59 "El día en que Alexis murió"

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Capítulo con contenido sexual explícito.

Antes, "Listen before I go" era para este capítulo, pero ahora definitivamente es "Lágrimas negras", la versión de Gal Costa. Nunca me sentí tan inspirada como con esa canción, les recomiendo mucho leerlo escuchándola.

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—Toca tú —dijo Angelita a Boris.

—¿Por qué yo? Que toque Keila —le reclamó éste a su vez.

Yo me adelanté a todos y sin más toqué la puerta de la casa de Mateo.

—Vaya que tiene protección... —balbuceó Angelita sorprendida al ver todas las cerraduras en la puerta de entrada.

La puerta se abrió y nos recibió Melisa.

—Hola —dijo emocionada. Suspiró y los chicos también la saludaron.

—Pasen, pasen, por favor. ¡Vaya! Tú eres Angélica —dijo mientras entrabamos a la casa.

Ya adentro nos sentamos en el living. Observé a Melisa, y pude notar que estaba apenada y cansada.

—¿Cómo está él? —le preguntó Kei en un susurro después de las presentaciones correspondientes.

Melisa suspiró y sonrió débilmente.

—Mejor que hace otros días.

Era viernes. La última semana de vacaciones. La pasada y esta habían sido toda una aventura en la capital. En el seminario la pasé de maravilla, se me abrieron muchas oportunidades a corto y largo plazo y conocí contactos que demostraron estar muy interesados en mí.

El fin de semana nos juntamos con mi familia en la capital y nos quedamos en un hotel. Recién el miércoles en la noche pude hacer revivir mi teléfono y me di cuenta de que tenía varias llamadas pérdidas por parte de Melisa. Ese mismo día la llamé, bastante preocupado

La razón fue difícil de escuchar. Me explicó que Mateo había tenido una recaída, un cuadro depresivo.

Y que por si esto fuera poco, el maldito de Max lo había golpeado durante un altercado.

El plan con mi familia era volver el domingo, pero ni siquiera fue necesario pedir permiso para irme antes. Le expliqué en secreto a mi madre lo urgente que se me hacía ver a Mateo. Ella no chistó, me ayudó a hacer mi maleta rápidamente y ayer a primera hora en la mañana salí. En el viaje le hablé a los chicos, y rápidamente quedamos en juntarnos e ir a verlo.

—¿Puedo pasar a verlo? —pregunté a Melisa.

Ella me miró y asintió. Kei me sonrió, como deseándome suerte.

Mientras subía las escaleras, oí a los chicos y a Melisa empezar a conversar amistosamente.

Llegué frente a la puerta de su dormitorio, entreabierta como por diez centímetros. Y lo vi. Estaba sentado en su cama, dándome la espalda, mirando a la nada, con su polerón café, que como todos, le queda holgado.

Toqué dos veces la puerta con mis nudillos.

—Permiso —dije suavemente y abrí la puerta.

Él giró y me miró.

Yo lo miré.

Y me dio una puntada en el corazón, de emoción por verlo después de tantos días... y por pena y miedo.

Ese color rojizo en sus siempre encendidas mejillas era inexistente. Esos ojitos brillantes y risueños fueron sustituidos por unos rojos y cansados. Tenía ojeras y desde acá logré notar sus labios mordidos y heridos. Sus pómulos sobresalían mucho y sus clavículas estaban muy marcadas..

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora