50 "Oficialmente mayor de edad"

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-Pasar al otro... nivel -murmuré para mí mismo, recordando.

Me quejé y tapé mi cara con ambas manos, haciendo presión en mis pómulos mientras bajaba, poniendo los ojos en blanco.

-Qué vergüenza... -dije desesperado. ¡No puedo sacar eso de mi cabeza! Se repite y se repite.

Cerré la manilla de la ducha y suspiré, tomé la toalla que había dejado colgada afuera de esta y rápidamente sequé mi rostro y mi cuerpo, sacudí mi cabeza y echándome un poco hacia adelante apreté mi pelo suavemente, haciendo que escurriera agua. Me puse la bata que también había dejado afuerita y cruzándome de brazos la cerré. Salí de la ducha y rápidamente me puse mi ropa interior. Me miré en el espejo y sonreí, amo estos bóxeres...

Siempre me siento como un niño de siete años con mi ropa interior de Los Simpson, sobre todo este con el estampado de donas. Nunca nadie debería verlos, son algo privado. El único que ha visto uno es... Alexis...

-Tienes una obsesión con Los Simpson -un calorcito inundó mi rostro. Recordé la vez en mi casa, y a nuestro primer beso.

Me quité la bata y me puse mi polerón café, antes me puse desodorante. Miré hacia el WC...

Yo había dejado mi pantalón de pijama ahí, y ya no está...

Lentamente giré la manija de la puerta, la abrí muy poquito y asomé mi cabeza, di una rápida ojeada y noté como la habitación está vacía. Suspiré y salí, saltando en mi pie bueno. Mi corazón se paró al sentir como alguien tosió. Giré y me sobresalté.

Mariano Lavigne, aquel hombre al que le traspasé trescientos millones de pesos está frente mío, con su vista a la parte baja de mi cuerpo. La incomodidad, vergüenza y un leve miedo inundaron mis sentidos por completo. Rápidamente tomé mi bolso y saqué mi pantalón de pijama, que pasa desapercibido como un simple buso rojo. Me lo puse, sintiendo calor en las orejas por la penetrante mirada de Mariano.

-¿Ho-hola? -dije nervioso. Él me miró a los ojos, yo miré hacia la puerta.

-Adiós -dijo él, como haciendo una mueca, yo entendí.

-Ah... adiós don Mariano, fue un gusto conocerlo -dije. Estiré mi mano, noté como sus ojos se llenaron de lágrimas. Yo fruncí el ceño y sonreí.

-Tu es tellement adorable* -dijo y yo fruncí más el ceño, sonreí y asentí. Sin tener absolutamente la menor idea de lo que dijo.

*Eres tan adorable.

Inevitablemente, mi pecho se encogió. Al verlo romper en llanto. Bajando su vista. Sentí un bochorno por todo el cuerpo. Sin saber que hacer, que hacer en esta situación. Sin entender. Creo que de verdad le caí... ¿bien?

-Uhm... Don Mariano, no llore -dije y sonreí. Me acerqué y le acaricie su brazo haciendo una mueca. Él dio un hondo suspiro y me miró. Secó sus lágrimas y su nariz, que amenaza con liberar moco.

En ese momento, sacó mis lentes que yo ya había dado por perdidos desde el interior de un bolsillo interno en su chaqueta blanca y dijo-: Ils sont à vous, ¿non? -yo los miré y sonreí ampliamente.

*Son tuyos, ¿verdad?

-¡Don Mariano! Esos son mis lentes, gracias -dije, sin esperanzas de que me entendiera, pero creo que si lo hizo. Me los entregó y yo volví a sonreír-. Supongo los encontró tirados... supongo... ¡Qué más da! Lo importante es que aparecieron, gracias.

Sentí el choque de la puerta y un sollozo que oculto llevándose la mano a la boca, yo me quedé más en shock aun. Así se fue, corriendo. Hice una mueca y tragué saliva.

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora