimiento al hablar de eso.
—La cosa es que se va acumulando con el tiempo... y yo nunca he expulsado, ¿me entiendes? Entonces se acumula... —dijo muy rápido, con una voz nerviosa. Me quedé pegado y entendí todo. Pero me costó creerlo— ..., pero igual... —dijo ladeando su cabeza— ... dijo que podía ser otra cosa, que podía ser incluso una enfermedad..., pero es que para descartar eso y comprobar aquello necesita una muestra de... —berrinchó y al final se agarró el cabello frustrado.
No supe qué decir. Se formó un silencio. Mateo levantó su cabeza y me miró.
—¿Una muestra de...? —pregunté susurrando. Levanté las cejas y asentí, me miró, pasó saliva y me confirmó con un tímido asentimiento.
—De... semen —balbuceó entre dientes, volviendo a bajar su vista.
—¿Pero es porque tú nunca...? —me negó antes de que terminara de hablar—. ¿Enserio? ¿Nunca?... Así... una paja —dije haciendo el gesto con mi mano y él sonrió débilmente.
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¡Tú eres mi pendejo!
Teen FictionAlexis, un chico aficionado a correr, pierde todo cuando su nivel en la escuela baja demasiado. De muy mala gana, se inscribe en un taller de tutorías, donde conoce a Mateo, un chico bastante especial y que, extrañamente para Alexis, llama su atenci...