15 "Alexis explota"

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Viernes. Voy camino a practicar temprano en la mañana, y me siento con mucha energía.

He andado muy distraído. Solo hay una cosa en mi cabeza todo el tiempo; correr, el campeonato, superar mi marca, como puedo mejorar mi resistencia, y correr y correr. Pero también hay otra... Otra que también me hace querer correr.
Escapar.

Y el estar tan pendiente de correr no fue muy bueno que digamos. Ayer estaba tan despistado que se me olvidó ir a tutorías. Estaba muy normalmente sentado en el sillón de mi casa, cuando me acordé. Inmediatamente le escribí a Mateo, él me dijo que no pasaba nada, y que le estuvo ayudando a una chica. Yo igualmente me sentí fatal, ¿cómo pude olvidarlo?

Salí de la práctica y pensé en volver a mi casa, pero me dio mucha flojera así que decidí hacer hora.

...

—Alexis —sentí decir a lo lejos, muy lejos—. ¡Alexis! —exclamó Kei, zamarreándome. Desperté y sentándome restregué mis ojos—. ¿De nuevo durmiendo en clases? —me dijo la pelirroja. Bostecé y me estiré. Me di cuenta de que ya era el receso, y que había dormido toda la clase. Tomé mis cuadernos, le tomé una foto a la pizarra con la materia que no escribí y fuimos a la cafetería.

—¿Qué te había pasado? —me preguntó Boris.

—Me quedé dormido en clases.

Comenzamos a comer y hablar. Realmente podemos hablar de cualquier cosa, entre todos. Un momento me percaté de que Mateo estaba muy callado, y que otra vez apenas había tocado su colación, que miraba muy decaído. Me miró, y como siempre, me quedé pegado en aquellos ojitos tintineantes. Son muy bonitos... Creo que, y en mi opinión, son más bonitos que unos claros de colores. Son tan negros, negros y grandes. Un pozo sin fondo donde caigo siempre.

—Hola —me saludó apenado y sonrió decaído. Me paré y senté a su lado, puse mi pierna debajo de su pantorrilla y la levanté, jugueteando.

—Hola —sonreí cruzándome de brazos. Me le quedé viendo—. ¿Está todo bien?

—Sí —respondió—, es solo que me siento como... como cansado —dijo e hizo una mueca. Esa adorable mueca.

Hice un puchero y a él pareció causarle gracia. Yo sonreí, pensando en qué otra expresión le haría sonreír otra vez.

Dejó caer su cabeza en mi hombro... y me tensé. Pasé saliva, controlando mi emoción. Apoyé mi mentón en su cabeza y pasé un brazo por sus hombros. Aproveché de que como su cabello es abultado, olerlo sin que se diera cuenta. Pude sentir ese olor delicioso... Ese olor que también está impregnado en su cuello. Ciertas veces me desespera un poco sentirlo al saludarlo, ya que es una esencia tan rica. Hace que me den ganas de enterrar mi nariz en su cuello, y quedarme para siempre allí.

Saborearlo un poquito quizá.

...

Es tarde. Los viernes siempre me duermo muy tarde y este no a sido la excepción. Me senté en la cama, estoy solo en la casa. Bajé a la cocina, y no fue necesario prender la luz, hay una luna afuera que ilumina muy bien el interior de la cocina. Saqué un vaso de agua y me senté a la pequeña mesita del centro, escuchando nada más que la gotera del desagüe.

Pensé en Mateo, y deseé que esté aquí conmigo. Lo visualicé sentado frente a mí..., siendo consciente de que solo es una ilusión. Quiero de verdad estar con él. Es tanto que hasta me gustaría estar estudiando... Ya no me importa nada, solo quiero estar con él. Quiero tenerlo abrazado, acariciando su cabello, mientras le digo algo al oído que lo haga reír... Mordí mi labio... imaginando que muerdo el suyo. Suspiré. Una electricidad me recorrió la columna y se extendió hacia mis extremidades.
Ya no puedo negarme más. Es estúpido regañarme a mí mismo por... la verdad, básicamente.

Y la verdad es la verdad. Puede ser difícil de aceptar, pero a fin de cuentas debo reconocerla.

Mateo me encanta. Ya, ya está. Mierda, me encanta. Me vuelve loco, me tiene loco.
Es una situación tan especial y extraña. Es que es... sencillamente imposible, lo nuestro. Y eso me frustra y entristece..., pero eso a la vez hace que me atraiga más, que piense mucho en él. Lo único que quiero al verlo es abrazarlo con todas mis fuerzas. Es algo que no sé muy bien cómo explicar. Siento mariposas en el estómago, más bien dragones lanzando llamas ardientes. Pienso y pienso y más me frustro. Me enojo con la vida. Y al otro instante me enojo conmigo mismo por estar pensando en él, o cuando sin darme cuenta me quedo pegado mirando sus rellenos labios. No me gusta que me guste. Es algo bipolar. Siempre creí que tenía claros mis gustos. A mí me gustan las personas parecidas a mí. Alguien libre con quien puedas hacer maldades, divertirte y claro, que sea caliente... Pero aquí es totalmente distinto. Mateo es respetuoso, bueno, tan bueno a veces que me desespera lo ingenuo que es. Es... odio esta palabra... Es adorable. Es encantador y eso, eso es lo que me atrajo. Y no sé por qué, no lo entiendo. Me gusta, me gustan sus gestos, su vestimenta tan formal, su forma de hablar y su risa extraña.

No me lo imagino fijándose en mí. Es que realmente no me imagino a Mateo fijándose en alguien... Es extraño, y es imposible ver através de sus pensamientos así que mejor no sacó conclusiones. Como digo, es totalmente diferente esta situación. Si quiero algo lo consigo, nunca había tenido un "amor no correspondido". —Mateo me gustas. ¿Nos besamos?  —. No, no funciona así. Nunca he tenido que confesarme, con otras personas las cosas simplemente se daban...

Si quisiera, ¿cómo lo haría? Si actuó siendo yo, perderé el control. Y a él solo quiero hacerle el bien. Ahg, es desesperante... Pero es que cómo no me iba a fijar en esos ojitos, en esa piel morena, esas pequitas y ese afro que a veces se forma en su cabecita. Cómo no me iba prender la chispa esa vez que se sonrojó porque lo pillé que se me quedaba mirando mucho. Eso me volvió loco.
Y pienso en cómo es que nunca lo noté vagar por los pasillos de la escuela ni por el casillero que ha estado bajo el mío hace muchos meses.

Suspiré y me reí. ¿Yo sufriendo por amor? Es absurdo. Ese pendejo me enloquecerá.

Narra Mateo:

La noche fue una de las más duras de mi vida. Me siento machacado y triste, aún estoy ansioso.

Para resumir: en la noche vino el dolor. Comenzó con puntadas agudas y largas que duraban unos pocos segundos. Cada vez, esos segundos se fueron incrementando más y más, hasta que simplemente no paraban no. No me podía mover, y sudaba como puerco. Aún recuerdo cómo me retorcía en la alfombra de mi pieza intentando alcanzar el teléfono en mi escritorio. Llamé a mamá y en el piso, llorando en posición fetal, delirando un poco, le conté todo. Y milagrosamente anoche había estado todo muy tranquilo en la sala de emergencias donde trabaja, así que vino a casa. Para ese entonces ya no dolía tanto. No como hace unas horas atrás.

Ahora estoy preparando el almuerzo, mucho mejor, pero con demasiado sueño.

Durante el almuerzo conversamos el tema, y se preocupó mucho. Se molestó un poco por que no le haya contado. Pero es que me avergüenza hasta con ella, en quien más confío. Por esa misma vergüenza y miedo al ridículo me hice daño yo mismo.

En la tarde también me quedé con ella, no tuve ganas de estudiar para un examen del lunes. Nos quedamos en cama comiendo mucho helado.

...

Es domingo, y desperté de nuevo con el dolor. Por suerte no fue tan fuerte como la noche del viernes. Mamá llamó al hospital, sacó una hora con un doctor amigo de ella, un urólogo, algo que en mi vida nunca había escuchado, pero que básicamente y por lo que entendí es un ginecólogo para hombres. Pensamos primero en ir a urgencias, pero ella conoce todo el sistema, hubiera sido una pérdida de tiempo.

Hoy mismo me volvió un poco la fiebre. Odio estar así, los fines de semana siempre soy muy activo en estudiar y ordenar la casa, pero mamá me hizo una camisa de fuerza con las sábanas.

Vuelvo a pensar... ¿Qué tendré? ¿Y si es algo muy grave?

Mordí mi labio angustiado y triste, sumergido en mis pensamientos.

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora