47 "Mariano libera al demonio"

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«Efebofilia [éphébophilie]: Descrito por el francés Félix Buffière en 1980, quien argumentó que la efebofilia debe ser especialmente utilizada para referirse a la homosexualidad cuando se describe el interés estético y erótico de los hombres adultos en adolescentes varones.»

Con los cuerpos curtidos de un sudor que nos hace resbalar, con la intermitente luz roja y azul que se va alternando cada un segundo, sus ojos encendidos, mis movimientos de cadera rápidos y firmes, entrando y saliendo de su interior con embestidas fuertes y rápidas. Viendo cada rebote que da encima mío, viendo su piel iluminada por la luz neón, escuchando como rechina mi silla de escritorio al ritmo de mis embestidas. Dejándome ver la maldad, la lujuria, el sufrimiento, el dolor, la perversión y el intenso placer, el depravado color, sabor y aroma del placer que está sintiendo. No hay delicadeza, no gime ahogadamente, no hay te amos, no tiene sus ojos encantadores ni sus quejas rutinarias, tiene un olor... a perfume de mujer. Solo soy yo, y el, cogiéndonos con depravadas ansias y con agresividad. Esbozó una sonrisa maliciosa y ejerció más fuerza con sus piernas, mientras seca mis lágrimas de pavor... Mientras me consumo totalmente, desgarrándolo...

—¡Viejo no te mueras! —sentí a lo lejos el grito desesperado de alguien, y viéndome en un escenario totalmente distinto al interior, sintiendo mi cuerpo entrar en contacto con el agua al caer en ella, hundiéndome en lo profundo...

Como si algo quisiera salir de mí, me sobresalte y desperté, sentándome de inmediato en la cama. Tome una gran bocanada de aíre y restregué mis ojos con fuerza. Sintiendo el corazón en la garganta.

—¡Alexis respira! ¡Respira viejo! —volvió a gritar Boris. Lo mire, con un vaso en las manos. Tomé una toalla que estaba tirada a los pies de la cama con las manos temblantes y me restregué el rostro en ella, secando mi sudor y el agua que me había tirado Boris.

Después de dos minutos, logre calmarme totalmente y mi respiración se estabilizó por completo. Salimos de la carpa y sacudí mi cabeza. No puedo sacar las imágenes de ese sue... No... eso no fue un sueño, un sueño húmedo, mucho menos... Fue una pesadilla... La más grotesca que he tenido, lo sé, porque mi amigo allí abajo está en su estado apagado totalmente. Y porque simplemente lo sé... Eso fue una horrible pesadilla, porque ese no era... No era Mateo... Era un mounstro horrible, uno que no es real, que no tiene ninguna semejanza con mi Mateo... Sin embargo, era el...

Pero no, no era y punto.

Tragué saliva y vi como una chica con un pijama muy pequeño pasaba por mi lado, caminando hacía la cabaña de los profesores, me miro y esbozo una amable sonrisa.

—Buenos días —me dijo la chica. Yo le respondí y al final me miro... con otro tipo de mirada. Siguió su camino y yo solo la ignore.

Fui a lavarme los dientes al lavatorio que hay a un lado de los baños públicos. Termine, volví y me senté en la mesa, contemplando el cielo, el inmenso y descubierto cielo celeste.

Sumergido en mis pensamientos algo logro desconcentrarme, fue el sonido de las llantas rechinando debido al frenado y la peligrosa curva que dio un Jaguar rojo con vidrios polarizados y que parece recién salido de la automotora, a un lado de la cabaña. Yo, que estoy sentado bebiendo café me quede embobado al ver semejante joya...

—Mariano, ¡mi amigo! —escuche decir a alguien muy emocionado, voltee a ver a la cabaña de los profesores y vi al coordinador Carlos, pudiendo ver lo moreteado que esta su rostro, bajando por la escalerita de la entrada dirigiéndose al auto, que justo en ese momento abría la puerta del conductor, saliendo un calvo y pequeño hombre, cubierto por un abrigo largo hasta las rodillas color negro y con guantes de seda blancos, con el rostro arrugado y con los ojos caídos.

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora