39 "Un regalo para Mateo"

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Siento frío, mucho frío. Mis ojos arden y siento como si me hubiera pasado un tren por encima.

Abrí mis ojos lentamente.

—Al fin despertaste —escuché la voz de la hermana de Alexis, Martina, cómo en un eco desvaneciéndose.

Espera...

¿Por qué estoy con ella?

Me senté en la cama. Al moverme me vino una puntada a la cabeza muy fuerte y dolorosa que hizo quejarme. Me llevé los dedos a la sien derecha rápidamente.

—Toma, con esto se te pasará la reseca —dijo ella y la miré.

—¿Resaca? —pregunté sin entender.

—Sí, es una larga historia —dijo. Carraspeé la garganta y le recibí la pastilla y el vaso de agua que me ofrece.

—Gracias —dije avergonzado. ¿Qué fue lo que pasó? Lo último que recuerdo es... Que salí por la ventana del baño de los hombres que da al gimnasio cuando tocaron el timbre.

—Alexis ayer te encontró borracho en la calle —dijo Martina y abrí mis ojos como plato. Dios mío, soy un asco. La miré y sentí una vergüenza horrible—. Te trajo hasta acá —dijo y yo asentí mientras ella sonríe.

—¡Ay que mal! —dije tapándome la cara con ambas manos y ella solo se rio—. Perdón, enserio perdón —dije y tragué saliva.

—No te preocupes, a todos nos pasa alguna vez... Aunque no a una edad tan joven —dijo amablemente. Se me cae la cara de vergüenza, me siento como el ser humano más despreciable del mundo.

—Perdóneme, es qué yo no sé lo que pas... —dije desesperado.

—Está bien, todo está bien —dijo interrumpiéndome, me vino otra puntada a la cabeza. Arrugué el rostro—. Tómatela —dijo ella y le obedecí.

—Ay... ¿Cómo es posible? —susurré para mí mismo negando con la cabeza. Sentí una risita de Martina.

—No te preocupes, lo que sí... ya deberías irte, mi madre no sabe qué estás aquí —dijo y sentí más vergüenza aún.

Reaccioné rápido y asentí. Ella volvió a sonreí.

—¡Genial! Y por si acaso, Alexis dijo que te quedaras con esa ropa, acá esta la tuya —dijo muy rápido. Yo asentí nuevamente y ella salió de la habitación.

Tomé mi camisa, la que estaba usando ayer y noté que tiene una mancha, al igual que mis pantalones. Hice una mueca. Eché la ropa a mi mochila y me la colgué rápidamente. Pensando, lamentándome y queriendo volver el tiempo atrás. Odio no recordar nada. Debo disculparme, pero al parecer Alexis no está en la casa ahora.

Al menos tenderé la cama...

Lo hice, a la perfección, y bajé rápidamente. Esta Martina en la cocina.

—¡Ya! —susurró ella. En puntillas nos dirigimos a la puerta.

—Perdón, mil perdones, yo... Hablaré con Alexis, pero igual dígale perdón de mi parte —dije, como quejándome de mi mismo. No puedo creerlo, simplemente no puedo, soy un tonto, no merezco vivir.

—¡Ay niño! Tranquilo —dijo Martina sonriendo—, y no te preocupes, puedes tutearme, adiós —dijo amablemente. Yo asentí y sonreí avergonzado.

Llegué a mi casa, aún con frío. Mamá no ha llegado, fui a buscar mi celular rápidamente y le escribí a Alexis.

Hola Alexis, perdón por lo que pasó. Gracias por todo, no volverá a pasar, y mil disculpas por si te generé problemas

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora