Alexis está muy feliz, yo igual estoy muy feliz por él, pero me estoy deprimiendo un poco, y no me gusta. He pensando mucho y he llegado a la conclusión de que probablemente después de un tiempo ya no necesite las tutorías. No quiero que nos distanciemos... No quiero.
Suspiré y negué con mi cabeza, debo pensar cosas buenas, estar feliz por mi amigo.
A la segunda hora tengo educación física. Me sigue yendo pésimo, lo malo es que no hago ningún esfuerzo para que me vaya mejor, simplemente no me nace.
La clase terminó rápido menos mal. Los de mi curso se duchan y visten muy rápido, siempre me incómoda un poco el escándalo que tienen en los camerinos, la forma en que bromean y algunas cosas que comentan y como, las comentan. Yo intento ser rápido, pero no puedo.
Solo me faltaban los calcetines y las zapatillas. Me encontré solo en el oscuro camerino, los demás ya se habían ido. Bueno, casi solo, ya que escuchaba como una ducha corría. Me senté e incliné para adelante..., pudiendo sentir el dolor, el horrible dolor. Rápidamente me puse en una posición en la que se apaciguara y me quedé quieto. Esa es la técnica. Son como puntadas ahí abajo, siempre que pasa me viene una angustia horrible. No entiendo qué es...
Vi llegar a la parte donde estoy a Max Renan, quien había estado en práctica de fútbol en medio de la clase. Notó mi presencia y yo bajé la vista rápidamente. Él era quien se estaba duchando... Me ignoró y se empezó a cambiar. De inmediato sentí tensión y nervios. No quedamos "bien", él quería golpearme aquella vez, pero Alexis se terminó golpeando con él.
Se puso la polera. No entiendo por qué esos chicos son tan musculosos, como tienen el tiempo o las ganas para ejercitarse y eso. Yo de musculoso no tengo nada, los únicos músculos que se me marcan son los del torso, pero apenas. Alexis tiene una espalda ancha, pero no es nada exagerado, solo es un equilibrio perfecto, casi natural..., pero Max sí que es muy grande.
Solo me faltaba el pie izquierdo y mi presencia sería inexistente dentro de esas paredes.
—¿Crees que es gracioso? —escuché a Max preguntarme. Me sorprendí y lo miré rapidamente.
—¿Qué?... —balbuceé sin entender.
—¿Dónde están mis zapatillas? —murmuró molesto, buscando debajo de las bancas, seguido cerró el locker de un manotazo y puso sus manos sobre sus caderas, pensante, con el ceño fruncido.
—No lo sé... Y-yo no las tengo —dije intentando sonar lo más calmado posible.
—Eres el único aquí, y el único que se vino a cambiar a esta parte —dijo acercándose. Me paré rápidamente, evadiendo al enojado peso pesado.
—Yo no las tengo —repetí torpemente—, tampoco las he visto... Revisa de nuevo donde las dejaste.
Me puse mi zapatilla rápido, solo queriendo desaparecer. Pero fue tarde.
Max se acercó a mí rápidamente. Me tomó de la camisa bruscamente y me pegó con fuerza a los lockers. El golpe que produjo se escuchó junto a un quejido que pegué, producido por un fuerte dolor en mi espalda. Lo miré, y supe que estaba muerto. Mi cuerpo se tensó completamente, por el miedo profundo desde mis entrañas.
—¡¿Qué te pasa?! —me enojé, intentando empujarlo, pero fue inútil.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
Intenté nuevamente empujarlo, pero otra vez me puso contra los lockers, pegándose más a mí.
—Hace dos años te conozco Mateo, sé como eres, solo te haces el tonto —dijo mirándome a los ojos. Intenté zafarme con todas mis fuerzas, pero no su agarre no cedió. Sentí su asquerosa respiración y el vapor que emanaba la humedad de su cabello mezclado con sudor a centímetros de mi rostro.
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¡Tú eres mi pendejo!
Novela JuvenilAlexis, un chico aficionado a correr, pierde todo cuando su nivel en la escuela baja demasiado. De muy mala gana, se inscribe en un taller de tutorías, donde conoce a Mateo, un chico bastante especial y que, extrañamente para Alexis, llama su atenci...